Vayamos con alegría y esperanza al encuentro de Jesús nuestro Salvador
Is. 7,10.14; Sal. 23; Rom. 1, 1-7; Mt. 1, 18-24
Cuando se atisba ya en el horizonte el resplandor de un
nuevo amanecer en la cercanía de la Navidad aparecen en el evangelio las
figuras de José y de María que nos ayudan a caminar al encuentro de esa luz, de
esa paz y de esa alegría en el nacimiento del Señor.
Somos conscientes de que muchos resplandores
superficiales pueden encandilarnos y confundirnos y también las oscuridades de
la vida y de los problemas pueden hacer que nos parezca más negro nuestro
futuro que algunas veces se nos presenta tan incierto por los problemas y las
crisis que nos envuelven en la vida de cada día; pero tenemos cierta una
esperanza con la que queremos caminar, una fe grande que queremos proclamar y
un nuevo sentido de vida que desde Jesús sabemos que podemos dar a cuanto nos
sucede.
Nada nos puede hacer perder la alegría de esa
esperanza, nada nos tiene que perturbar para quitarnos la paz cuando ponemos
toda nuestra confianza en el Señor. Es por ahí por donde hemos de caminar hacia la navidad para
no quedarnos en superficialidades que son el canto de un día pero que no nos
dan verdadera profundidad y sentido a nuestra vida. Con Jesús podemos alcanzar
una paz permanente y una alegría profunda porque en El queremos poner toda
nuestra esperanza y nuestra confianza. Cuando nos disponemos a celebrar la
Navidad es que queremos proclamar con toda nuestra vida que Jesús en verdad es
nuestra Salvación. Esa confesión de fe tiene que estar llena de profundidad
para no quedarnos en cosas externas y superficiales que no son la verdadera
navidad.
Fijémonos en lo que vemos en la Palabra de Dios hoy. Hay
un contraste fuerte entre la figura de Acaz que nos aparece en la primera
lectura y José en el Evangelio. Históricamente el momento que nos refleja la
primera lectura era un momento difícil para el pueblo de Israel y el Señor por
el profeta quiere anunciar al rey cómo puede obtener la paz; pero Acaz, aunque
es un hombre religioso, ha puesto su confianza no en Dios sino en las alianzas
que pueda hacer entre los hombres con sus ejércitos e intereses políticos. El
profeta le ofrece una señal que Acaz no termina de aceptar, pero allí queda la
señal que luego para nosotros va a tener un profundo sentido mesiánico: ‘Una virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel, que
significa Dios con nosotros’.
Por su parte José pasa también por un momento de crisis
y de dudas. ‘María estaba desposada con
José y antes de vivir juntos resultó que
ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo’. A José le cuesta
entender, pero hemos de reconocer que, además de ser un hombre de una fe grande
que pone toda su confianza en Dios, era un hombre totalmente enamorado; está por medio el amor y no quiere hacer daño, por
eso no quiere dar publicidad sino que quede todo en el secreto; quiere quedarse
en segundo plano, pero Dios tiene otros planes para él.
Sabe José hacer silencio en su corazón para escuchar a
Dios. Cómo tenemos que aprender a hacerlo porque algunas veces nos vemos
aturdidos o por los problemas que nos van apareciendo en la vida con toda su
gravedad y otras veces son ruidos superficiales los que nos ensordecen y no nos
permiten percibir la voz de Dios. Cuántas cosas que nos pueden distraer. Es una
imagen de ese silencio interior lo que se nos dice que en sueños se le apareció
el ángel del Señor. No es una ilusión ensoñadora, sino un silencio del corazón
que se abre a Dios.
‘No tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo
de los pecados’, le
dice el ángel. Allí se le está revelando el misterio de Dios. El hijo que María
lleva en sus entrañas es el Emmanuel, Dios con nosotros, como ya había
anunciado el profeta y habíamos escuchado nosotros en la primera lectura de
Isaías; se llamará Jesús porque es nuestra luz y nuestra Salvación. Y José dijo
sí - ‘hizo lo que le había mandado el
ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer’ - y entró en el plan de Dios.
Entendió su misión, la misión que Dios le confiaba realizando su oficio de
padre; el poner el nombre eso quiere expresar.
Cuánto nos enseña para nuestra vida de cada día. Nos vemos
envueltos en dudas y problemas que muchas veces nos afectan profundamente. Cada
uno tenemos nuestros problemas y en cada corazón van surgiendo muchas veces
muchos interrogantes ante situaciones que no vemos claras. Cuantos sufrimientos
vemos también a nuestro alrededor en personas que vemos caminar agobiados por
los problemas y parece que no tienen esperanza. Cuantos también se encierran en
sí mismos porque quizá las situaciones por las que pasan les hacen verlo todo
negro.
A algunas personas no les gusta oír hablar, por
ejemplo, de Navidad, quizá agobiados por esos problemas o quizá porque se han
creado una falsa ilusión e imagen de lo que es la navidad y cuando pasan por
estrecheces o quizá se ven solos porque les faltan sus familiares más allegados
con quienes en otra ocasión celebraron la navidad, ahora nos dicen que la
navidad se acabó para ellos y no hay quien los saque de sus negruras y
desesperanzas. ¿No pudiera suceder mucho de todo esto porque quizá hemos
perdido la fe en lo que es la verdadera navidad? ¿No será que quizá queremos hacer una navidad sin
Jesús, por muchos belenes que hagamos y muchas figuritas que tengamos del niño
Jesús?
Tenemos que descubrir su verdadero sentido para que
podamos celebrar la navidad de forma auténtica. Y el verdadero sentido está en
lo que le dice el ángel a José. Ese niño que va a nacer, ¿quién es? ‘Le pondrás
por nombre Jesús’, le decía el ángel a José, ‘porque el salvará a su pueblo de sus pecados’. Ese niño cuyo
nacimiento vamos a celebrar es Jesús que es nuestro Salvador; es Jesús que es
el Emmanuel, que es Dios con nosotros; es Jesús, el Hijo del Altísimo, el Hijo
de Dios, que nos viene a manifestar, y de qué manera, el amor infinito de Dios
por el hombre al que le ofrece su salvación.
Ahí en medio de esos problemas u oscuridades en que
podamos vivir, envueltos en ese mal que atenaza nuestro mundo, nosotros vamos a
celebrar que Jesús es nuestro Salvador, es la auténtica Luz que nos ilumina y
da sentido a toda nuestra vida y a nuestro mundo. Tenemos que estar convencidos
de esto para que podamos hacer una auténtica y verdadera navidad. Es el anuncio
que nosotros, los creyentes, también tenemos que hacer a nuestro mundo, porque
el mundo, todos los hombres necesitamos esa luz y esa salvación. ¿Será eso lo
que en verdad celebramos y vivimos en la forma como solemos hacer navidad? ¿Esperamos
y deseamos la salvación que Jesús viene a ofrecernos?
Tenemos que aprender de José y de María a quienes hoy
contemplamos en el Evangelio; cómo se abrieron a Dios, hicieron silencio en su
corazón para poder escuchar la voz de Dios. Necesitamos en medio de toda la barahúnda
de ruidos que nos aturden estos días en que el mundo nos anuncia a su manera la
navidad - cuánto consumismo, cuanta superficialidad en tantas cosas - detenernos
un poco para escuchar a Dios, para prepararnos de verdad para recibir a Jesús
como la verdadera esperanza de salvación para nosotros y para nuestro mundo.
Dejémonos iluminar por la Palabra del Señor. Lo
necesitamos y lo necesita nuestro mundo. Es también el testimonio que nosotros
los creyentes hemos de dar al mundo, el anuncio que tenemos que hacer. Vivamos
esa cercanía de Dios que viene a nosotros en esa situación concreta, con
nuestras oscuridades y problemas, con nuestros sufrimientos y nuestros deseos
de un mundo mejor, y acojamos la salvación que el Señor nos ofrece.
Preparémonos para una auténtica navidad.
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