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viernes, 27 de diciembre de 2013

Lo que hemos visto y oído… damos testimonio y anunciamos la vida eterna

1Jn. 1, 1-4; Sal. 96; Jn. 20, 2-8
Llegó primero al sepulcro pero no entró;  cuando entró Simón Pedro ‘entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vió y creyó’. En su propio Evangelio emplea ese circunloquio ‘el otro discípulo’, ‘el discípulo que amaba Jesús’. Había sido de los llamados a la primera hora; más bien, él y Andrés, cuando el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, se fueron con El; ‘y se quedaron aquella tarde’, nos contará en el evangelio diciendonos incluso la hora del encuentro.
Estamos celebrando hoy a Juan, el hermano de Santiago, los hijos de Zebedeo, los hijos del trueno, como los llamaría Jesús, el evangelista del cuarto evangelio y del Apocalipsis, el que reposó su cabeza sobre el pecho de Jesús en la cena pascual. Aquí en la cercanía de la navidad la Iglesia quiere festejar al Evangelista que tan hermosas y profundas páginas nos dejó del evangelio de Jesús.
Formaba parte del grupo de los Doce, pero también de aquellos testigos especiales que Jesús quiso tener en momentos muy especiales. Subiría con Pedro y Santiago al Tabor cuando Jesús los llevó a orar y allí se transfiguró delante de ellos; fue uno de los tres apóstoles que entraron en la casa de Jairo para ser testigos de la resurrección de la niña; y en otro momento importante, también de oración, aunque se caían de sueño, Jesús lo llevó consigo con Pedro y Santiago al interior del huerto de Getsemaní. Pero sería el que estaba al pie de la cruz, testigo único entre los apóstoles de la muerte de Jesús y que allí recibiera a María como su madre y nuestra madre.
Será el testigo que no puede callar lo que ha visto y oído. Así se lo hemos escuchado en el inicio de su primera carta. ‘Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de Vida… nosotros lo hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó’.
Hermoso mensaje, hermoso testimonio que nos ofrece. El había palpado a Jesús, como nadie; él lo conocía bien por la cercanía que da el amor - era el discípulo amado -, pero fijémonos cómo se refiere a Jesús, ahora no nos dice nombre de entrada, luego lo dirá,  pero lo llama Palabra de Vida porque la Vida se hizo visible, vida eterna que estaba junto al Padre y vino hasta nosotros. Es lo que estamos celebrando y queriendo vivir.
Nos recuerda el inicio de su evangelio que nos habla de la luz, de la vida, de la Palabra, del Verbo de Dios que se hace carne y planta su tienda entre nosotros. Es todo lo que es Jesús para nosotros y cómo tenemos que vivirlo; porque no solo es conocerlo, es hacerlo vida en nosotros, vida en nuestra vida para que ya no vivamos sino por El que por nosotros murió y resucitó como se nos dirá en otro lugar de la Escritura.
Es Juan el que nos hablará en el Evangelio y en sus cartas con toda intensidad del amor que Dios nos tiene, pero del amor que entre nosotros nos hemos de tener. ‘Tanto amó Dios al mundo, reflexiona en el evangelio, que nos entregó a su Hijo único para que tuviéramos vida para siempre’. Y en sus cartas nos dirá que Dios es amor, y que el amor que Dios nos tiene es primero; Dios toma la iniciativa de amarnos.
Ya lo iremos meditando en los próximos días que iremos leyendo la primera carta de Juan. Y desde ese amor que Dios nos tiene nosotros hemos de responder con amor. Nos lo repite Juan en el evangelio y en sus cartas. Nos quedará plasmado en el evangelio que ese es su mandamiento, lo que nos ha de distinguir como seguidores de Jesús, que nos amemos los unos a los otros como El nos ha amado.
Hoy le hemos escuchado decir en la carta de la primera lectura que ese amor que nos tenemos entre nosotros, esa comunión que ha de haber entre nosotros arranca de la unión que vivimos con Dios, y que en la medida en que vivamos unidos y en comunión entre nosotros estamos manifestando la unión que vivimos con Dios. No podrá haber la una sin la otra. ‘Todo esto os lo anunciamos, nos dice, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo’.

Como hemos pedido en la oración que ‘podamos llegar a comprender y amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer’. 

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