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lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Qué va a ser de este niño? ¿Qué quiere el Señor de nosotros?

Mal. 3, 1-4; 4, 5-6; Sal. 24; Lc. 1, 57-66
‘¿Qué va a ser de este niño?’ reflexionaban y se decían todos los que habían ido escuchando y contemplando los acontecimientos. En las montañas de Judea fue motivo de gran alegría el nacimiento de Juan. Ya lo había anunciado el ángel a Zacarías allá en el templo. ‘Te llenarás de alegría y muchos se alegrarán su nacimiento’. Y ahora el evangelista nos dice que cuando ‘se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, felicitaban a Isabel’.
Pero en medio de todo eso, y además será motivo del por qué se pregunten qué va a ser de este niño, vamos viendo cómo los hombres nos hacemos unos proyectos o tenemos nuestras ideas, pero, como hemos dicho más de una vez, el Señor nos va sorprendiendo, los caminos del Señor son otros. Algunas veces nos puede costar entender porque nos hacemos nuestros planes o pensamos que las cosas tienen que ser como nosotros las imaginamos, pero Dios nos va siempre abriendo caminos y es lo que tenemos que saber descubrir. Es precisamente la actitud del creyente, descubrir esos planes de Dios, esos caminos de Dios.
‘A los ocho días fueron a circuncidar al niño y lo llamaban Zacarías como su padre’. Ante la insistencia de Isabel - Zacarías seguía aún sin poder hablar - de que había de llamarse Juan, ellos le replican: ‘Ninguno de tus parientes se llama así’. Era normal que quisieran llamarlo como el padre, era la costumbre y era el hijo primogénito; eso implicaría incluso que el hijo siguiera haciendo lo mismo que hacía el padre; pareciera que estaba destinado a ser también sacerdote del templo de Jerusalén.
Los planes de Dios son otros. Además ya el ángel cuando la aparición en el templo había señalado su nombre. ‘Le pondrás por nombre Juan’. Dios se ha compadecido, viene a ser su significado. Y como escucharemos mañana cantar a Zacarías la misericordia del Señor se derrama sobre todos, el amor de Dios se manifiesta y Juan viene a preparar los caminos del Señor, los caminos que nos lleven a encontrarnos con la misericordia y el amor de Dios que se nos va a manifestar en Jesús.
Cuando Zacarías escriba en una tablilla que ‘Juan es su nombre’, como ya había insistido Isabel, ‘todos se quedaron extrañados’. No terminan de entender lo que allí está sucediendo en aquel niño. Ese cambio de nombre tendrá su sentido; algo nuevo parece que va a suceder, porque ya es una manifestación de la misericordia del Señor que les bendijera en la ancianidad con aquel hijo. Más aún, cuando Zacarías de nuevo recobre el habla y prorrumpa en cánticos de alabanzas y acción de gracias al Señor. Ya mañana lo escucharemos y meditaremos.
‘Los vecinos quedaron sobrecogidos y corrió la noticia por toda la montaña de Judea’. Ahora estamos escuchando este evangelio en momentos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús y como ese camino de preparación que vamos haciendo para ir de verdad al encuentro del Señor que viene con su salvación para nosotros y para nuestro mundo. Ya en Junio celebraremos también con especial alegría en su momento el nacimiento de Juan. Pero lo que hoy vamos escuchando y reflexionando tiene que servirnos para esta preparación que ahora estamos viviendo.
Abrirnos a Dios, hemos dicho muchas veces en estos días, para acoger al Señor que viene. Abrirnos a Dios y descubrir su voluntad, los planes de Dios para nosotros. Son siempre planes de salvación y de vida en lo que tenemos que implicarnos de verdad. Que no nos encerremos en nuestros proyectos sino confrontemos siempre lo que es nuestra vida y lo que es la voluntad del Señor. Dejémonos sorprender por su amor y su gracia y sentiremos cómo se renueva nuestra vida y empezaremos caminos esos caminos de santidad que el Señor quiere para nosotros.

‘¿Qué va a ser de este niño?’ se preguntaban los vecinos de la montaña de Judea. ¿Qué quiere el Señor de nuestra vida? tendríamos quizá que preguntarnos nosotros.

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