¿Qué va a ser de este niño? ¿Qué quiere el Señor de nosotros?
Mal. 3, 1-4; 4, 5-6; Sal. 24; Lc. 1, 57-66
‘¿Qué va a ser de este
niño?’
reflexionaban y se decían todos los que habían ido escuchando y contemplando
los acontecimientos. En las montañas de Judea fue motivo de gran alegría el
nacimiento de Juan. Ya lo había anunciado el ángel a Zacarías allá en el
templo. ‘Te llenarás de alegría y muchos
se alegrarán su nacimiento’. Y ahora el evangelista nos dice que cuando ‘se enteraron sus vecinos y parientes de que
el Señor le había hecho una gran misericordia, felicitaban a Isabel’.
Pero en medio de todo eso, y además será motivo del por
qué se pregunten qué va a ser de este niño, vamos viendo cómo los hombres nos
hacemos unos proyectos o tenemos nuestras ideas, pero, como hemos dicho más de
una vez, el Señor nos va sorprendiendo, los caminos del Señor son otros.
Algunas veces nos puede costar entender porque nos hacemos nuestros planes o
pensamos que las cosas tienen que ser como nosotros las imaginamos, pero Dios
nos va siempre abriendo caminos y es lo que tenemos que saber descubrir. Es
precisamente la actitud del creyente, descubrir esos planes de Dios, esos
caminos de Dios.
‘A los ocho días
fueron a circuncidar al niño y lo llamaban Zacarías como su padre’. Ante la insistencia de Isabel -
Zacarías seguía aún sin poder hablar - de que había de llamarse Juan, ellos le
replican: ‘Ninguno de tus parientes se
llama así’. Era normal que quisieran llamarlo como el padre, era la
costumbre y era el hijo primogénito; eso implicaría incluso que el hijo
siguiera haciendo lo mismo que hacía el padre; pareciera que estaba destinado a
ser también sacerdote del templo de Jerusalén.
Los planes de Dios son otros. Además ya el ángel cuando
la aparición en el templo había señalado su nombre. ‘Le pondrás por nombre Juan’. Dios se ha compadecido, viene a ser
su significado. Y como escucharemos mañana cantar a Zacarías la misericordia
del Señor se derrama sobre todos, el amor de Dios se manifiesta y Juan viene a
preparar los caminos del Señor, los caminos que nos lleven a encontrarnos con
la misericordia y el amor de Dios que se nos va a manifestar en Jesús.
Cuando Zacarías escriba en una tablilla que ‘Juan es su nombre’, como ya había
insistido Isabel, ‘todos se quedaron
extrañados’. No terminan de entender lo que allí está sucediendo en aquel
niño. Ese cambio de nombre tendrá su sentido; algo nuevo parece que va a
suceder, porque ya es una manifestación de la misericordia del Señor que les
bendijera en la ancianidad con aquel hijo. Más aún, cuando Zacarías de nuevo
recobre el habla y prorrumpa en cánticos de alabanzas y acción de gracias al
Señor. Ya mañana lo escucharemos y meditaremos.
‘Los vecinos quedaron
sobrecogidos y corrió la noticia por toda la montaña de Judea’. Ahora estamos escuchando este
evangelio en momentos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús y como
ese camino de preparación que vamos haciendo para ir de verdad al encuentro del
Señor que viene con su salvación para nosotros y para nuestro mundo. Ya en
Junio celebraremos también con especial alegría en su momento el nacimiento de
Juan. Pero lo que hoy vamos escuchando y reflexionando tiene que servirnos para
esta preparación que ahora estamos viviendo.
Abrirnos a Dios, hemos dicho muchas veces en estos
días, para acoger al Señor que viene. Abrirnos a Dios y descubrir su voluntad,
los planes de Dios para nosotros. Son siempre planes de salvación y de vida en
lo que tenemos que implicarnos de verdad. Que no nos encerremos en nuestros
proyectos sino confrontemos siempre lo que es nuestra vida y lo que es la
voluntad del Señor. Dejémonos sorprender por su amor y su gracia y sentiremos
cómo se renueva nuestra vida y empezaremos caminos esos caminos de santidad que
el Señor quiere para nosotros.
‘¿Qué va a ser de este
niño?’ se
preguntaban los vecinos de la montaña de Judea. ¿Qué quiere el Señor de nuestra
vida? tendríamos quizá que preguntarnos nosotros.
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