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martes, 24 de diciembre de 2013

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visita el sol que nace de lo alto

2Sam. 7, 1-5.8-11.16; Sal. 88; Lc. 1, 67-79
‘Juan es su nombre’ escribió Zacarías en un tablilla ante la pregunta insistente de todos sobre el nombre del niño, ‘e inmediatamente se le soltó la boca y la lengua’ -  recordamos que había permanecido mudo desde el anuncio del ángel en el templo - ‘y empezó a hablar bendiciendo a Dios’. Como nos ha dicho hoy el evangelio ‘lleno del Espíritu Santo comenzó a profetizar’, bendiciendo y alabando a Dios.
Largos nueve meses en silencio habían dado para mucho meditar y abrir su corazón a Dios. Ahora estaba lleno de Dios, ‘lleno del Espíritu Santo’, y todo aquel misterio que no comprendía se le había revelado en su corazón. Cuánto nos ayuda hacer silencio en nuestro interior alejándonos de tantos ruidos exteriores que nos aturden y ensordecen para poder escuchar de verdad a Dios en el corazón. En aquel silencio de su corazón Zacarías descubrió bien el misterio de Dios que primero tanto le había costado entender y al que ahora canta y bendice. Cómo tendríamos que aprender a hacer ese silencio en nosotros para abrir de verdad nuestro corazón a Dios que viene a nosotros con su salvación.
Estamos en el eje entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Se acaban los tiempos antiguos de la promesa y comienza un tiempo nuevo que es el de la gracia donde se va a manifestar la misericordia y el amor de Dios. Todas aquellas promesas antiguas, ‘todo lo predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas’ ahora tienen su cumplimiento.
‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte; para guiar nuestros pasos en el camino de la paz’. Canta y bendice proféticamente Zacarías a Dios.  Llega la hora de la salvación y de la gracia. Dios viene a visitar a su pueblo para quedarse con El. El que llega es el Emmanuel anunciado por los profetas, que será ya para siempre Dios con nosotros.
Aquella Alianza del Antiguo Testamento llega ahora a su plenitud en la Nueva Alianza que se va a constituir. Llega el momento es que nos veremos libres de las tinieblas de la muerte y del pecado; se va a manifestar la misericordia del Señor que nos liberará para siempre del pecado para llenarnos de la gracia y de la vida. Se alejan de nosotros los temores porque podemos alcanzar la verdadera libertad. El que viene ‘es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian’, el que viene nos concede que ‘libres del temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia, en su presencia todos los días’.
Aquel niño que ahora porta en sus brazos lleno de gozo Zacarías es el que viene como ‘profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados’. Es el precursor cuya voz gritará en el desierto preparando los caminos del Señor. Es la misión que Juan va a realizar allá en el desierto invitando al bautismo de conversión para preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor.
La liturgia en este día nos proclama ‘hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria’. Es lo que estamos viviendo en esta mañana en estas vísperas del nacimiento del Señor. Hoy tenemos la voz profética de Zacarías que nos invita a bendecir al Señor porque llega la salvación, llega el Salvador y podemos contemplar la gloria del Señor. Bendecimos, sí, al Señor con el cántico de Zacarías porque sentimos cómo  nos visita el Señor para traernos la salvación y la redención, ‘suscitándonos una fuerza de salvación’, en cumplimiento de las antiguas profecías.

No nos queda sino orar una vez más con insistencia como lo hacíamos en la oración litúrgica: ‘Ven, Señor, no tardes, que tu venida consuele y fortalezca  a los que lo esperan todo de tu amor’. En El hemos puesto toda nuestra esperanza que ahora la vemos cumplida. Llenémonos de su Salvación para que vivamos intensamente la fiesta grande de la Navidad del Señor.

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