Vistas de página en total

martes, 17 de septiembre de 2013

Despertando el amor podemos llenar nuevamente de vida nuestro mundo

1Tim. 3, 1-13; Sal. 100; Lc. 7, 11-17
‘Todos sobrecogidos daban gloria a Dios, diciendo: Un gran profeta ha aparecido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo’. Lo que acababan de contemplar y vivir había sido una experiencia inolvidable. Jesús había devuelto a la vida a aquel muchacho que sacaban a enterrar.
‘Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que están en tinieblas y en sombras de muerte…’ había anunciado proféticamente en su cántico el anciano Zacarías cuando el nacimiento del Bautista. Dios que viene al encuentro del hombre. Dios que viene a nuestro encuentro para llenarnos de luz y de vida. Nosotros podemos proclamar ya, después de la resurrección de Jesús, que la muerte ha sido vencida.
‘Jesús iba de camino a una ciudad llamada Naim, e iban con El sus discípulos y mucho gentío’ nos dice el evangelista. Jesús viene de camino y esa ciudad de Naim somos nosotros, es nuestro mundo. Las tinieblas de la muerte también nos envuelven y nos llenan de muerte. Pero viene la vida a nuestro encuentro. Viene el amor y allí donde hay amor verdadero renace la vida.
‘Sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre que era viuda y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba’. Desfile de dolor y de muerte, de lágrimas y de sufrimiento, de soledades y abandonos. Era el dolor de la madre por la muerte de su hijo, como la de todos los que la acompañaban. Pero era el dolor por la soledad, el abandono, el sufrimiento de aquella madre. Había tinieblas de dolor, pero se vislumbraban anuncios de luz en la solidaridad en el sufrimiento de todos aquellos que acompañaban y que estaban sufriendo sintiendo en su corazón lo que sentía aquella madre en su propio corazón.
Pero hasta ellos llegó la luz y llegó de nuevo la vida. ‘Al verla Jesús, sintió lástima’, apareció su corazón compasivo y misericordioso, apareció el Amor con mayúsculas. Sintió lástima Jesús uniéndose a aquella solidaridad común de todos aquellos que la acompañaban; pero sintió lástima Jesús y su amor no se quedó en lamentaciones y llantos. Su amor hizo brotar de nuevo la vida. Detuvo el cortejo, se acercó al ataúd, tendió la mano, lo tocó y dijo: ‘¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! Y el muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre’. El amor hizo brotar la luz y la vida.
Pero decíamos antes que Jesús no solo se estaba acercando a la ciudad de Naim, sino que se está acercando a nosotros. Y llega a nosotros con ese mismo corazón compasivo y misericordioso; ve cuanto de tinieblas y de muerte también hay en nosotros y querrá detenerse a nuestro lado para levantarnos. No podemos seguir en ese camino de muerte; Jesús a nosotros también nos tiende la mano para levantarnos.
Pero ya decíamos que con Jesús llegaba la luz, la vida, el amor. Había atisbos de luz y de vida a pesar de todo en aquel cortejo, porque en los que lo acompañaban estaba presente la solidaridad. Algo de eso también hay en nosotros a pesar de ser como somos, porque muchas veces también comienza a resplandecer algo de ese amor en nosotros, aunque tenemos el peligro de apagar esa pequeña llama con los ramalazos de egoísmo que algunas veces se  nos pueden meter en el alma.
Pero Jesús llega a nosotros para despertar el amor, para despertar esos buenos sentimientos y avivar esa llama de amor que como un rescoldo algunas veces sigue permaneciendo en nosotros. Si despertamos el amor se obrará el milagro. Es lo que Jesús quiere realizar en nosotros. Apareció allí en Naim el corazón misericordioso y compasivo de Jesús y comenzó a florecer de nuevo la vida. Es lo que tenemos que hacer nosotros, despertar ese amor que hay en nuestro corazón y aparecerá la vida; la vida no ya para nosotros, sino la vida que irá envolviendo nuestro mundo para resucitarlo a algo nuevo. Es la tarea que nosotros tenemos que realizar. Despertando el amor podemos llenar nuevamente de vida nuestro mundo.

Y esta noticia del amor y la vida resucitada para nuestro mundo ha de comenzarse a divulgar no solo por nuestra comarca sino que ha de darse a conocer a todos, porque eso es evangelizar, eso es anunciar a Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario