Vistas de página en total

jueves, 19 de septiembre de 2013

Una confrontación de corazones entre los que saben amar y los que se cierran al amor

1Tim. 4, 12-16; Sal. 110; Lc. 7, 36-50
Una confrontación entre los corazones que saben amar y los que están cerrados al amor. De alguna manera así podríamos definir o describir el cuadro que se nos presenta hoy en el evangelio. Por encima incluso del pecado con que hayamos podido llenar nuestra vida está la posibilidad y la capacidad para el amor.
Allí están sentados a la mesa en la casa de Simón el fariseo que había invitado a Jesús. El hecho de la invitación a la comida podría parecer de entrada un gesto de amor, pero pronto descubrimos que allí falta el amor verdadero. Pronto aparecerán los recelos y las desconfianzas, los juicios condenatorios aunque solo fueran en el pensamiento y los desprecios, señal de la debilidad del amor. Una mujer pecadora se ha atrevido a introducirse en la sala del banquete y llegar hasta los pies de Jesús.
Comienzan los juicios y las condenas. Cuando no hay amor en el corazón estamos muy prontos a esos recelos y desconfianzas. Les cuesta incluso entender el que Jesús se deje hacer. Aquella mujer se ha puesto a sus pies a los que lava con sus lágrimas y enjuga con sus cabellos; el olor del perfume pronto embriagará toda la casa y no faltarán los gestos de amor por parte de aquella mujer que entre llantos besa continuamente los pies de Jesús.
Pero por dentro Simón está haciendo su juicio. ‘Si éste fuera profeta, sabría quien esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora’. Ni termina de aceptar realmente quien es Jesús pues aparece la desconfianza - ‘si este fuera profeta’ - ni faltará la discriminación, porque el que toque a Jesús siendo una mujer pecadora podría llenar de impureza también a Jesús, como si fuera una leprosa.
Pero allí está Jesús que sintoniza con el corazón lleno de amor de aquella mujer pecadora. El amor entra fácilmente en sintonía. Sí, es una mujer pecadora, pero ama mucho y sus muchos pecados quedarán perdonados. Pero Jesús quiere hacérselo comprender a quien se ha cerrado al amor poniendo desconfianza en su corazón. Jesús relatará una pequeña parábola a Simón para hacerle comprender donde está el verdadero amor y cuando hay un corazón abierto y agradecido sabrá llenarse de amor también. Ya escuchamos la parábola de los dos deudores. ‘¿Cuál de los dos lo amará más?’ preguntará Jesús.
Jesús le hará ver con una mirada distinta los gestos y el actuar de aquella mujer con Jesús, porque lo que hay que descubrir es la capacidad de amor que hay en su corazón. ‘Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor’, será la sentencia final de Jesús. ‘Y a ella le dijo: tus pecados están perdonados’.
Pero por allí hay otros también con su corazón cerrado al amor. ‘Los demás convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?’ Claro que es Dios el que puede perdonar los pecados, porque es el que tiene el corazón suficientemente grande para amar sin esperar respuesta. Y allí está Dios; allí está quien tiene el amor más grande porque será el que es capaz de dar la vida por el amado. No nos cerremos al amor; no nos hagamos insensibles al amor; no perdamos la capacidad de amar y de perdonar en consecuencia en nuestro corazón.
Como decíamos al principio una confrontación de corazones, entre los que saben amar y están dispuestos a amar y los que se cierran al amor. Hoy vemos que está venciendo el amor. Florece en el corazón de aquella mujer pecadora que se hará merecedora a pesar de sus muchos pecados del perdón de Dios.
Pero está venciendo el amor porque allí está Jesús con su amor perdonando que es una victoria del amor; pero allí está Jesús enseñándonos a llenar de amor nuestro corazón con esa capacidad para la comprensión y para el perdón; ese amor que nos capacita para creer en las personas, para levantar a los caídos, para valorar todo lo bueno que hay en todo corazón y en toda persona, pero también para despertarnos y abrirnos los ojos para mirar con mirada nueva y limpia al hermano que está a nuestro lado.

¿De qué parte estamos? ¿de los que somos capaces de amar y perdonar o de los que nos cerramos al amor? que también como nosotros hemos sido perdonados tantas veces seamos capaces de dar generoso perdón al hermano que esté a nuestro lado. En la capacidad de perdón que tengamos en nuestro corazón estaremos pareciéndonos más a Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario