Un mensaje aparentemente contradictorio pero que nos llena de paz
Ex. 1, 8-14.22; Sal. 123; Mt. 10, 34-11,1
Hay ocasiones en que nos cuesta entender el mensaje del
evangelio; nos puede parecer incluso contradictorio sobre todo cuando nos
quedamos simplemente con la letra y lo que pudiéramos interpretar a primera
vista en una primera lectura. Cuando nos suceden cosas así tenemos que exprimir
más el espíritu de fe e invocar con un mayor fervor al Espíritu Santo que venga
en nuestra ayuda.
Hoy, sobre todo en las primeras palabras de lo que
hemos escuchado, nos sucede así. El mensaje del evangelio es siempre un mensaje
de paz; como tantas veces hemos reflexionado incluso fue lo primero que
cantaron los ángeles en su nacimiento en Belén. Y en otros momentos Jesús nos
dirá que nos da su paz porque de ella quiere llenar nuestro corazón o se
convierte en el primer mensaje que quiere trasmitir a los enfermos, a los
pecados y a cuantos creen en El y vienen a su encuentro.
Sin embargo, en el texto que hoy hemos escuchado,
comienza diciéndosenos: ‘No penséis que
he venido a la tierra a sembrar paz, sino espadas…’ y continúa hablándonos
de falta de entendimiento entre padres e hijos, entre hermanos y parientes
porque pareciera que el enemigo lo tenemos en la propia casa. ¿Qué nos quiere
decir Jesús? Es aquí donde tenemos que invocar con fuerza al Espíritu Santo que
nos ilumine y nos haga saborear de verdad el mensaje de Jesús.
¿Significa que Jesús no quiera la paz para nosotros? No
olvidemos también que fue el primer mensaje de pascua en sus apariciones
después de la resurrección. Pero sí tendríamos que recordar lo que había
anunciado proféticamente Simeón cuando la presentación de Jesús niño en el
templo a los cuarenta días de su nacimiento. Jesús iba a ser un signo de contradicción,
ante el que había que decantarse, hacer opción fundamental en la vida. Y cuando
hacemos opción por Jesús sabemos que la vida no nos va a ser fácil. No todos
entenderán el mensaje de Jesús y muchos se van a poner en contra. Muchas veces
desde los más cercanos a nosotros no comprenderán las opciones que nosotros
podamos hacer por Jesús y su evangelio y nos vamos a encontrar quienes nos
hagan la guerra. Es la división que va a aparecer entre los que nos rodean
cuando hacemos opciones claras y radicales por Jesús y su evangelio.
Un ejemplo concreto. ¿Qué suele suceder cuando un joven
que va llevando una vida normal con sus caminos de la vida siguiendo un ritmo
normal y de repente porque ha sentido una llamada en el corazón siente, por
ejemplo, que el Señor le llama por el sacerdocio o a una joven por la vida
religiosa? Todos sabemos cuantos dramas se producen en muchas ocasiones en las
familias cuando alguien ha tomado una decisión de esta naturaleza. Tratarán de
quitarle la idea de la cabeza, tratarán de aconsejarlo para que deje la
decisión para otro momento más adelante, le dirán que está loco cuando se
decide por eso con lo feliz que podría ser en la vida y con la prosperidad que
podría alcanzar en el mundo con lo preparado que está.
Así podríamos mencionar muchas más situaciones donde
vemos que aparece la división, se crean momentos de inestabilidad quizá en las
familias y de falta de paz, aunque bien sabemos que hay casos en que esto sea
un motivo de alegría y de dar gracias a Dios. Aquí estamos contemplando como se
realiza este anuncio de Jesús.
Jesús nos habla de la radicalidad con que hemos de
vivir su seguimiento de manera que estemos dispuestos a abandonarlo todo por
seguirle a El, porque eso será en verdad ganar la verdadera vida y salvación. ‘El que no coge su cruz y me sigue no es
digno de mí’, nos dice Jesús claramente en el evangelio.
Nos habla luego de cómo acogiendo a sus enviados le
estamos acogiendo a El y acogiéndole a El estamos acogiendo a quien le envió. Y
nos hablará finalmente del valor las cosas pequeñas y de lo que nos pueda
parecer más insignificante como pueda dar de beber un vaso de agua, porque esa
fidelidad tendrá premio en el cielo. ‘El
que de de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos
pobrecillos, solo porque es discípulo mío, no perderá su paga, os lo aseguro’.
El mensaje de Jesús siempre nos llenará de paz y de
vida, porque sabemos que siempre podemos contar con su presencia y con su
fuerza.
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