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lunes, 15 de julio de 2013

Un mensaje aparentemente contradictorio pero que nos llena de paz

Ex. 1, 8-14.22; Sal. 123; Mt. 10, 34-11,1
Hay ocasiones en que nos cuesta entender el mensaje del evangelio; nos puede parecer incluso contradictorio sobre todo cuando nos quedamos simplemente con la letra y lo que pudiéramos interpretar a primera vista en una primera lectura. Cuando nos suceden cosas así tenemos que exprimir más el espíritu de fe e invocar con un mayor fervor al Espíritu Santo que venga en nuestra ayuda.
Hoy, sobre todo en las primeras palabras de lo que hemos escuchado, nos sucede así. El mensaje del evangelio es siempre un mensaje de paz; como tantas veces hemos reflexionado incluso fue lo primero que cantaron los ángeles en su nacimiento en Belén. Y en otros momentos Jesús nos dirá que nos da su paz porque de ella quiere llenar nuestro corazón o se convierte en el primer mensaje que quiere trasmitir a los enfermos, a los pecados y a cuantos creen en El y vienen a su encuentro.
Sin embargo, en el texto que hoy hemos escuchado, comienza diciéndosenos: ‘No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz, sino espadas…’ y continúa hablándonos de falta de entendimiento entre padres e hijos, entre hermanos y parientes porque pareciera que el enemigo lo tenemos en la propia casa. ¿Qué nos quiere decir Jesús? Es aquí donde tenemos que invocar con fuerza al Espíritu Santo que nos ilumine y nos haga saborear de verdad el mensaje de Jesús.
¿Significa que Jesús no quiera la paz para nosotros? No olvidemos también que fue el primer mensaje de pascua en sus apariciones después de la resurrección. Pero sí tendríamos que recordar lo que había anunciado proféticamente Simeón cuando la presentación de Jesús niño en el templo a los cuarenta días de su nacimiento. Jesús iba a ser un signo de contradicción, ante el que había que decantarse, hacer opción fundamental en la vida. Y cuando hacemos opción por Jesús sabemos que la vida no nos va a ser fácil. No todos entenderán el mensaje de Jesús y muchos se van a poner en contra. Muchas veces desde los más cercanos a nosotros no comprenderán las opciones que nosotros podamos hacer por Jesús y su evangelio y nos vamos a encontrar quienes nos hagan la guerra. Es la división que va a aparecer entre los que nos rodean cuando hacemos opciones claras y radicales por Jesús y su evangelio.
Un ejemplo concreto. ¿Qué suele suceder cuando un joven que va llevando una vida normal con sus caminos de la vida siguiendo un ritmo normal y de repente porque ha sentido una llamada en el corazón siente, por ejemplo, que el Señor le llama por el sacerdocio o a una joven por la vida religiosa? Todos sabemos cuantos dramas se producen en muchas ocasiones en las familias cuando alguien ha tomado una decisión de esta naturaleza. Tratarán de quitarle la idea de la cabeza, tratarán de aconsejarlo para que deje la decisión para otro momento más adelante, le dirán que está loco cuando se decide por eso con lo feliz que podría ser en la vida y con la prosperidad que podría alcanzar en el mundo con lo preparado que está.
Así podríamos mencionar muchas más situaciones donde vemos que aparece la división, se crean momentos de inestabilidad quizá en las familias y de falta de paz, aunque bien sabemos que hay casos en que esto sea un motivo de alegría y de dar gracias a Dios. Aquí estamos contemplando como se realiza este anuncio de Jesús.
Jesús nos habla de la radicalidad con que hemos de vivir su seguimiento de manera que estemos dispuestos a abandonarlo todo por seguirle a El, porque eso será en verdad ganar la verdadera vida y salvación. ‘El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí’, nos dice Jesús claramente en el evangelio.
Nos habla luego de cómo acogiendo a sus enviados le estamos acogiendo a El y acogiéndole a El estamos acogiendo a quien le envió. Y nos hablará finalmente del valor las cosas pequeñas y de lo que nos pueda parecer más insignificante como pueda dar de beber un vaso de agua, porque esa fidelidad tendrá premio en el cielo. ‘El que de de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, solo porque es discípulo mío, no perderá su paga, os lo aseguro’.

El mensaje de Jesús siempre nos llenará de paz y de vida, porque sabemos que siempre podemos contar con su presencia y con su fuerza.

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