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viernes, 1 de junio de 2012


Tenemos un Sumo Sacerdote grande que ha atravesado los cielos, Cristo Jesús

Is. 52, 23-53, 12; Sal. 39; Hebreos, 10, 12-23; Lc. 22, 14-20
‘A ti, Jesús, te alaban las naciones; que a tu reino nos llevas, y en ti cobra esperanza nuestra súplica, único mediador de cielo y tierra… Ungido por el Padre, Jesucristo, eterno Sacerdote, reconcilias al cielo con la tierra, los hombres y los ángeles te adoren… cantan tu gloria, Cristo sacerdote, los cielos y la tierra; a  ti que por amor te hiciste hombre y al Padre como víctima te ofrendas…’
Es parte de los himnos con que la liturgia canta a Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote que hoy celebra la Iglesia. Único mediador de cielo y tierra, Ungido por el Padre eterno Sacerdote. Así contemplamos hoy a Jesucristo.
‘Mantengamos la confesión de nuestra fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo’, nos invita la carta a los Hebreos. ¿Cuál es la función del sacerdote? Como nos señala la misma carta ‘está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados…’
Cristo Jesús, uno como nosotros porque es verdaderamente hombre, está como único Mediador, como Sacerdote eterna que ha ofrecido el sacrificio definitivo de la nueva Alianza con el valor infinito de su Sangre porque es al mismo tiempo verdadero Hijo de Dios. ‘Se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote’. Para gloria de Dios Jesucristo fue constituido Sacerdote, en bien del género humano para hacernos llegar su salvación el Hijo único de Dios  es Sumo y Eterno Sacerdote.
El ha ofrecido el sacrificio definitivo de la Nueva y Eterna Alianza sellada con su Sangre, que nosotros actualizamos cada vez que celebramos la Eucaristía. Así es el Sacerdote pero también es la Víctima porque a sí mismo se ofrece y su propio cuerpo es el Altar del Sacrificio. 
Por eso cuando hoy estamos celebrando esta fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, unimos en nuestra celebración a aquellos que participan del Sacerdocio de Cristo en el sacerdocio ministerial, para dispensar la gracia de esos misterios santos en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.
Hoy es, pues, una fiesta del Sacerdocio de Cristo, de todos los bautizados que participamos de su sacerdocio porque con Cristo hemos sido hechos sacerdotes, profetas y reyes por la unción del Espíritu, pero de manera especial de los sacerdotes que participan del sacerdocio ministerial en el Orden Sagrado. Por eso en la oración litúrgica pedimos que ‘conceda a quienes El eligió para ministros y dispensadores de los misterios santos la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido’.
Un día que los sacerdotes vivimos de manera especial recordando y dando gracias a Dios por el don recibido al ser llamados y elegidos del Señor para este ministerio aunque no seamos merecedores de ello; un día que se convierte también en llamada a nuestro corazón para que generosamente respondamos a esa gracia del Señor y luchemos para ser cada día más santos para que dignamente ejerzamos este ministerio.
Pero es un día también en que la comunidad cristiana ha de tener en cuenta a sus sacerdotes en su oración. Para la gloria del Señor y en bien de la Iglesia, de la comunidad cristiana queremos responder a esa sublime llamada del Señor, pero necesitamos contar con el auxilio y la gracia de Dios. Es por eso que la comunidad cristiana tiene que estar con sus sacerdotes y rezar por ellos.
El Sacerdote no es un dirigente más como pueda haber tantos dirigentes en el ámbito de la vida civil. El sacerdote ha recibido una misión del Señor y participa de la misión de Cristo Buen Pastor. Y para ejercer esa misión de pastor ha de contar con la gracia del Señor. Por eso el pueblo cristiano tiene que orar por los sacerdotes para que sean fieles a su ministerio con una vida santa. Y han de orar también por las vocaciones para que sean muchos los llamados del Señor que respondan a esa invitación de gracia. 

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