Las instrucciones de Jesús sobre el verdadero seguimiento del Reino
Sant. 4, 1-10; Sal. 54; Mc. 9, 29-36
‘Atravesaron Galilea;
no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a los discípulos’.
Nos da detalles el evangelista de lo fundamental que les
iba enseñando, pero también de lo que, a pesar de las palabras de Jesús, bullía
en el corazón de los discípulos. Contradicción del corazón de los hombres;
contradicción del corazón de los que creemos en Jesús y decimos que queremos
seguirle; contradicción que observamos también muchas veces en el seno de la
Iglesia, pues no en vano está formada por hombres humanos y llenos de flaquezas
en su corazón.
Mientras Jesús anunciaba una vez más lo que significaba
su entrega, los discípulos por su parte discutían entre ellos sobre quien era
el más importante. No era la primera vez que Jesús hablaba del sentido de su
Pascua, de su entrega, de su pasión, de su muerte. Pero parecía que el corazón
lo tenían embotado y no comprendían.
‘Les decía: el Hijo
del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después
de muerto a los tres días resucitará’. Pero ya el evangelista comenta que ‘no entendían nada y les daba miedo preguntarle’. En la primera
ocasión Pedro se había opuesto. Cuando bajaban del monte de la transfiguración
no entendían aquello que les había dicho de que no dijeran nada hasta que
resucitara de los muertos, pero no preguntan. Ahora tampoco entienden ‘y les daba miedo preguntarle’.
Pero es que sus mentes iban entretenidas en otras cosas.
Pensar en Jesús como Mesías tenía otras connotaciones. Se vislumbraba poder,
porque se pensaba en ejércitos y en liberación de la opresión romana para
obtener la tan deseada libertad. Estarían algunos pensando en eso hasta los
mismos momentos antes de la Ascensión porque mientras iban al monte de los
Olivos es una pregunta que le hacen. Por eso ahora están preocupados quien va a
ser el más importante en ese reino nuevo. Discutían por el camino.
Cuando llegan a Cafarnaún es la pregunta que Jesús les
hace. ‘¿De qué discutías por el camino?’ ¿Pensaban
ellos que Jesús no se había enterado de sus discusiones? La pregunta les
cogería de sorpresa. ‘No contestaron,
pues por el camino habían discutido quién era el más importante’.
‘Quien quiera ser el
primero que sea el último de todos y el servidor de todos’ les afirma rotundamente dando
respuesta a la pregunta que se hacían. Ya sabían quien iba a ser el más
importante. Si querían luchar por ocupar primeros puestos, la lucha tendría que
ser por el servicio, por el amor, por la entrega como era la entrega de Jesús.
En la última Cena se pondrá El como ejemplo lavando los pies a los discípulos. ‘Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado
los pies, así tenéis que lavaros los pies los unos a los otros’.
Ahora será otra la imagen que escoge y propone, un
niño. ‘Acercando a un niño lo puso en
medio de ellos’, dice el evangelista. Algún día dirá que hay que hacerse
niño para entrar en el reino de los cielos. Ahora simplemente pide acoger a un
niño. Un niño antes de llegar a la mayoría de edad era poco considerado, no se
tenía en cuenta. Pues nos dice que hay que tenerlo en cuenta, que hay que
acogerlo, porque acoger a un niño es acogerlo a El. ‘El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí, y el que
me acoge a mí acoge al que me ha enviado’.
Y a nosotros, ¿qué nos dice este evangelio? ¿Lo
entenderemos bien? ¿O nos seguiremos dando codazos en la vida porque queremos
ser importantes? ¿Comprenderemos bien cuál nuestra verdadera grandeza? ¿Cómo
nos acogemos unos a otros? Muchas preguntas para pensar, para examinarnos, para
rectificar nuestra vida en un verdadero seguimiento de Jesús.
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