Filp. 1, 1-11;
Sal. 110;
Lc. 14, 1-6
‘Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo’. Este saludo de Pablo, habitual en el inicio de sus cartas, lo utilizamos también nosotros muchas veces en la liturgia como saludo a la comunidad en el comienzo de la celebración. Si supiéramos apreciar bien lo que es recibir la gracia y la paz de Dios… qué hermoso. Es llenarnos de Dios, su gracia, su amor, su vida, y llenos de Dios estaremos siempre llenos de su paz.
Pablo en este inicio de su carta a los cristianos de Filipos, ‘a todo el pueblo santo que residen en Filipos’, se muestra entrañablemente tierno con aquella comunidad. Repite varias veces como da gracias a Dios, como ora al Señor por ellos y lo hace con alegría. Siente Pablo una cercanía grande hacia aquella comunidad; ‘habéis sido colaboradores míos en la obra del evangelio’, les dice. Y espera que Dios estará con ellos ‘porque el que ha inaugurado entre vosotros una obra buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús’.
Además expresa cómo en momentos difíciles no se sintió sólo ‘porque todos compartís el privilegio que me ha tocado’; considera una gracia lo que le ha tocado sufrir por el evangelio y por el nombre de Jesús, pero da gracias porque han estado a su lado.
Me he detenido a comentar este inicio de la carta de Pablo a los Filipenses con estas circunstancias concretas a las que hace mención, porque quiero compartir con vosotros cómo ese es el gozo en el Señor de los pastores al contemplar una comunidad cristiana viva que responde con generosidad a la gracia del Señor. Ya comentaba ayer al hablar de los distintos carismas que surgen en la Iglesia de Dios, en nuestras comunidades. Es un gozo por el que dar gracias al Señor cuando nos encontramos con comunidades con esa vitalidad, decíamos ayer.
Un motivo de acción de gracias al Señor el sentir a nuestro lado colaboradores fieles que trabajan generosamente en la viña del Señor y que están al lado de sus pastores en toda circunstancia. Nuestro apoyo es el Señor, pero conforta en el alma esa respuesta, ese apoyo, ese ver a nuestro lado gente generosa que también nos da ánimos. Porque también los pastores podemos pasar por momentos difíciles y problemáticos y el Señor se nos manifiesta en esos hermanos que nos ayudan y nos apoyan y oran por nosotros. Es una gracia del Señor para nosotros ese apoyo de la comunidad cristiana.
Digo todo esto porque es bueno que la comunidad cristiana sepa estar al lado de sus pastores y lo mismo que el pastor, el sacerdote o el obispo, ora y quiere hacerlo intensamente por la Iglesia y por es comunidad en concreto que el Señor ha puesto a su cuidado, así también hemos de saber apoyar con nuestra oración a los sacerdotes, a los pastores todos del pueblo de Dios y a cuantos viven un compromiso apostólico a favor de la comunidad cristiana.
Y termino con esa última oración que hoy vemos al apóstol Pablo hacer por aquella comunidad de Filipos. ‘Y esta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores., Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús a gloria y alabanza de Dios’. Que el Señor nos conceda crecer más y más en el amor, pero también en esa finura espiritual que nos haga crecer en santidad y que todo se manifiesta en esas obras buenas de justicia y amor pero siempre para la gloria de Dios.
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