Ef. 5, 21-33;
Sal. 127;
Lc. 13, 18-21
Para hablarnos del Reino de Dios hoy Jesús lo hace refiriéndose a dos cosas pequeñas y que nos pueden parecer insignificantes, una pequeña semilla que se planta y un puñado de levadura que se echa en la masa. No nos habla de una semilla grande sino tan insignificante como es la mostaza, y en comparación con la masa a la que se echa la levadura ésta es un puñado también realmente pequeño pero que dará su resultado.
Algunas veces nos pudiera parecer que tendríamos que hacer cosas grandes y llamativas cuando sentimos la inquietud en nuestro corazón por la fe y por el evangelio y contemplamos al mismo tiempo la realidad de nuestro mundo que vive tan ajeno o a espaldas del mensaje de Jesús. ¿Qué podríamos hacer para que de una vez por todas todo el mundo se enterase de lo que significa el evangelio de Jesús y para que todos se convirtieran a él? Podíamos sentir incluso el deseo de hacer grandes revoluciones para ello. Pero no es ese el camino de Jesús ni su estilo.
Como nos enseña hoy es sembrar pequeñas semillas, que por supuesto habrá que cuidar, pero que serán las que irán haciendo salir esos brotes renovadores de nuestra propia vida y de la de nuestro mundo. El cambio no lo podemos ver realizado de una forma mágica, sino que será la respuesta que el hombre vaya dando y será entonces cómo pueda ir surgiendo esa vida nueva para nuestro mundo.
Nos enseña Jesús hoy que tenemos que ser como la levadura, en otra ocasión nos ha hablado de la sal que da sabor, o de la luz que tiene que ir iluminando y abriéndose paso en medio de las tinieblas para poco a poco irlas haciendo desaparecer. Hoy nos habla de fermentar la masa, meternos dentro de ella como levadura que transforme, que de vida y sabor a nuestro mundo. No es el camino de la revolución sino el de la transformación. Estos mismos días el papa Benedicto XVI ha hablado de eso. Los cristianos tenemos que estar en medio del mundo como levadura en la masa. Buena levadura que haga fermentar, que haga brotar ese pan nuevo y tierno del Reino de Dios en medio de los hombres.
Por eso como tantas veces decimos son las pequeñas cosas que hacemos cada día y las hacemos con amor; son esos pequeños detalles de amor, de cercanía, de alegría, de esperanza, de luz que tenemos que ir sembrando. Y muy seguros de nuestra fe en Jesús, seguros porque nos apoyamos en el Señor, iremos haciendo que cada día nuestro mundo sea mejor.
Comencemos ahí donde estamos, donde hacemos la convivencia de cada día, en la familia, con la gente con la que trabajamos o con la que nos relacionamos. Que se note en verdad que ahí hay un cristiano, alguien que cree en Jesús y en su nombre va haciendo el bien, va sembrando paz, va haciendo sentir de verdad lo que es el amor. Es nuestro testimonio valiente que así se convierte en misionero. Es nuestra palabra y nuestra vida que hablan de Jesús por nuestras actitudes y comportamientos.
Es la forma nueva y distinta de hacer las cosas, de vivir el matrimonio, la amistad, el trabajo, la relación con los demás que nosotros tenemos porque nos sentimos animados por Jesús, porque nos inspira el evangelio, porque lo hacemos con la fuerza del Espíritu del Señor que está con nosotros.
Que el Señor nos inspire cada día esa semilla que hemos de sembrar y como en verdad tenemos que ser esa levadura transformadora de nuestro mundo en el estilo del evangelio y del Reino de Dios. Que el Señor siga ayudándome a mi también para poder sembrar esta semilla de cada día y pueda llegar a muchos corazones que tambien se acerquen mas a Dios cada día.
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