FIESTA DE LOS APOSTOLES SAN SIMON Y SAN JUDAS
Ef. 2, 19-22;
Sal. 18;
Lc. 6, 12-19
Que ‘por la intercesión de los santos apóstoles tu iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos’. Así pedíamos en la oración litúrgica de la fiesta de los santos apóstoles san Simón y san Judas.
Apóstoles elegidos por el Señor para ser, como nos enseña el apóstol Pablo en la carta a los Efesios, cimientos sobre los que se edifica la Iglesia. ‘Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo es la piedra angular’. Hemos escuchado por su parte en el evangelio el relato de la elección de los apóstoles que hizo Jesús. ‘Pasó la noche orando a Dios y cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos, y los nombró apóstoles’. A continuación el evangelista nos da la relación en la que aparecen ‘Simón, apodado el Celotes – el cananeo lo llama otro de los evangelistas – y Judas, el de Santiago – llamado también Judas Tadeo -.
Es importante la misión que confía a los Apóstoles porque a ellos de manera especial envía por todo el mundo a predicar el Evangelio, la Buena Noticia del Reino de Dios, que se ha realizado en la muerte y en la resurrección del Señor. Van a ser ese cimiento de la Iglesia porque en tornos a ellos se va a reunir la comunidad que va naciendo de los que creen en Jesús. Por Cristo, y sobre el cimiento de los apóstoles, como nos dice Pablo, 'todo el edificio queda ensamblado y se va levantando para formar un templo consagrado al Señor'.
Qué importante la misión de los Apóstoles y de sus sucesores los Obispos en la formación, en el crecimiento y en el mantenimiento de la comunión y de la unidad de la Iglesia de Jesús. Los Obispos, como verdaderos sucesores de los Apóstoles, van a seguir realizando su misma misión. Por eso en torno al Obispo, repito auténtico sucesor de los apóstoles es congregada en unidad cada una de la Iglesias, formando en comunión y en unidad con el Papa y con todas las Iglesias la única Iglesia de Cristo.
Esa Iglesia que queremos ver crecer, como pedíamos en la oración. Crecer porque cada día llegue a más gente y a más pueblos el evangelio de Jesús y así crezca el número de los discípulos de Cristo y miembros de la Iglesia. Estos días hemos estado viviendo unas jornadas misioneras en torno al Domund que nos habla de esa inquietud por el anuncio del evangelio que todos hemos de sentir.
Pero el crecimiento no es sólo en número, sino que tiene que manifestarse en la intensidad de la fe de la Iglesia, la intensidad de todos y cada uno de los que formamos la Iglesia. Es importante esta vitalidad de los cristianos, de los que creemos en Jesús. Vitalidad en una fe firme, una fe comprometida, una fe que se manifiesta en la intensidad del amor cristiano, vitalidad que se verá reflejada en la santidad de sus miembros.
Crecimiento de la Iglesia en la medida en que los que la formamos nos sentimos más comprometidos con la Iglesia y así vayan surgiendo esos diferentes carismas y ministerios de servicio dentro de la comunidad cristiana. En los versículos anteriores a los hoy leídos, y que no hace pocos días también escuchamos, el apóstol nos dice cómo el Espíritu va haciendo surgir esos diferentes carismas en la Iglesia. ‘A unos ha constituido apóstoles, a otros, profetas, a otros evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del Cuerpo de Cristo’.
Así veremos la riqueza y vitalidad de nuestras comunidades cuando vemos a las distintas personas comprometidas en diversos servicios en nuestras parroquias. Es un gozo por el que dar gracias al Señor cuando nos encontramos con parroquias con esa vitalidad. Ese es el crecimiento de la Iglesia junto con la santidad de todos y cada uno de sus miembros que tenemos que buscar.
Es lo que hoy de manera especial con la intercesión de los Santos Apóstoles, san Simón y san Judas, queremos pedir al Señor. Para nuestra iglesia, y para cada uno de nosotros.
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