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domingo, 5 de septiembre de 2010

Hemos de saber a qué subimos a Jerusalén


Sab. 9, 13-18;
Sal. 89;
Filemón, 9-10-12-17;
Lc. 14, 25-33

El evangelio nos dice que ‘mucha gente acompañaba a Jesús’. Entraña esto que iban de camino. En la dinámica del evangelio de Lucas estamos en la subida de Jesús a Jerusalén, una subida con un significado especial, porque era su subida definitiva. Es bien significativo.
Esto da ocasión a Jesús a plantearle a los discípulos si realmente sabían lo que significa subir con El a Jerusalén. Algo así como preguntarles ¿sabéis a qué subimos a Jerusalén? Claro que esto nos vale para preguntarnos a nosotros también ¿sabéis lo que significa seguirme, ser discípulo mío? Algo así también nos está planteando Jesús a nosotros. Y es que el evangelio no es para adormecernos con El sino que siempre nos estará planteando cosas hondas.
Jesús un poco para que comprendan que hay que pararse a reflexionar les propone esos dos ejemplos o parábolas, como queramos llamarlos, del que va a edificar una torre o del rey que va a entablar una batalla. Hoy para todo nos exigen proyectos y proyectos bien detallados, ya sea una construcción que vayamos a realizar o ya sea un plan que queramos realizar en cualquier negocio, cualquier actividad, o cualquier realización social. O si vamos a emprender un viaje queremos saber bien a donde vamos, la ruta, lo que nos va a costar, las dificultades con que nos podamos encontrar y así mil detalles más; no queremos ir a la loco, todo queremos llevarlo bien planificado.
Pero ¿seremos así en esos planteamientos más hondos en los que nos va el sentido de la vida o donde podemos poner en juego nuestra salvación eterna? ¿Nos planteamos con esa misma seriedad lo que significa ese ser cristiano, ese seguimiento de Jesús o simplemente nos dejamos llevar porque aquí somos cristianos de toda la vida? ¿cuál es el proyecto de mi vida y de mi fe?
Siempre decimos, desde aquella respuesta elemental que aprendimos en el catecismo, ser cristiano es ser discípulo de Jesús. Es cierto, pero esto es muy serio. No es cualquier cosa. Podemos tenerlo muy claro, pero siempre tenemos que revisarnos porque como sucede en todo caminante se nos pueden ir pegando los polvos del camino, y aquello que nos parecía muy claro se nos puede ir empañando, como se empaña el cristal de nuestras gafas o el cristal del coche con los humos, los polvos, las lluvias o las ventiscas del camino. Esas suciedades pueden ocultarnos lo que tiene que ser la verdad más fundamental de nuestra vida en el seguimiento de Jesús.
Seguir a Jesús es hacer su camino, reflejar su vida en mi vida, ser capaz también de cargar con su cruz o con la cruz nuestra de cada día, pero haciéndolo a su manera. Que ese proyecto de mi vida coincida totalmente con el proyecto de Jesús. Que sepamos bien, tengamos muy claro y muy asumido en nuestra vida lo que es su vida, esa vida que tenemos que copiar en nosotros.
Decíamos que Jesús les pregunta o les platea a los que van con el de camino subiendo a Jerusalén algo así como si sabían bien lo que significaba aquella subida. Cuando lleguen a Jerusalén, ellos que van encantados con Jesús porque han escuchado sus enseñanzas, han visto sus milagros e incluso van a hacer una fiesta grande en la bajada del monte de los Olivos a la entrada a Jerusalén, allí se van a encontrar que Jesús es discutido y rechazado, que buscarán su muerte por todos los medios; que el amor y la entrega de Jesús le va a llevar a la cruz y a la muerte, y entonces llegará el momento de que los que le siguen tendrán que tomar partido, decidirse. Y ya sabemos lo que sucedió en Jerusalén y como los mismos discípulos andaban divididos, huyeron, o andaban encerrados por miedo a los judíos. El mismo Pedro llegará a negar que conoce a Jesús.
Por eso ahora Jesús les previene, les prepara. Ser su discípulo para seguirle significará que hay que preferirle a El frente a todo y frente a todos. Por eso les dirá: ‘Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre o a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío’.
Es una decisión importante. Jesús tiene que ser el primero; su Reino tiene que ser lo primero; esa Buena Noticia que han escuchado tiene que ser lo que tenga preferencia en la vida. No es que no se pueda amar al padre, la madre, la mujer, el hijo el hermano o la hermana. Pero Jesús, su Reino, el Reino de Dios tiene que estar por encima de todo, tiene que ser lo que dé sentido, profundidad, valor, autenticidad a todo lo demás.
‘Quien no lleve su cruz detrás de mi, no puede ser discípulo mío’, sigue diciéndoles. ¿Qué significa ese llevar la Cruz? ¿Qué significó la Cruz para Jesús? La Cruz fue entrega, pero fue amor; entraña sufrimiento y sacrificio, pero todo está envuelto en el amor, en el amor sin límites, en el amor hasta el final. Es, entonces, la ofrenda de amor que tenemos que saber hacer de nuestra vida.
Ofrenda de amor en nuestra fidelidad incluso hasta en el dolor. Ofrenda de amor en esa aceptación de nuestra vida con sus cruces, sus sufrimientos, sus sacrificios. Ofrenda de amor en esa entrega que tenemos que vivir en cada momento en la responsabilidad del día a día. Ofrenda de amor en ese testimonio de Jesús, al ponerlo como lo principal, lo preferido de nuestra vida, que vamos haciendo con nuestra palabra, con nuestro ejemplo, con nuestras obras de amor, con las cosas buenas que vamos haciendo cada día.
Esto es cosa que sabemos y que queremos vivir, es cierto. Pero bueno es recordarlo, revisarlo porque, como decíamos, los cristales con los que vemos la vida se nos pueden ir empañando con el polvo, con las suciedades y miserias de la vida. Y es bueno que nos dejemos interpelar por el Evangelio.
Además, podemos recordar lo que nos decía el libro de la Sabiduría. ‘Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles’. Somos débiles y tantas veces erramos en nuestro camino. Queremos conocer los designios de Dios, comprender lo que Dios quiere y como decía el sabio del Antiguo Testamento ‘¿quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu santo Espíritu desde el cielo?’.
Que el Espíritu del Señor nos ilumine, nos de fuerza para seguir ese camino de Jesús porque sólo con la fuerza del Espíritu podremos comprenderlo y podremos ponernos en camino con El. Queremos en verdad ser sus discípulos, seguir a Jesús, ponernos en camino con El, aunque tengamos que subir a Jerusalén, aunque tengamos que cargar con la cruz porque para nosotros Jesús será siempre el primero, porque lo es todo para nosotros.

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