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jueves, 26 de agosto de 2010

A la Iglesia de Dios en Corinto…

1Cor. 1, 19;
Sal. 144;
Mt. 24, 42-51

‘Escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto…’ Así comienza Pablo su carta, que vamos a leer a lo largo de tres semanas. Una carta extensa y con un mensaje grande y hermoso para animar a aquella comunidad, corregir y orientar que a nosotros nos vale también, pues para nosotros es también Palabra de Dios.
Vamos a fijarnos en algunos aspectos de este saludo inicial de la carta que escribe Pablo, como dice, ‘llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios’. Nos deja por así decirlo su tarjeta de presentación y la autoridad con la que escribe a aquella comunidad que él había iniciado con la predicación del evangelio en su segundo viaje.
Comienza, pues, dirigiéndose ‘a la Iglesia de Dios en Corinto…’ Es la comunidad de los que creen en Jesús que se sienten iglesia, porque se sienten convocados por el Señor. Ya hemos mencionado en alguna ocasión el significado de la Palabra Iglesia. Pero añade algo más, es la comunidad de ‘los consagrados por Jesucristo, el pueblo santo que El llamó (convocó = iglesia) y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro y de ellos’.
Subrayemos, los consagrados, el pueblo santo… que invoca el nombre de Jesús. Todo esto tenemos que mirarlo en nosotros, que somos también esa Iglesia de Dios que peregrina en ese lugar concreto donde vivimos, pero que somos consagrados y somos pueblo santo. Consagrados, ungidos con el Espíritu del Señor, porque toda nuestra vida ha de estar dedicada a la gloria de Dios. Como un lugar consagrado, un lugar, es separado, por así decirlo, para dedicarlo sólo a Dios, así nosotros también. En el Bautismo fuimos ungidos, luego consagrados, para la gloria del Señor.
Por eso somos ese pueblo santo. Es a lo que estamos llamados y es la santidad que tiene que resplandecer en nuestra vida. Nos miramos y nos vemos pecadores y nos decimos cómo es que se nos puede llamar pueblo santo. Pues lo somos desde esa consagración de nuestro Bautismo. Es el pueblo de los santos y esos santos tenemos que serlo nosotros. Cuando Pablo se dirige a las diversas comunidades a las que escribe sus cartas es de esa manera cómo los llama, a los santos de… y menciona el lugar, la iglesia.
Todo esto, pues, tiene muchas consecuencias para nuestra vida. Nos recuerda lo que somos y la exigencia de santidad de santidad que tiene que haber en nuestra vida. Es una invitación a vivir esa vida santa, a superar nuestras debilidades y pecados, a que todo lo que hagamos sea siempre la gloria de Dios, para que en todo momento invoquemos el nombre del Señor.
‘En mi acción de gracias, nos dice Pablo, siempre os tengo presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús… El os mantendrá firmes hasta el final… Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro’. Vivamos en consecuencia.

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