Tes. 1, 1-5.11-12;
Sal. 95;
Mt. 23, 13-22
‘Pablo, Silvano y Timoteo a los tesalonicenses que forman la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo…’ Así comienza Pablo la segunda carta a los cristianos de Tesalónica que vamos a ir escuchando en los próximos días. A ellos, los convocados por Dios Padre y el Señor Jesucristo, la Iglesia de Tesalónica – eso significa la palabra Iglesia, convocados – Pablo les desea gracia y paz.
Quiero fijarme en la forma hermosa cómo comienza Pablo su carta. Da gracias a Dios. Es una comunidad muy querida por él y a la que dirige varias cartas, conservamos dos, pero a los que manifiesta una ternura y una predilección especial. Es el amor del apóstol por la comunidad que le ha sido encomendada.
Pero Pablo hace unas hermosas valoraciones de esta comunidad. Como hemos escuchado da gracias a Dios por la fe y por el amor cada día más creciente entre ellos. ‘Es deber nuestro dar continuas gracias a Dios por vosotros, y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente y vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno – un amor verdaderamente mutuo – sigue aumentado’, les dice. Se siente Pablo orgulloso de ellos. Desea que se cumplan todas sus esperanzas. Que así como ellos glorifican al Señor con su fe y con su amor, así Dios los glorifique también a ellos. ‘Para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y vosotros seáis la gloria de El, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo’.
Hasta aquí el gozo que siente el apóstol por aquella comunidad. Pero esto tenemos que verlo ahora en nosotros. ¿Crece nuestra fe vigorosamente y el amor mutuo entre nosotros sigue aumentando también? Creo que es necesario que nos detengamos un poquito en esto. Quizá alguien pudiera pensar que eso no se da entre nosotros. ¿No ve como son?, nos pudiera decir alguien.
Pero me pregunto, ¿cómo vemos el vaso? ¿Medio lleno o medio vacío? Podría alguien decir, bueno parte y parte; si sólo está medio vacío es señal de que también esta medio lleno, luego hay algo. Tenemos la tentación de mirar las cosas de forma pesimista. ¡Es que falta tanto para que se dé eso en nosotros!
Pero creo que tenemos que aprender a valorar también lo que tenemos, o los pasos que vamos dando en la vida. Es cierto que no somos perfectos y nos faltará mucho para alcanzar esa perfección de la santidad. Pero lo estaremos intentando, vamos damos pasos en el camino de nuestra fe. Seguro que ahora podemos estar viviendo cosas en ese orden de la fe que no vivíamos antes, aunque aún nos falten muchas cosas. Seguro que ahora estamos intentando amarnos un poquito más y damos nuestros pasitos para aceptarnos, para perdonarnos, para no tratarnos mal, para querernos un poquito más.
Pues seamos capaces de dar gracias a Dios por esos pasos, aunque nos parezcan pequeños. En aquella comunidad de Tesalónica no todo era perfecto como se podrá ver por el resto de la carta, pero Pablo comienza valorando lo que ya hay en ellos, esa fe que crece, ese amor mutuo que va aumentando día a día. Con esa nuestra fe y ese nuestro amor aunque aun sea imperfecto queremos dar gloria a Dios y el Señor sigue llenándonos con sus bendiciones y sus gracias y con lo que hacemos queremos ser en verdad también la gloria del Señor ‘según la gracia de Dios y del señor Jesucristo’, como decía Pablo.
Démosle gracias al Señor por nuestra fe. Démosle gracias porque queremos amarnos cada día un poquito más. Démosle gracias pero sintamos también la gracia y la fuerza que El nos da para que lo vayamos logrando y cómo en el Señor veremos también cumplidas nuestras esperanzas, como le decía Pablo a los tesalonicenses.
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