Is. 49, 1-6;
Sal. 138;
Hechos, 13, 22-26;
Lc. 1, 57-66.80
El profeta Jeremías había escuchado un oráculo del Señor: ‘Antes de formarte en el vientre, te escogí, antes de que salieras del seno materno, te consagré; te nombré profeta de los gentiles…’ Y en ese mismo sentido hemos escuchado al profeta Isaías hoy: ‘Estaba yo en el seno materno, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada…’
Estamos celebrando hoy el nacimiento de Juan Bautista. Una fiesta que nos llena a todos de alegría como de alegría se llenaron las montañas de Judea en su nacimiento. ‘La noticia corrió por toda la montaña de Judea y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser este niño? Porque la mano de Dios estaba con él’, nos comenta el evangelista Lucas.
‘Y a tí, niño, te llamarán profeta del Altísimo’, exclamaría Zacarías su padre bendiciendo a Dios. ‘Será grande a los ojos del Señor… porque convertirá a muchos israelitas al Señor, su Dios’, le había anunciado el ángel antes de su nacimiento. ‘Antes de formarte en el vientre te escogí’, que había dicho el profeta. Y la criatura había comenzado a dar saltos en el seno de su madre, como reconocería Isabel en la visita de María. ‘Antes de que salieras del seno materno te consagré’.
Diría él más tarde cuando recibiera allá en el desierto junto al Jordán la embajada llegada de Jerusalén que no era ni el Mesías ni un profeta, porque incluso no era digno de agacharse a atar la correa de la sandalia del que iba a venir. El tenía que menguar para que creciera el que había de venir. Y él no era sino ‘la voz que clama en el desierto’, como había anunciado el profeta y sólo estaba allí para preparar los caminos del Señor. Sin embargo de él diría Jesús que era ‘el mayor de los nacidos de mujer’ y sería el que señalaría a sus discípulos al ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.
¡Cuántas cosas podemos reflexionar sobre Juan en la fiesta de su nacimiento y cuánto tenemos que aprender de él, escuchando su voz y siguiendo el testimonio de su vida! Que con la misma fidelidad que iba Juan como Precursor delante del Señor señalando los camino, sigamos nosotros ahora a Jesús cuando hemos escuchado que nos lo señalaba como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. De Juan aprendemos a seguir al Cordero, como aquellos primeros discípulos que escucharon su palabra y su invitación nosotros queremos seguirle porque no sólo es el Cordero que se inmola por nosotros sino también el Pastor que nos guía y nos conduce hasta donde está la vida eterna.
A Juan escuchamos invitándonos a la conversión y a la penitencia, a la responsabilidad de nuestra vida en el cumplimiento de nuestros deberes y obligaciones, pero también al compartir generoso porque el que tiene dos túnicas que las reparte con el que no tiene, como les decía a los que venían a preguntarle que habían de hacer para preparar los caminos del Señor.
Cuánto valor siguen teniendo las palabras de Juan y cuánto significado en el mundo concreto donde vivimos. La austeridad de su vida en el desierto nos enseñará también a vaciarnos de nosotros mismos, pero también de tantas cosas superfluas con las que tantas veces llenamos nuestra vida porque pensamos que con ello somos más felices, pero fijándonos en él aprenderemos lo que de verdad es necesario y lo que realmente es importante.
En aguas de penitencia también nosotros hemos de sumergirnos, aunque ya recibiéramos las aguas bautismales que a partir del bautismo de Jesús en el Jordán adquirieron un nuevo sentido, cuando ya nos hicieron hijos de Dios e inundados de vida divina. Pero, aunque ya tendríamos que estar para siempre revestidos y resplandecientes con el vestido nuevo de la gracia, reconocemos que una y otra vez nos hemos dejado mancillar por el pecado, por el egoísmo y por la maldad que quieren llevarnos por caminos de muerte. Necesitamos oír, sí, una y otra vez la voz que nos llama a la conversión, al arrepentimiento y a la penitencia.
Es la voz que nos lleva a la Palabra, es el que nos señala el camino que nos lleva hasta Cristo. Pero por el bautismo el Espíritu a nosotros también nos ha hecho profetas para ser voz con nuestra palabra y con el testimonio de nuestra vida que señalemos al mundo cual es el verdadero camino, dónde está la verdad absoluta que llene nuestras vidas, y la vida verdadera por la que merece darlo todo como el más preciado tesoro que encontremos. También nosotros tenemos que señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. También nosotros tenemos que ser testigos que señalen el camino hasta Cristo.
Nos alegramos en esta fiesta del nacimiento de Juan y no es para menos. Es el precursor del Salvador. Es quien, como los primeros resplandores de la aurora que nos anuncian la llegada del día, nos anuncia y nos señala el camino del Señor. Hoy celebramos el nacimiento de Juan, pero eso nos está diciendo que en seis meses celebraremos el nacimiento de Cristo. La alegría que nos impulsa a hacer fiesta hoy, es un preanuncio de la gran alegría y de la gran fiesta del nacimiento del Salvador.
Como nos señala el evangelio de Juan, ‘surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan para dar testimonio de la luz y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto’. Hoy celebramos su nacimiento, nos llenamos de alegría pero queremos escuchar también el testimonio de su vida y el anuncio de su voz. Démosle gracias al Señor.
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