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jueves, 22 de abril de 2010

‘¿Y cómo voy a entender sin nadie que me guíe?’

Hechos, 8, 26-40;
Sal. 65;
Jn. 6, 44-52

‘¿Entiendes lo que estás leyendo?... ¿y cómo lo voy a entender si nadie me guía?’ Es el arranque de la conversación entre Felipe y el ministro de la reina de Etiopía que volvía de una peregrinación a Jerusalén.
El Espíritu del Señor – ‘el ángel del Señor’, dice el texto sagrado – condujo a Felipe, a quien hemos visto predicando en Samaria, hasta llevarlo junto a la carroza del eunuco. ‘Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías’. Un texto en clara referencia a Jesús, Cordero inocente que se entrega por nosotros. ‘Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él’. Felipe le explica ante las preguntas de aquel hombre. ‘Se puso a hablarle y tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Noticia de Jesús’.
Un anuncio kerigmático proclamando a Jesús como el Mesías Salvador. Una Catequesis que llevará a aquel hombre a pedir el Bautismo. ‘En el viaje llegaron a un sitio donde había agua y le dijo el eunuco: Mira, agua. Qué dificultad hay en que me bautice?... Si crees de todo corazón, se puede… Creo que Jesús es el Hijo de Dios’, proclamó su fe aquel hombre. ‘Felipe lo bautizó… y siguió su viaje lleno de alegría… el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y que fue a parar a Azoto, y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea’.
Hasta aquí un resumen del texto. Varias cosas podemos subrayar. Después del martirio de Esteban los primeros creyentes se fueron dispersando por distintos lugares y fueron llevando la Buena Noticia a todas partes. Aunque en principio el evangelio era anunciado a los judíos, pronto va a ser proclamado también a los gentiles. Este caso es alguien venido de lejos, quizá un prosélito del judaísmo por el interés que muestra por los profetas y el Antiguo Testamento.
Pero aquí hay un detalle a destacar. Iba leyendo al profeta Isaías. Era como su libro de compañía en el largo viaje. Pero fue la Palabra de Dios que llegó a su corazón. Qué importante para nosotros la lectura de la Biblia. No sólo cuando la escuchamos en la celebración sagrada, en la Eucaristía sino también como lectura personal, para nuestra reflexión personal y como base de nuestra oración. Ya podríamos aprender a ello y saber encontrar tiempo a lo largo de la jornada para dedicar un tiempo cada día a esa lectura personal.
Este hombre se deja guiar. No entiendo totalmente el sentido de lo que está leyendo pero está con el deseo de encontrar alguien que le explique. ‘¿Y cómo voy a entender sin nadie que me guíe?’ Es un aspecto importante, dejarnos guiar. Cuando venimos a la celebración escuchamos la explicación que nos hace el sacerdote. Pero los cristianos necesitamos algo más. Qué hermoso cuando en nuestras parroquias surgen grupos con deseos de profundizar en el evangelio o otra cualquier parte de la Biblia y se reúnen para hacer la lectura en común buscando alguien que oriente, que ayude, que dirija esa lectura para sacar provecho.
Felipe se deja conducir por el Espíritu del Señor que le lleva allí donde es necesario ese anuncio de la Buena Noticia de Jesús. Ha estado en Samaria, ahora es llevado junto a este hombre para ese anuncio del evangelio y luego seguirá evangelizando por distintos lugares como ya hemos reseñado. Dejarnos conducir por el Espíritu del Señor para eso bueno que nos va inspirando en nuestro corazón. Seguro que el Espíritu querrá llevarnos a muchas cosas buenas, a mucho que podemos hacer por los demás o por el anuncio del Evangelio. No pongamos resistencia al Espíritu del Señor.
El anuncio claro y firme que hace Felipe del nombre de Jesús como nuestro Salvador moverá el corazón de aquel hombre para hacer una profesión de fe, convertir su corazón al Señor y recibir el Bautismo. A eso tiene que llevarnos la Palabra de Dios que se nos proclama y que nosotros escuchamos. Que nuestra fe sea firme. Que nuestra conversión al Señor sea total. Que en verdad nos dejemos inundar por la gracia del Señor que recibimos en los sacramentos para vivir la salvación de Dios.

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