Is. 58, 6-11;
Sal. 111;
Ef. 3, 14-19;
Mt. 25, 31-46
‘Venid vosotros, benditos de mi Padre, estuve enfermo y me visitasteis. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis…’ ¡Cómo no recordar estas palabras cuando estamos celebrando la fiesta del Santo Hermano Pedro, nuestro santo canario!
Esa fue su vida y ese fue su camino de santidad. Una inquietud en su corazón le llevó a marchar a Centroamérica y allí gastó su vida en el amor. Cumplió ampliamente y al pie de la letra las palabras del Evangelio y lo que escuchamos también en el profeta Isaías. ‘Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, hospedes al pobre sin techo, y vistas al que ves desnudo… brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía…’
Pobre llegó hasta Guatemala después de muchos avatares desde que partió de Tenerife y allí vivió entre los pobres y a su atención y servicio dedicó totalmente su vida. Cuba, Honduras fueron etapas, además nada fáciles por su enfermedad, por las que el Señor le fue llevando hasta que sintió que sería allí en Antigua donde gastaría su vida en el amor.
No vamos a extendernos en detalles de su vida que fue todo amor y servicio a los pobres y necesitados, sino aprender de él para vivir también nuestro camino de amor y santidad. Cuando los cristianos celebramos las fiestas de los santos aprendemos del ejemplo de su vida al tiempo que nos sentimos protegidos con su valiosa intercesión pero sobre todo nos sentimos impulsados a ver en su santidad un estímulo grande para nuestra personal lucha por la santidad.
La espiritualidad del Hermano Pedro se centra en tres grandes misterios de la vida de Cristo: Belén, la Pasión y la Eucaristía. Pobreza y humildad como contemplamos en el nacimiento de Jesús en Belén, entrega en el amor hasta ser capaz de dar la vida como lo hizo Cristo en su pasión, y unión grande y profunda con Cristo en la Eucaristía que es la fuente de su profundo espíritu de humildad, pobreza y servicio, como nos lo expresa la liturgia en las oraciones de su fiesta.
El Santo Hermano Pedro era un hombre de profunda oración, un contemplativo casi podríamos decir. En la oración va discerniendo él los caminos del Señor para su vida ya desde su juventud en Tenerife y será donde descubre esa llamada en su corazón para emprender esa travesía del Atlántico rumbo a América.
En cada paso que va dando, en los acontecimientos que van jalonando su vida siempre quiere descubrir y realizar lo que Dios quiere para él. Su propia enfermedad, la pobreza y la penuria por la que tendrá que pasar, sus trabajos en el barco que le lleva de un sitio para otro son señales de esos caminos de Dios que él va descubriendo y discerniendo en su espíritu de oración. Así llegará a Guatemala.
Querrá ser sacerdote pero la dificultad para los latines serán una señal para él del camino humilde que ha de seguir. En momentos difíciles y sin saber qué decisiones tomar, retirado en oración ante la Virgen encontrará su verdadero camino. Así se entregará por entero al servicio de los desheredados de este mundo, los más pobres e indefensos.
Como pedimos en la oración litúrgica de esta fiesta, con el ejemplo del Santo Hermano Pedro, que el espíritu de la Pasión que inundó la vida de nuestro Santo anime nuestra vida para que podamos servir a Dios en una auténtica caridad, y así podamos servir al Señor en nuestros hermanos más necesitados.
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