Hechos, 8, 1-8;
Sal. 65;
Jn. 6, 35-40
‘El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed’. Se había establecido un diálogo intenso entre Jesús y los que habían venido buscándole después de lo de la multiplicación de los panes.
Lo importante era creer en Jesús, pero les costaba creer y andaban siempre pidiendo signos y señales. Aún ahora después del gran signo que Jesús había hecho al darles de comer con el pan multiplicado milagrosamente allá en el descampado.
‘¿Qué signo vemos que tú haces, para que creamos en ti?’ Y le recuerdan a Jesús el maná que Moisés les dio en el desierto, mientras caminaban hacia la tierra prometida. Pero Jesús les dice que quien les da verdadero pan del cielo es el Padre Dios, ‘porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo’.
¿Quién ha bajado del cielo para dar vida al mundo? ¿Quién es el que a pesar de su categoría de Dios se abajó y rebajó para hacerse hombre, para hacerse el último, para entregar su vida para que nosotros tengamos vida? Jesús es el verdadero Pan del cielo, el verdadero Pan de vida. ‘Yo soy el Pan de vida’, nos dice Jesús.
Por eso es necesario ir hasta Jesús. Con El ni tendremos hambre ni tendremos sed. Teniendo fe en Jesús tendremos vida porque sólo en Jesús encontraremos la vida verdadera. Sólo en Jesús encontramos la vida que dura para siempre. Sólo en Jesús encontraremos el auténtico sentido de nuestro existir, lo que nos da vida en plenitud.
‘Señor, danos siempre de ese pan’, le piden ahora los judíos de Cafarnaún, como un día le había pedido la samaritana el agua que calma la sed para siempre. ‘Señor, dame de esa agua; así no tendré ya más sed y no tendré que venir hasta aquí para sacarla’. Ojalá nos diéramos cuenta de que no tenemos que ir a otra fuente, que no tenemos que buscar otro pan, sino solamente a Jesús.
Dame de ese pan, dame de esa agua, también tenemos que pedirle nosotros a Jesús. que en Jesús sacie mi sed, que en Jesús me llene de vida para siempre. Así tenemos que creer en El y no andaremos desorientados buscando donde no vamos a encontrar. Qué importante que nuestra fe en Jesús sea fuerte, se mantenga firme, estemos firmemente convencidos de que El es nuestra única luz y nuestra única vida. Nada ya nos hará dudar. Con El arrancaremos de nosotros para siempre todos los temores y los miedos, lanzaremos lejos de nosotros todas las dudas y las tinieblas. Con Jesús todo será ya luz y vida.
‘Esta es la voluntad del Padre, el trabajo que Dios quiere, escuchamos en días pasados, que creáis en aquel que El ha enviado’. Ahora nos dice que El no hace otra cosa que la voluntad del Padre. ‘Esta es la voluntad del Padre que me ha enviado… que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día’.
También nosotros hemos de buscar lo que es la voluntad de Dios. Lo pedimos cada día; lo deseamos y tratamos de realizar esa voluntad de Dios en nuestra vida de cada día. ‘Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo’, pedimos en el padrenuestro. Pero decir ‘hágase’, es decir quiero hacer, busco la manera de hacer, me comprometo seriamente a hacer la voluntad de Dios en mi vida. Pido al Señor que me ayude con su gracia; me alimento del Pan de vida, de Cristo para tener fuerza en todo momento para hacer su voluntad.
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