Jer. 20, 10-13
Sal. 17
Jn. 10, 31-42
Sal. 17
Jn. 10, 31-42
El evangelio habla del rechazo de los judíos a Jesús que le llaman incluso blasfemo porque se manifiesta como el Hijo de Dios. A pesar de las obras que Jesús hace – ‘creed a las obras, para que comprendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre’, les dice -; por eso Jesús marcha más allá del Jordán, el lugar donde Juan había estado bautizando. Precisamente estará allí cuando le avisan de la enfermedad y la muerte de Lázaro de Betania.
Con estos textos la liturgia nos va preparando para la celebración de la pasión de Jesús que ya tenemos inminente, cuando el domingo de ramos entremos en la Semana Santa.
Lo que escuchamos en Jeremías, primera lectura de hoy, podemos decir que va en el mismo sentido, en el que el justo es perseguido y acosado. ‘Oigo el cuchicheo de la gente…’ Le ponen incluso motes a Jeremías para burlarse de él y como expresión del rechazo a su misión profética.
Pero el profeta se siente fuerte porque su apoyo está en el Señor. ‘El Señor está conmigo, como fuerte soldado… tropezarán y no podrán conmigo…’ Es la seguridad y la confianza que nosotros hemos de sentir y tener. Como nos dice el salmo ‘me cercaban olas mortales, torrentes destructores, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte…’ ¿No recordamos los tsunamis y las inundaciones que todo lo destrozan? ‘Pero en el peligro invoqué al Señor y me escuchó’.
Hermosas imágenes que nos hablan de las tentaciones de todo tipo con las que en la vida nos vemos zarandeados. Queremos muchas veces, pero no podemos. Nos sentimos arrastrados por un torbellino de las pasiones, de los odios, los resentimientos, las envidias, las violencias de la vida… ¡Cuántas cosas! Nos parece que estamos envueltos por un mar embravecido y nos ahogamos.
Pero ‘el Señor es mi Roca’, esa roca donde me apoyo y me siento seguro, me agarro con fuerza para no perder pie en esa lucha contra el mal y el pecado. ‘El Señor es mi fortaleza, mi alcázar, mi libertador’, me siento seguro. Con El nada temo. ‘Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos’.
‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal…’ pedimos todos los días en el padrenuestro. Pero pidámoslo de verdad. Algunas veces decimos, es que no puedo, la tentación es superior a mis fuerzas, es que me ciego con la pasión y el mal… Pero ¿pedimos al Señor su fuerza y su gracia? ¿Le invocamos en el momento del peligro?
‘En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios… y mi grito llegó a sus oídos’.
Este último viernes de Cuaresma en la devoción popular es llamado el Viernes de Dolores y en muchos lugares se invoca a la Virgen en esta advocación como una preparación inmediata a la Semana Santa. Miremos a María junto a la Cruz de Jesús. Allí nos la dio como madre. Que ella interceda con su intercesión maternal por nosotros para que sigamos el camino de la fe y del amor. Que ella esté a nuestro lado en estos días que celebramos la pasión de Jesús y de ella aprendamos a abrir nuestro corazón a Dios y a su gracia. Que nos lleve por caminos de conversión.
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