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miércoles, 24 de marzo de 2010

Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres

Dan. 3, 14-20.91-92.95
Sal. Dan. 3, 52-56
Jn. 8, 31-42


‘Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’. Algunos van comenzando a creer en Jesús. Ayer al finalizar el texto que proclamamos, versículos inmediatamente anteriores a los hoy proclamados, se nos decía: ‘Cuando les exponía esto, muchos creyeron en El’.
Podemos decir que las palabras que hoy escuchamos en labios de Jesús son palabras de ánimo y de esperanza para aquellos que comienzan a creer en El. Merece la pena creer en Jesús, a pesar de las dificultades, contratiempos, oposición por parte de algunos, incluso persecuciones. Jesús nos dice ‘seréis mis discípulos… conoceréis la verdad…’ Con Jesús, siguiéndole, siendo su discípulos, confiando plenamente en El, alcanzaremos la plenitud total de su libertad… ‘la verdad os hará libres’.
Algunos siguen sin entender, incluso le recuerdan a Jesús que ellos son libres porque son hijos de Abrahán. ‘Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie’. Pero la libertad de la que está hablando Jesús no va ni por raza, ni por pertenencia a un determinado pueblo, ni por otras razones externas. No es por esos caminos por donde alcanzamos la libertad verdadera.
Es algo más hondo, dentro de nosotros mismos. No son sólo ataduras externas o imposiciones que otros hagan sobre nosotros las que nos quitan la libertad. Hay otra esclavitud mayor que es la del pecado. ‘Os aseguro que quien comete pecado es esclavo’, viene a afirmar Jesús tajantemente.
Y Cristo es el que nos ha liberado de verdad. Nos ha hecho libres porque nos ha arrancado de la esclavitud del pecado. El ha venido a perdonarnos, a rescatarnos, a darnos la verdadera libertad. Y esa es la libertad que hemos de cuidar, la más hermosa.
Nos estamos acercando a estos días en que vamos a celebrar de manera especial nuestra total liberación, nuestra total libertad, cuando celebremos la Pascua de Jesús, su pasión, muerte y resurrección. Cristo nos ha rescatado, nos ha comprado a precio de sangre, su sangre preciosa y redentora derramada en la Cruz. Como nos dice san Pedro ‘no hemos sido comprados ni a oro ni a plata, sino con la sangre preciosa de Cristo’.
Con su entrega, con su pasión y muerte, con su sangre derramada nos ha traído el perdón de los pecados. Se realizó así la nueva Alianza en la sangre de Cristo. En la antigua alianza fueron los animales los que eran ofrecidos y la sangre de aquellos sacrificios selló la Alianza del Sinaí. Ahora es la sangre de Cristo la que viene a sellar la nueva y eterna alianza que nos devuelve la libertad para siempre. ‘Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna, derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados’.
Ahora en verdad somos libres para siempre. Que no nos volvamos a dejar esclavizar porque volvamos a la antigua vida de pecado. Vivamos con toda intensidad estos días que nos conducen a la Pascua. Sigamos en ese camino de preparación que vamos recorriendo a través de toda la cuaresma y aprovechemos en verdad la gracia que el Señor nos ofrece. Mantengámonos en la Palabra salvadora de Jesús para ser en verdad sus discípulos.

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