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jueves, 7 de enero de 2010

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande

1Jn. 3, 22-4, 6
Sal. 2
Mt. 4, 12-17.23-25


En los tres días que nos quedan del tiempo de Navidad escucharemos en el evangelio diferentes textos ya sea de san Mateo, como hoy, o de san Marcos, que nos hablan del inicio del ministerio de Jesús en Galilea.
Ya en el texto de Juan escuchado hace unos días se nos decía ‘determimó Jesús salir para Galilea’, donde se le irán uniendo los primeros discípulos. En el texto de hoy lo vemos situado en Cafarnaún. ‘Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún’, nos dice el Evangelista dándonos así motivación para recordarnos la profecía de Isaías. ‘País de Zabulón y país de Neptalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles…’ Un lugar importante el escogido por Jesús para establecerse, porque Cafarnaún en cierto modo es encrucijada de caminos, ‘camino del mar’ lo llama el profeta; variedad de gentes las que habitan en Galilea, por eso es llamada ‘Galilea de los gentiles’, lo cual está dando pie para comprender la universalidad del mensaje de Jesús y su salvación, como en cierto modo vimos en la celebración de la Epifanía, con la presencia de los Magos venidos de Oriente.
Nos vuelve a aparecer la imagen de la luz recogida en el profeta y que tantas veces de una forma o de otra nos ha ido apareciendo en este tiempo de Navidad. Hemos hablado mucho de resplandores, de luces y de estrellas, para significar el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre para traernos la luz de la salvación. ‘El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló’. El resplandor de una nueva aurora nos anuncia la salvación, que decíamos ayer.
Y la luz es Jesús y el anuncio de la Buena Nueva que está haciendo. ‘Está cerca el Reino de los cielos, convertíos’, anuncia Jesús. Está cerca porque ya se está manifestando en Jesús. Es su Palabra, son los signos que realiza, es su presencia salvadora. ‘Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo’, nos resume el evangelista.
Comenzaban a aparecer las señales del Reino de Dios. ¿Los milagros que hacía son el Reino de Dios? El Reino de Dios se nos manifiesta en Jesús, los milagros serán signos o señales de que llega ese Reino de Dios. Para que en verdad sea el Reino de Dios hemos de reconocer esa soberanía y ese señorío de Dios, el único en nuestra vida y para todos los hombres. Que reine Dios en nuestra vida será porque el mal ha sido vencido, el pecado ya no nos domina, y todo será gracia y santidad. Por eso los milagros son señales de que ese mal es y será vencido. Como desaparece la muerte, el dolor o el sufrimiento cuando Jesús resucita a los muertos o cura a los enfermos, así va desapareciendo el mal, el pecado en nuestra vida, en el mundo, en el hombre.
Todo será ya para siempre gracia y santidad; ya brilla la luz de Jesús sobre nosotros y nuestro mundo; lejos de nosotros las tinieblas y la muerte; todo será llenarnos de la vida de Dios y de su amor. Es el anuncio que hace Jesús con sus palabras, con sus gestos, con sus signos y milagros, con su presencia, hasta que la muerte sea vencida y el pecado derrotado. Que para eso Cristo Jesús morirá por nosotros en la cruz.
Escuchemos su mensaje. Aceptemos el Reino de Dios que nos ofrece. Convirtamos nuestro corazón a Dios. Vivamos ya para siempre en lo más hondo de nosotros mismos ese Reino de Dios que Jesús viene a instaurar en nuestros corazones y en nuestro mundo.

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