Hechos, 18, 9, 18
Sal. 46
Jn. 16, 20-23
Sal. 46
Jn. 16, 20-23
¿La misión de anunciar el evangelio, de hablar del nombre de Jesús es exclusivamente de los apóstoles? Puede ser una buena pregunta que nos hagamos para que lleguemos a comprender que esa misión de trasmitir el nombre de Jesús a los demás nos corresponde a todos los que tenemos fe en El.
Y es bueno que reflexionemos sobre ello porque algunas veces en una comunidad pensamos que el único que tiene que predicar el evangelio de Jesús es el sacerdote y a lo más algunas personas lo que hacen es ayudarle en su tarea, por ejemplo, de catequistas.
Sobre todo a partir del concilio Vaticano II los laicos han asumido la responsabilidad del anuncio del evangelio, del apostolado como algo propio en su ser de cristiano y creyente en Jesús. No es que eso no se pensara antes, pero si, hemos de reconocer, que el concilio fue algo que impulsó fuertemente aún siendo una tarea que en diversas obras de apostolado ya muchos cristianos hacían. Pero es todo cristiano, desde su condición de bautizado y ungido, el que tiene esa responsabilidad del anuncio del Evangelio en medio de la Iglesia y ante el mundo.
La Palabra proclamada hoy nos ayuda a comprenderlo, sobre todo el texto de los Hechos de los Apóstoles. Aunque comienza hablándonos del inicio del tercer viaje apostólico de Pablo, sin embargo de quien nos va a hablar a continuación es de Apolo, Priscila y Aquila. Ya anteriormente en los Hechos de los Apóstoles habían aparecido estos personajes, Priscila y Aquila como judíos y cristianos que habían tenido que exiliarse de Roma por un decreto del emperador en contra de los judíos. Hoy les vemos haciendo una hermosa tarea apostólica.
Apolo, era un ‘judío de Alejandría, hombre elocuente y versado en la Escritura’. Conocía los caminos de Señor pero su conocimiento no era completo, pues sólo conocía el Bautismo de Juan, luego en referencia a Jesús, aunque 'exponía la vida de Jesús con toda exactitud’, había algo que faltaba. Y es cuando aparece aquel matrimonio, ‘Priscila y Aquila, que lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino del Señor’. Posteriormente Apolo marchará a Acaya, lo veremos en Corinto, donde ‘con la ayuda de la gracia de Dios contribuyó mucho al provecho de los creyentes… demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías’.
Aquí está lo que queremos destacar. La tarea que aquel matrimonio realizó de hacer un anuncio explicito, una formación más completa, del nombre de Jesús a Apolo. Por una parte resaltar el dejarnos enseñar, tener deseos de una mayor formación y profundización en todo lo referente al misterio de Cristo y en consecuencia a nuestra vida cristiana. Y por otra parte lo hermoso que podemos hacer si el conocimiento y vivencia que tenemos de Jesús lo compartimos con los demás, nos hacemos misioneros y apóstoles de los demás.
Siempre hay a nuestro lado a quien podemos enseñar el nombre de Jesús, a quien podamos reconducir por los caminos de la fe, a quien podemos animar para que venga a un mayor y mejor conocimiento de Cristo. Es esa tarea de apostolado que podemos hacer con el que está a nuestro lado, sea un familiar, un amigo, un vecino, un compañero de trabajo, al que podemos ofrecer el testimonio de nuestra vida pero también nuestra palabra para hacer ese anuncio explícito del nombre de Jesús y su salvación.
Esa misión evangelizadora el Señor nos la confía a todos. Seamos misioneros del evangelio allí donde estemos.
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