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viernes, 10 de octubre de 2008

No nos dejemos dormir en la pendiente de la tentación

Gál. 3, 7-14
Sal.110
Lc. 11, 15-26

Jesús pasa por el mundo haciendo el bien. Inaugura el Reino de Dios y quiere liberarnos de todas las esclavitudes, para que Dios sea nuestro único Señor. Son los signos que le vemos realizar en el evangelio. Aunque no siempre son bien entendidos, como hemos escuchado hoy. O negaban que lo que hacía lo hacía con el poder de Dios, o aún pedían más signos para creer en El.
Pero Jesús quiere prevenirnos para que en verdad esa liberación que El quiere hacer en nosotros de todo mal y de todo pecado, sea una salvación que permanezca para siempre en nuestra vida. Ya nos había enseñado a orar a Dios pidiendo que no nos dejara caer en la tentación. Pero, como decíamos, esa petición es un compromiso por nuestra parte de no ponernos en la pendiente que nos lleva a la tentación y al pecado. Es lo que quiere explicarnos hoy.
Nos habla del hombre fuerte y bien armado que nos asalta y nos hace caer para referirse a la tentación del maligno que nos quiere llevar al pecado. Pero nos previene también para que, como se suele decir, no nos durmamos en los laureles.
‘Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre da vueltas por el desierto buscando un sitio donde descansar; pero como no lo encuentra se dice: volveré a la casa de donde salí. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí’.
¿Qué nos quiere decir el Señor? en nuestra lucha contra el mal, ayudados de la gracia del Señor vamos logrando victorias y conseguimos ir superando las tentaciones y el pecado. Llevamos ya una vida más o menos buena, aunque siempre estamos sujetos a nuestras debilidades. Pero tenemos la tentación de que ya no volveremos a caer en el mismo pecado, ‘eso yo no lo volveré a hacer’, nos decimos. Y nos confiamos. Y quizá aflojamos la vigilancia espiritual. No tenemos quizá la misma intensidad de la oración por un motivo o por otro. Pero la tentación puede volver. De hecho vuelve, y cuántas veces volvemos a caer en la misma tentación y el mismo pecado que pensábamos que ya teníamos superado.
Quizá no son cosas graves en las que hemos fallado, pero como nos consentimos pequeñas cosas que decimos, bueno, eso son pecados pequeños, ya me superaré en los grandes, resulta que al final volvemos otra vez a lo malo y al pecado.
Es la vigilancia que nos pide el Señor que tenemos que tener. No nos podemos confiar, porque siempre estamos sujetos a la tentación. Por eso siempre hemos de rezar con todo sentido y con toda fuerza ‘no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’. Siempre tenemos que estar vigilantes para no ponernos, como decíamos en la pendiente del pecado.
Un camino de superación. Un camino de crecimiento espiritual continuo. Tengamos en cuenta que cuando no estamos esforzándonos en subir, fácilmente estamos dejándonos arrastrar por la pendiente que nos puede llevar de nuevo al pecado. En la vida espiritual no nos podemos dejar dormir nunca.
‘Vigilad y orad, que el espíritu está pronto, pero la carne es débil’, recordamos que le decía Jesús a los discípulos en el Huerto de Getsemaní. Se dejaron dormir, se dispersaron y huyeron, Pedro cayó en la tentación de la negación. Mantengamos con toda intensidad nuestra vida espiritual, nuestra oración, nuestra unión con el Señor, la escucha de Dios en nuestro corazón.
Contemos siempre con la gracia del Señor.

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