Dt. 8, 7-18
1Cron. 29, 10-12
2Cor. 5, 17-21
Mt. 7, 7-11
‘Tú eres el Señor de todo el universo; a Ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria’. Así queremos confesar con toda nuestra vida el reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida. Cosa que no podemos olvidar en ningún momento, sino que siempre todo lo que hagamos sea para la gloria del Señor.
En este día, al principio del curso, la Iglesia nos invita a celebrar las témporas de Acción de gracias y de petición, y nos ofrece en la liturgia unos hermosos textos de la Palabra de Dios. Merece la pena detenernos a meditarlos, porque nos recuerdan algo que nunca hemos de olvidar.
El primero de los textos es del libro del Deuteronomio, del Antiguo Testamento. Cuando están a punto de terminar el recorrido lleno de austeridad y tentaciones de todo tipo a través del desierto para entrar ya en la tierra que el Señor les había prometido, tierra que manaba leche y miel en la expresión bíblica y en la esperanza del pueblo de Israel, Moisés en nombre del Señor les hace unas graves advertencias. Van a llegar días de prosperidad, van a tener tierras donde plantar para recoger abundantes cosechas, casas donde habitar, y muchos medios que les pueden llevar a la prosperidad y la riqueza.
Pero les advierte: ‘¡Cuidado! No te olvides del Señor, tu Dios, ni dejes de observar los mandamientos, leyes y preceptos que te prescribo... que no se engríe tu corazón ni te olvides del Señor, tu Dios. Fue El quien te sacó del país de Egipto, de aquel lugar de esclavitud, quien te ha conducido a través de ese inmenso y terrible desierto... acuérdate del Señor, tu Dios; El es quien te ha dado fuerza para adquirir esa riqueza, cumpliendo así la Alianza...’
Bueno es recordarlo en el camino de nuestra vida. Mientras vivimos momentos duros y difíciles fácil es acudir al Señor para que nos libere de nuestros males. Pero cuando nos llega la prosperidad y la vida cómoda, qué fácil nos es olvidar al Señor y querer vivir ya la vida prescindiendo de El. ‘Cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios...’
En la segunda lectura san Pablo nos invita a la reconciliación y a la paz con nosotros mismos, con los hermanos y con Dios. Es el Señor el que viene en nuestra búsqueda para ofrecernos la reconciliación, ese reencuentro en el corazón. ‘Dios, que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación... en nombre de Cristo os suplicamos que os dejéis reconciliar con Dios’.
En el Evangelio nos insiste en la confianza con que hemos de orar a Dios. ‘Pedid, y recibiréis, buscad, y encontraréis; llamad y os abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren...’ Con confianza hemos de orar porque oramos a un Dios que nos ama y que es nuestro Padre, un Padre providente que cuida de nosotros y que siempre nos dará lo mejor que necesitemos.
¿Por qué nos ofrece la Iglesia en su liturgia este día de Acción de Gracias y de Petición? En nuestra cultura y en nuestro hemisferio norte ha sido el momento de la culminación de unos trabajos y del descanso veraniego, para reiniciar de nuevo la tarea. En nuestros campos se concluye la recolección de las cosechas con las últimas vendimias, y es el momento de comenzar a preparar la tierra para una nueva siembra y unos nuevos trabajos. Como decíamos, acabado el verano y su descanso, se reanudan las actividades en todos los niveles, y a nivel escolar y de la enseñanza comienza de nuevo año escolar.
Por eso la Iglesia nos invita a realizar este día de acción de gracias y de petición. Todo queremos ponerlo en las manos del Señor. Es reconocer la obra y el actuar de Dios en nuestra vida que de tantas maneras se manifiesta hasta en la hora de recoger el fruto de nuestros trabajos. Y en la abundancia y en la pobreza queremos estar siempre en las manos de Dios. Ahora mismo en nuestra sociedad a nivel de la economía se está pasando por momentos difíciles y es también el momento de saber ponernos con confianza en la manos del Señor, al tiempo que pondremos todo nuestro esfuerzo para superar dificultades.
Por otra parte en toda ocasión hemos de saber mantenernos en paz con Dios y con los hermanos. Por eso, puede ser ocasión propicia para la reconciliación, para el reencuentro con Dios y con los hermanos. Y es que además en toda situación hemos de saber contar con Dios. Es un momento para elevar nuestra oración al Señor, pero una oración verdaderamente universal en la que quepan en nuestro corazón todos los hombres y todas las situaciones que podamos vivir.
Pedimos por la Iglesia, y pedimos en este momento en que reanudan las actividades pastorales de nuestras comunidades para que el Señor bendiga nuestros trabajos y el trabajo de toda la Iglesia para realizar esa nueva evangelización que necesita nuestro mundo. A tener en cuenta también los grandes acontecimientos de la Iglesia universal, como es el Sínodo de los Obispos ayer iniciado en Roma y que durante casi todo este mes de Octubre reflexionará junto al Santo Padre sobre el tema de la Palabra de Dios.
Acción de gracias, reconciliación y oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario