2Tes. 2, 1-3.13-16
Sal. 95
Mt. 23, 23-26
El que se fija sólo en las minucias y olvida lo fundamental o esencial es como el que limpia la copa por fuera para dejarla muy brillante, pero dentro la deja llena de suciedad y porquería. Cuando vas a beber, ¿dónde pones el contenido en el exterior muy limpio o en el interior lleno de basura?
Es lo que echa en cara Jesús a letrados y fariseos, como escuchamos en el evangelio. Por eso los llama hipócritas, porque tienen dos caras, una al exterior muy limpia y agradable pero otra en su interior muy llena de maldad y de engaños. ‘¡Ay de vosotros letrados y fariseos hipócritas que limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!’
Ya les había dicho: ‘... pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad...’
No podemos olvidar actitudes y valores fundamentales que siempre permanecen: la justicia, la misericordia, la sinceridad y autenticidad en la vida. No sólo se los dice Jesús a los escribas y fariseos de su tiempo, sino que nos lo está diciendo a nosotros también. Cuidemos de no quedarnos en superficialidades, sino ir a lo que es verdaderamente importante. Es una tentación que tenemos todos. Nos hacemos cumplidores de minucias pero descuidamos esos valores fundamentales.
Hay que actuar siempre obrando con justicia y rectitud. Lo bueno, lo recto, lo justo es lo que tenemos que buscar, es por lo que tenemos que actuar. El bien es lo que tiene siempre que prevalecer. No podemos dañar injustamente a nadie bajo ningún concepto.
El corazón hay que llenarlo siempre de compasión, de misericordia, de amor. Es lo que dulcifica la vida. Lo que hace nuestras relaciones más humanas. No podemos ser agrios para los demás, sino que siempre tenemos que dulcificar nuestra relación con humanidad, con amor.
La sinceridad, la verdad, la fidelidad son valores esenciales en la vida. No nos podemos ocultar bajo apariencias que nos desfiguran. Eso es la hipocresía, la doble cara. La fidelidad y la lealtad en nuestra relación, en nuestra palabra son importantes. Nos dan la verdadera fortaleza. Ahí se manifiesta de verdad nuestra personalidad y nuestra grandeza.
¿De qué nos vale fijarnos solamente en minucias en la vida si nos faltan los valores profundos de la vida? Nos llenamos de superficialidades y olvidamos los valores profundos y permanentes. Valores que no están reñidos entre sí sino que se complementan y se enriquecen mutuamente. La justicia y el amor. La sinceridad y verdad con el respeto y la misericordia. La fidelidad y la rectitud con la comprensión. La lealtad con la búsqueda sincera del bien. El arrojo y la valentía con la esperanza.
Que el Señor nos dé esa Sabiduría.
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