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sábado, 16 de agosto de 2008

Si no volvéis a ser como niños

Si no volvéis a ser como niños
Ez. 18, 1-10.13.30-32
Sal. 50
Mt. 19, 13-15

‘Oh Dios, crea en mí un corazón puro’, hemos repetido y pedido en el salmo responsorial. Tenemos que pedirlo con insistencia al Señor, ya que estamos tentados continuamente a manchar nuestro corazón y nuestra vida con el pecado y con la muerte.
La profecía de Ezequiel contrapone la vida y la muerte, el hombre justo que confía en el Señor y quiere ser fiel y el malvado que llena su vida de muerte alejándose de los caminos del Señor. ‘El hombre que es justo, que observa el derecho y la justicia... que no explota a su hermano... que da su pan al hambriento y viste al desnudo... que aparta su mano de la iniquidad... que camina según mis preceptos y guarda mis mandamientos... ese hombre es justo y ciertamente vivirá’.
Mientras el malvado que ‘ha cometido toda clase de abominaciones... que quebranta mis mandamientos... morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes’. Pero la invitación del Señor a la conversión es continua. ‘Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes... haceos un corazón y un espíritu nuevo... yo no me complazco en la muerte de nadie. Convertíos y vivid’.
‘Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios’
, es la bienaventuranza de Jesús. Un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Un corazón puro para poder conocer y contemplar a Dios. Por eso alaba y bendice Jesús al Padre ‘porque has ocultado estas cosas (el misterio de Dios) a los sabios y entendidos y los has revelado a la gente sencilla’.
Hoy hemos escuchado que llevan a Jesús a unos niños para que los bendiga. Por allá están muy celosos los discípulos del descanso de Jesús y no quieren que molesten al Maestro. Pero ya vemos la reacción de Jesús. ‘Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí, de los que son como ellos es el Reino de los cielos’. ¿Cómo no va a ser así si ellos son limpios de corazón y podrán ver a Dios? Tenemos que hacernos como niños, limpios de corazón, sin ninguna malicia ni maldad. Estaremos dentro de los parámetros del Reino de Dios.
Ya en otra ocasión cuando los discípulos andan discutiendo quién sería el más importante, o cual alguien se acerca a preguntarle quien va a ser el más importante en el reino de los cielos, ‘Jesús llamó a un niño lo puso en medio y les dijo: Os digo que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado’.
Volver a ser niños. Quizá nos preguntamos, ¿cómo podemos volver a ser niños, puros y limpios de corazón, cuando ya no somos niños, cuando ya hemos llenado nuestro corazón de tanta maldad? Tendríamos que escuchar lo que Jesús le decía a Nicodemo de nacer de nuevo. ‘Te aseguro que el que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios’ Nacer de nuevo, hacerse niño, nacer de lo alto, ser un hombre nuevo. Pautas necesarias en nuestra vida para ser del Reino de Dios.

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