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Pregustemos
los resplandores de la aurora para que un día nos dejemos envolver totalmente
por la luz del Sol que nos viene de lo alto a donde nos conduce María
Miqueas 5, 1-4ª; Salmo 12; Mateo 1,
1-16.18-23
Antes de que el sol se eleve sobre el
horizonte, cuando aun no ha comenzado a despuntar, sin embargo comienza el
horizonte a teñirse de los primeros resplandores que son anuncio de ese nuevo
día que va a comenzar a despuntar con toda la plenitud de los rayos del sol.
Tenemos que reconocer que es muy bonito el amanecer cuando tenemos la
oportunidad de ver con claridad el horizonte, quizás en la lejanía del mar o
desde lo alto de una montaña. He disfrutado mucho cuando he tenido la
oportunidad y en esas circunstancias que he mencionado sobre todo desde la alta
montaña.
La liturgia en este día en que
celebramos la Natividad de la Virgen María la llama con toda razón aurora de un
nuevo amanecer. El nacimiento de María nos preanuncia el nacimiento del Sol que
nos viene de lo alto, que de ella había de nacer. Hay quienes no quieren
entender la devoción y el amor que nosotros los cristianos sentimos por María;
sabemos claramente que ella no es la Salvación, pero sí es la Madre que nos
trajo al Salvador cuando Dios querrá encarnarse en sus entrañas para de ella
nacer siendo hombre y para traernos la salvación.
El resplandor de María a nosotros también
nos ilumina cuando nos anuncia la llegada de la verdadera luz. En ella estamos
pregustando esas mieles de la salvación, con ella nosotros queremos caminar al
encuentro de esa verdadera luz. No la hacemos ni más ni menos, pero es la Madre
del Salvador, y toda madre estará siempre cerca del corazón de sus hijos, como
tendrán a sus hijos en su propio corazón. ¿Por qué vamos a separar a María del corazón
de Cristo? ¿Por qué nosotros, que también somos sus hijos, acogiéndonos al corazón
de la madre no podemos aprender de ella a ir hasta Jesús? María siempre nos
conducirá hasta Jesús. Ella, por supuesto, no suplantará a Dios, porque ella se
sentirá siempre la humilde esclava del Señor que lo único que desea es tener a
Dios en su corazón.
Muchas imágenes de María - pensemos en tantas advocaciones de María
que precisamente celebramos en este mismo día – siempre las contemplaremos con
una luz, con una candela, con una vela en sus manos, mientras en la otra
siempre también nos mostrará a Cristo. Ahondemos en todo el significado de esta
imagen que contemplamos para que comprendamos siempre de la mejor manera
posible lo que significa la presencia de María en nuestra vida y en la vida de
la Iglesia. Podríamos decir frente a tantos que se escandalizan por nuestro
amor a María y por el lugar que le damos en la vida de la Iglesia, que María no
nos dice que ella sea la luz, sino que siempre nos estará señalando el camino
de la luz, porque siempre ella nos está conduciendo hasta Jesús.
Como decíamos, María es la Aurora de
nuestra salvación. La aurora no es el sol, pero sí nos estará reflejando la luz
del sol. Eso es María para nosotros, eso es lo que en ella podemos contemplar;
son los valores del Reino de Dios que en ella podemos encontrar y copiar para
nuestra vida; la mujer llena de fe, que merecerá por ello toda alabanza, pero
la mujer disponible siempre para el servicio y para el amor, que siempre está
en camino para servir como lo hizo en su camino hasta las montañas de Judea
para servir en la casa de Isabel, o como estaba con los ojos atentos en las
bodas de Caná para detectar donde había una necesidad y hacer que Jesús allí
derramara su gracia.
Es la mujer humilde, que reconoce las maravillas
que Dios realiza en ella, pero no se siente ella grande porque aunque siendo
madre se siente hermana y cercana de toda la humanidad para caminar nuestros
caminos, para hacerse presente con su amor, para estar siempre en esa
disponibilidad de un corazón abierto para a todos acoger como madre. Sabe María
que los poderosos van a ser derribados de sus tronos y que solo los humildes y
los sencillos podrán tener la dicha de conocer y vivir los misterios de Dios,
como ella misma canta en el Magnificat. ¿Estará adelantando María en su cántico
lo que un día Jesús cantará también dando gracias al Padre que revela su corazón
y su misericordia a los que son pequeños y sencillos? En ella ya lo estamos
viendo.
Dejémonos envolver por esa luz que
María nos refleja de lo que es el amor y la misericordia de Dios para que un
día también nos sintamos llenos de esa luz porque nos sentimos enriquecidos con
la misericordia del Señor.
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