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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Una buena nueva de felicidad nos anuncia Jesús que tenemos que saber escuchar y hacerla realidad en nuestra vida

 


Una buena nueva de felicidad nos anuncia Jesús que tenemos que saber escuchar y hacerla realidad en nuestra vida

Colosenses 3, 1-11; Salmo 144; Lucas 6, 20-26

Ser felices, ser dichosos es un deseo que todos tenemos, es un anhelo universal; lo buscamos, nos inventamos quizás en muchas ocasiones mil cosas buscando esa dicha y esa felicidad, no sabemos como conseguirla. Vemos tanto sufrimiento a neustro alrededor que se nos enturbian esos deseos, parece que se pierden; la situación que vive en nuestra sociedad, desde mil frentes distintos podríamos decir, no es siempre de felicidad para todos; pensamos en los sufrimientos de tantos y que también nos afectan muchas veces a nosotros, desde la enfermedad de nuestro cuerpo o desde los problemas que nos van apareciendo cada día; aunque buscamos sucedáneos al final nos sentimos vacíos e insatisfechos, parece que no llegamos a rozar esos umbrales de la felicidad.

Pero Jesús nos dice hoy felices, dichosos, bienaventurados, son palabras que nos vienen a definir lo mismo. Y es la palabra de Jesús, algún sentido tendrá porque forma parte de la buena nueva que nos anuncia y a la que nos pide creer, que tengamos fe y confianza. Claro que Jesús nos dice felices y habla de los pobres, o de los que lloran, o de los que están cargados de sufrimientos, o de los que no son comprendidos y de alguna manera se sienten rechazados por todos. ¿Será una contradicción? Porque podría parece que no casa eso de ser feliz y ser pobre, o estar marchado por el sufrimiento, o el rostro surcado por las lágrimas, o el corazón lleno de amargura por las incomprensiones.

Pero las palabras de Jesús aunque nos cueste comprenderlas son ciertas, nos dan la llave de la verdadera felicidad que no está en la riqueza ni en que seamos aceptados por todos, que no está en que hagamos desaparecer las lagrimas de nuestros ojos o se nos curen todos nuestros malos. O, sí. Porque Jesús nos hará comprender que hay otra riqueza que no son solo los tesoros o los valores económicos, que no son solo las alabanzas que recibamos de los demás, sino que partirá de lo que en verdad sintamos en la hondura del corazón, que no estará solo en que quitemos nuestras limitaciones corporales sino que seamos capaces de desprendernos de otras ataduras más hondas. Y por ese camino nos sentiremos más libres, más nosotros mismos, más con nuestros valores y eso sí que nos hará encontrar una felicidad que nadie nos podrá quitar.

Es el camino de la autentica grandeza de la persona que no está en las pomposidades externas sino en los valores que cultivamos desde dentro de nosotros mismos. Es un camino de esperanza, de esperanza en que las cosas pueden ser de otra manera, de esperanza que abriéndonos a los demás encontraremos una nueva hermandad, una nueva fraternidad; y cuando hacemos caminos juntos, de la mano los unos de los otros sentiremos una alegría en el corazón que nadie nos podrá quitar.

No nos importará las limitaciones corporales que podamos tener, no importará que no tengamos nada en nuestro bolsillo, porque una sonrisa que recibimos de aquel que va por la calle y nos saluda aunque no nos conozca será algo que nos llena el alma, cuando recibimos una mirada agradecida de aquel con quien habíamos compartido hasta lo poco que teníamos nuestra alma se siente henchida y será como el mejor alimento que podamos comer, o el mejor regalo que podamos recibir.

Seremos en verdad dichosos sin tener que buscar sucedáneos, sin tener que recurrir a sustitutivos que al final lo que hacen es crearnos dependencias y ataduras creando un vacío grande de insatisfacción en el alma. Por eso Jesús se lamenta de los que se creen ricos y poderosos porque pueden disponer de cosas, de los que se creen saciados porque se pueden permitir todos los caprichos, de los que se ríen haciendo ruido para aparentar que son felices mientras sus corazones siguen derramando lágrimas amargas de infelicidad, de los que se creen importantes por todos los conocen o todos hablan de ellos pero que al final no pueden mantener una amistad sincera y verdadera con nadie porque por medio median siempre los intereses.

Una buena nueva de felicidad nos está anunciando Jesús. Escuchemos su evangelio, dejémonos conducir por su Espíritu, sintamos siempre su presencia en nuestro corazón.

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