Una
buena nueva de felicidad nos anuncia Jesús que tenemos que saber escuchar y
hacerla realidad en nuestra vida
Colosenses 3, 1-11; Salmo 144; Lucas 6,
20-26
Ser felices, ser dichosos es un deseo
que todos tenemos, es un anhelo universal; lo buscamos, nos inventamos quizás
en muchas ocasiones mil cosas buscando esa dicha y esa felicidad, no sabemos
como conseguirla. Vemos tanto sufrimiento a neustro alrededor que se nos
enturbian esos deseos, parece que se pierden; la situación que vive en nuestra
sociedad, desde mil frentes distintos podríamos decir, no es siempre de
felicidad para todos; pensamos en los sufrimientos de tantos y que también nos
afectan muchas veces a nosotros, desde la enfermedad de nuestro cuerpo o desde
los problemas que nos van apareciendo cada día; aunque buscamos sucedáneos al
final nos sentimos vacíos e insatisfechos, parece que no llegamos a rozar esos
umbrales de la felicidad.
Pero Jesús nos dice hoy felices,
dichosos, bienaventurados, son palabras que nos vienen a definir lo mismo. Y es
la palabra de Jesús, algún sentido tendrá porque forma parte de la buena nueva
que nos anuncia y a la que nos pide creer, que tengamos fe y confianza. Claro
que Jesús nos dice felices y habla de los pobres, o de los que lloran, o de los
que están cargados de sufrimientos, o de los que no son comprendidos y de
alguna manera se sienten rechazados por todos. ¿Será una contradicción? Porque
podría parece que no casa eso de ser feliz y ser pobre, o estar marchado por el
sufrimiento, o el rostro surcado por las lágrimas, o el corazón lleno de
amargura por las incomprensiones.
Pero las palabras de Jesús aunque nos
cueste comprenderlas son ciertas, nos dan la llave de la verdadera felicidad
que no está en la riqueza ni en que seamos aceptados por todos, que no está en
que hagamos desaparecer las lagrimas de nuestros ojos o se nos curen todos
nuestros malos. O, sí. Porque Jesús nos hará comprender que hay otra riqueza
que no son solo los tesoros o los valores económicos, que no son solo las
alabanzas que recibamos de los demás, sino que partirá de lo que en verdad
sintamos en la hondura del corazón, que no estará solo en que quitemos nuestras
limitaciones corporales sino que seamos capaces de desprendernos de otras
ataduras más hondas. Y por ese camino nos sentiremos más libres, más nosotros
mismos, más con nuestros valores y eso sí que nos hará encontrar una felicidad
que nadie nos podrá quitar.
Es el camino de la autentica grandeza
de la persona que no está en las pomposidades externas sino en los valores que
cultivamos desde dentro de nosotros mismos. Es un camino de esperanza, de
esperanza en que las cosas pueden ser de otra manera, de esperanza que abriéndonos
a los demás encontraremos una nueva hermandad, una nueva fraternidad; y cuando
hacemos caminos juntos, de la mano los unos de los otros sentiremos una alegría
en el corazón que nadie nos podrá quitar.
No nos importará las limitaciones
corporales que podamos tener, no importará que no tengamos nada en nuestro
bolsillo, porque una sonrisa que recibimos de aquel que va por la calle y nos
saluda aunque no nos conozca será algo que nos llena el alma, cuando recibimos
una mirada agradecida de aquel con quien habíamos compartido hasta lo poco que
teníamos nuestra alma se siente henchida y será como el mejor alimento que
podamos comer, o el mejor regalo que podamos recibir.
Seremos en verdad dichosos sin tener
que buscar sucedáneos, sin tener que recurrir a sustitutivos que al final lo
que hacen es crearnos dependencias y ataduras creando un vacío grande de insatisfacción
en el alma. Por eso Jesús se lamenta de los que se creen ricos y poderosos
porque pueden disponer de cosas, de los que se creen saciados porque se pueden
permitir todos los caprichos, de los que se ríen haciendo ruido para aparentar
que son felices mientras sus corazones siguen derramando lágrimas amargas de
infelicidad, de los que se creen importantes por todos los conocen o todos
hablan de ellos pero que al final no pueden mantener una amistad sincera y
verdadera con nadie porque por medio median siempre los intereses.
Una buena nueva de felicidad nos está
anunciando Jesús. Escuchemos su evangelio, dejémonos conducir por su Espíritu,
sintamos siempre su presencia en nuestro corazón.
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