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viernes, 6 de junio de 2025

Cuidar la luz del amor que nos hará ver las cosas de otra manera, porque lo estaremos viendo tras el filtro del amor de Jesús, que sí es un grande amor

 


Cuidar la luz del amor que nos hará ver las cosas de otra manera, porque lo estaremos viendo tras el filtro del amor de Jesús, que sí es un grande amor

Hechos 25, 13b-21; Salmo 102; Juan 21, 15-19

¿Tú me sientes como amigo? Con una pregunta semejante alguna vez nos hemos dirigido a nuestro amigo o nuestro amigo nos ha preguntado. Cuando hay una auténtica amistad que se está mostrando cada día en mil detalles de cercanía, de comunicación, de afecto no sería necesaria esa pregunta, pero sin embargo la hacemos. Queremos corroborar el grado de amistad que sentimos; queremos ratificar que la amistad se mantiene, a pesar de que alguna vez haya habido algún desaire, algún mal momento, alguna discusión acalorada donde quizás hayas pronunciado palabras de las que ahora nos arrepentimos. Pero queremos que la amistad permanezca, no se rompa, vaya creciendo más y más en la vida. Un buen amigo es un vaso de agua fresca ofrecida al sediento en medio de los calores de la vida.

Hoy, ya casi terminando el ciclo pascual que cerraremos el próximo domingo, la liturgia retoma aquellos textos pascuales de los momentos finales del evangelio, en este caso del evangelio de san Juan. Queremos de nuevo caldear nuestro espíritu con todo el sentido pascual que hemos de darle a la vida y nos viene bien recordar esos retazos del evangelio.

Los discípulos se habían ido a Galilea. Uno de los mensajes que las mujeres trasmitieron a los apóstoles del cenáculo después de las apariciones de Jesús, es que les había dicho que fueran a Galilea y allí le verían. ¿Dónde comenzaron los primeros anuncios de Evangelio? No fue solo Jesús el que comenzó a predicar por los pueblos y aldeas de Galilea anunciando la buena nueva del Reino de Dios, sino que en Galilea se había recibido el primer mensaje, la primera buena noticia, cuando el ángel le anuncia a María de parte de Dios todo cuanto iba a suceder con el niño que naciera de sus entrañas. Aquel Niño era la Buena Noticia de salvación para la humanidad.

En Galilea estaban, parece que aburridos sin saber qué hacer cuando se deciden ir una noche a pescar. Ya lo hemos meditado. No habían cogido nada. Alguien que les parecía un anónimo desde la orilla no solo les había preguntado si habían cogido algo, cosa que seguramente les dolió por sus manos vacías, sino que les había dicho por donde habían de echar la red. Parece que los gestos se repiten, también después de una infructuosa noche, aquel profeta que estaba surgiendo en Galilea, sin ser pescador de aquellos mares, les había indicado que de nuevo echaran las redes. Se habían confiado y la redada había sido muy grande, de manera que incluso se sentían indignos, pero Jesús les había prometido que serían pescadores de hombres. Así se habían decidido a seguir a Jesús y estar con Él.

Ahora también la redada había sido extraordinaria y aquel que más llenos de amor tenía sus ojos había reconocido a quien estaba en la orilla y le había dicho a Pedro que era el Señor. Ahora Pedro tras lanzarse al agua está ante Jesús que tras el almuerzo se lo lleva aparte para hacerle una gran pregunta. ‘Simón Pedro, ¿me amas? ¿Me amas más que estos?’ Y así por tres veces. Pedro porfiaba su amor, ya no sabía cómo decírselo a Jesús que lo era todo para El. Un día había dicho que estaba dispuesto a seguirle y a dar la vida por Jesús, pero pronto se había dormido en el huerto, y pronto lo había negado ante una criada curiosa y preguntona.

Lo había llorado, pero ahora estaban las preguntas de Jesús. ¿De verdad eres mi amigo? Detrás había todo un recorrido de entusiasmos pero también de decaimientos; de valentías para ser el primero en hablar, pero también de cobardías y de sombras. ¿Se estaría preguntando al mismo tiempo Pedro a sí mismo si de verdad soy amigo de Jesús? ¿Mereceré yo que Jesús siga confiando en mí?

Pero bien sabemos que aquí no hablamos de merecimientos, sino que estamos hablando de amor. Jesús le pregunta a Pedro por su amor, pero Pedro se estará preguntando también por su amor, por si es sincero y auténtico su amor a Jesús. No le queda más que decir. ‘Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo’.

Seguramente mientras nos vamos haciendo esta reflexión no solo estamos mirando a Pedro en este diálogo con Jesús, sino que nos estaremos mirando a nosotros mismos. Con nosotros Jesús está también entablando ese diálogo y esas preguntas; en nuestro corazón están resonando esas preguntas y nuestras promesas y propósitos tantas veces incumplidos, nuestras cobardías y nuestros fracasos, nuestros miedos y nuestros tropiezos; la vida quizás puede estar muy llena de oscuridades, pero tenemos que cuidar una luz, tenemos que cuidar la luz del amor que nos hará ver las cosas de otra manera, porque lo estaremos viendo tras el filtro del amor de Jesús. Y ese sí que es un gran amor, el que queremos copiar en nuestra vida, el que queremos vivir nosotros también.


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