Unidad
que es garantía de paz, unidad que es verdadero camino en el amor para
conseguir la paz, unidad aurora de paz para un mundo nuevo
Hechos 22, 30; 23, 6-11; Salmo 15; Juan 17,
20-26
Qué difícil se nos hace, pero también
tenemos que decir, qué fácil sería lograr que en nuestro mundo haya paz. difícil
lo estamos viendo en la realidad de cada día, parece que cada día estamos más
abocados a la guerra, al enfrentamiento, a la falta de entendimiento, a la
acritud y la violencia, a crear abismos que nos separan y murallas que nos
dividen, en los grandes problemas de la humanidad, en las relaciones entre
naciones y pueblos, en esa vida que tenemos que ir construyendo en nuestro
ámbito en medio de la sociedad o entre los más cercanos; no somos capaces de
vivir unidos, de darnos cuenta que habitamos un mismo planeta y un mismo mundo
que tendríamos que compartir o que entre todos tenemos que construir. Aflora la
falta de amor, el egoísmo y la insolidaridad, los resentimientos y recelos, las
desconfianzas y las envidias, y no somos capaces de ponernos a trabajar juntos.
Si fuéramos capaces, sin embargo, de
ser conscientes de todo eso que provocamos nosotros mismos y darnos cuenta
donde está la llave que nos lleve a construir esa unidad, otro gallo nos
cantaría. Si supiéramos utilizar esa llave del amor comenzaríamos a mirarnos de
otra manera, a buscar la manera de acercarnos y comenzar a construir esa
necesaria unidad. Ya sé que hemos hecho del amor una palabra ambigua que no nos
lleva precisamente a ser esos constructores.
Todo el mundo habla de amor, es cierto,
pero se nos queda en pasión que se descontrola, que se busca a si mismo, que
hace distinciones y separaciones, al que le vamos cargando tantas cosas que no
son amor de entrega y de generosidad, de altruismo del verdadero para no
buscarnos a nosotros mismos sino saber buscar el bien de los demás y darnos por
ello, que al final parece que no estamos hablando de lo mismo.
Es el amor que abre el corazón para
tener siempre un lugar para el otro, para todo ‘el otro’, sea quien sea; es el
amor que siempre nos pone en camino de búsqueda y de encuentro, que salva
diferencias porque las respeta, pero que nos hace sentirnos unidos a pesar
incluso de esas diferencias; es el amor que quita los filtros de colores para
que no solo busquemos el color que nos agrada, sino que seamos capaces de crear
un hermoso arco iris compuesto por todos en que cada uno tiene su importancia y
su valor; es el amor que crea unidad, porque nos acerca, nos hace encontrarnos
y caminar juntos, buscarnos porque sin el otro nada somos ni nada podemos
hacer, nos hace disfrutar de la armonía.
De eso nos está hablando Jesús en estas
palabras finales de la cena pascual en su oración sacerdotal al Padre pidiendo
que nos dé ese don de saber caminar en la unidad y en el amor. Será la mejor
señal de que hemos entendido lo que es el amor de Dios, de haber entendido lo
que verdaderamente es la salvación que nos ofrece porque nos da la posibilidad
de vivir mejor y más felices; ‘que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y
yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú
me has enviado’.
Esa unidad que nos tengamos entre
nosotros será la mejor señal de que vivimos unidos en Dios. ¿Y no es ese el
camino para vivir en paz? Recordemos a nuestro nuevo Papa, León XIV que en sus
primeras palabras pedía la paz para el mundo, pero pedía también la unidad en
la Iglesia; una unidad que es garantía de paz, una unidad que es verdadero
camino en el amor para conseguir la paz.
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