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miércoles, 22 de enero de 2025

No pasemos de largo volviendo nuestra mirada para otro lado para no ver, en esa mirada tiene que estar la mirada de Jesús que nos llega al corazón

 


No pasemos de largo volviendo nuestra mirada para otro lado para no ver, en esa mirada tiene que estar la mirada de Jesús que nos llega al corazón

Hebreos 7,1-3.15-17; Salmo 109; Marcos 3,1-6

¿Necesitamos también unas medidas, unos pesos, unas reglas para contabilizar el bien que vamos haciendo? Ante esta pregunta seguro que todos responderán con aquello de ‘haz bien y no mires a quien’, que cuando hacemos una cosa buena es porque nos sale del corazón y ponemos todo nuestro amor en lo que hacemos. Es cierto, no lo niego, pero tras esos pensamientos siempre pueden aparecer algunas sombras, no somos tan generosos como decimos, y en más de una ocasión habremos echado en cara a alguien todo lo que hemos hecho por él y siempre no encontramos correspondencia.

Me viene a la mente el recuerdo de cuando con la más buena voluntad del mundo nos insistían mucho en los actos piadosos que pudiéramos hacer y que serían como punto en el carné de nuestra vida cristiana, las misas a las que asistimos, las novenas en las que participamos, las procesiones a las que íbamos ya fuera en la fiesta ya en semana santa, las cofradías a las que nos habíamos apuntado, los primeros viernes de mes que ya nos valían para tener una salvación segura.

Quizás fueron momentos de fervor y religiosidad y se pretendía que tuviéramos como muy importante todo lo que fuera el culto que le diéramos a Dios, pero en nuestra manera de hacer cuentas ya estábamos haciendo la lista de todo lo que habíamos hecho. Pero ¿nos podemos quedar solo en eso? ¿La vivencia del Reino de Dios no tendría que manifestarse en muchas mas cosas? Porque además no se trata de sustituir una religión por otra. Algo más hondo tiene que ser el seguimiento de Jesús.

Me han venido a la mente todas estas consideraciones desde el hecho que se nos relata hoy en el evangelio. Hemos venido viendo últimamente las cuestiones que le planteaban a Jesús en relación a lo del descanso sabático. Hoy nos aparece otra situación similar. Jesús va a la sinagoga y allí hay un hombre con una mano paralizada. Ya todos conocían la reacción de Jesús ante el dolor y el sufrimiento. Además Jesús quería mostrar con lo que hacía las señales del Reino de Dios que se estaba haciendo presente entre ellos. Pero como siempre hay alguien al acecho porque es sábado y curar a alguien era considerado como un trabajo.

Jesús tiene claro cual es su misión y lo que tiene que realizar. Nada le acobarda. De ahí la pregunta que Jesús les hace: ‘¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?’. El bien de la persona tiene que estar siempre por encima de todo. Y es lo que Jesús realiza. ‘Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende la mano. La extendió y su mano quedó restablecida’.

¿Estaremos nosotros por esa labor? Cuántas veces pasamos de largo en los caminos de la vida volviendo nuestro rostro para otro lado para no enfrentarnos a esos que nos miran desde su necesidad. No nos gustan esas miradas, decimos muchas veces, pero no nos gustan porque nos llegan al alma, allí donde tendríamos que tomar una decisión y no la tomamos. Prueba a ver en esa mirada los ojos de Jesús que te están mirando. Recordemos lo que El nos dice que cuando hagamos al otro a El se lo hacemos. Si comenzáramos a hacerlo así, otro sería el mundo que estamos construyendo.

 

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