La
puerta que se abre para el camino de la vida, los mandamientos, tiene el ancho
suficiente para que todos vivamos cada día con mayor dignidad
2 Reyes 19, 9b-11. 14-21. 31-35a. 36;
Salmo 47; Mateo 7, 6. 12-14
Me vino a la mente una cosa que siempre
escuché, ‘cria cuervos y te sacarán los ojos’. ¿Qué es lo que estamos
criando? ¿Qué es lo que estamos plantando? Nos vale para todos los aspectos,
para todas las situaciones de la vida. Ya sea en nuestra propia vida personal,
la metas que nos proponemos, las cosas que nos gusta hacer, o aquellas cosas
por las que nos dejamos arrastrar, cuando no sabemos tener la suficiente
fortaleza para decirnos no en cosas que apetecemos y de las que finalmente nos
convertimos en esclavos; cuantas malas costumbres que tenemos en la vida, que
comenzaron porque simplemente nos dejamos llevar por la rutina, por la desgana,
por la ley del mínimo esfuerzo, y al final caímos en sus redes, y nos
convertimos en dependientes de esos malos hábitos, convirtiéndose en vicios o
esclavitudes de la vida.
Es con lo que nos encontramos en el
ámbito de la educación, sea quien sea a quien le corresponda; no forjamos el
carácter de la personas, no fortalecemos la voluntad aprendiendo a discernir
con claridad para tomar decisiones, en las que también tenemos que aprender a
decir no; vamos por un camino de permisividad en todo, donde todo parece que es
bueno y todo podemos permitírnoslo; permitimos hoy cosas que nos parecen de
poca importancia, pero no hemos fortalecido las voluntades, no enseñamos que
hemos de tener unas normas de conducta y de comportamiento, no solo desde un
punto de vista moral, sino como ciudadanos y miembros de una sociedad en la que
vivimos.
Nos quejamos de libertinajes y no se
cuantas cosas, pero hemos enseñado a
cumplir unas reglas que vienen a facilitar la convivencia en la sociedad, y que
nos vienen a enseñar a tener voluntad para saber escoger lo mejor, aunque no
sea lo más fácil. ¿Qué sociedad estamos creando que al final nos sacarán los
ojos?
Así podríamos pensar en muchas cosas,
que tienen que darnos criterios claros y firmes para nuestro comportamiento,
para vivir con mayor y mejor dignidad. Porque eso tenemos que saber buscar, en
eso hemos de saber crecer, en esto tenemos que saber madurar.
‘No deis lo santo a los perros, ni
les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas
y después se revuelvan para destrozaros’,
nos dice hoy Jesús en el texto del evangelio. Y hemos de saber interpretarlo
bien y entenderlo. Y nos hace pensar en la dignidad de nuestra propia vida que
hemos de cuidar, pero en lo que tenemos que saber crecer como personas. Es mi
propia dignidad, pero es también la dignidad de los demás, que también tengo
que saber apreciar, valor, tener en cuenta, respetar.
Por eso seguirá dándonos pautas Jesús
de cómo hemos de saber tratarnos los unos a los otros, porque no vamos a exigir
para nosotros lo que no somos capaces de dar o de ofrecer a los demás. Para que
respeten tu dignidad comienza tú respetando la dignidad de los demás. ‘Así,
pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros
con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas’, termina diciéndonos Jesús.
¿Qué es lo que realmente nos están
enseñando los mandamientos del Señor? Los vemos muchas veces como cargas
pesadas, como si todo fueran prohibiciones que nos vinieran a coartar nuestra
libertad – cuantas cosas en este sentido tenemos que escuchar – pero nos
olvidamos que lo que nos están enseñando es a respetar a los demás, a valorar a
las otras personas, porque así lograremos nuestro propio respeto y nuestra
propia dignidad.
Como decimos tantas veces nos puede
parecer puerta estrecha, porque queríamos la amplitud de hacer lo que nos
apetezca – y ya veíamos en qué terminamos – pero no nos damos cuenta de que
tiene el ancho suficiente para que pasemos por ella con dignidad; cuando nos
recargamos de caprichos, de dependencias, de esclavitudes, por muy ancha que
sea la puerta nunca podremos pasar, porque siempre queremos más. Tiene el ancho
necesario para mantener la dignidad de toda persona, porque el amor suavizará
tantas aristas de nuestra vida y facilitará el verdadero camino que hemos de
tomar.
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