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viernes, 12 de abril de 2024

Ofrezcamos con generosidad nuestro pobre pan de cebada y nuestra disponibilidad hará presente el Reino de Dios en el mundo

 


Ofrezcamos con generosidad nuestro pobre pan de cebada y nuestra disponibilidad hará presente el Reino de Dios en el mundo

Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Salmo 26; Juan 6, 1-15

Cuantas veces lo hemos pensado, total, qué puedo hacer yo si soy solo, qué puedo hacer yo que soy poca cosa ante la magnitud de lo que se presenta, de lo que hay que hacer; nos lo decimos, rehuyendo compromisos, cuando hablamos de cómo andan las cosas, de cómo está nuestro mundo, de tanto que habría que hacer para que las cosas mejoren, y todos tenemos ideas porque nuestras tertulias están llenas de proposiciones; pero nos echamos atrás, porque decimos que la tarea nos supera, qué es uno en medio de tantos y cosas por el estilo. Y nos olvidamos que el grano de arena, por pequeño que sea, hace montón, que la gota de agua no es todo el océano, pero el océano no sería tal si no se juntaran todas esas gotas de agua.

Tenemos que pensarlo de cara a nuestros compromisos con la sociedad en la que vivimos; cuando se inicia una acción comunitaria que va a ayudar a mejor la vida de todos, siempre nos quedamos atrás, rehuimos el compromiso, pensamos que son otros los que tienen que realizarlo, y nos quedamos con los brazos cruzados como espectadores. Ya nos dirá Jesús que quien no es fiel en lo pequeño no sabrá ser fiel en lo grande o en lo importante. Seremos poca cosa, pero es nuestro grano de arena que ayudará a hacer montón. 

Hoy el evangelio es claro en este sentido. Una multitud grande seguía a Jesús. Llevaban varios días siguiéndolo por aquellos caminos y aldeas, ahora están lejos y Jesús se da cuenta de cual es la situación. Aquella muchedumbre está hambrienta, y en este caso es también hambre de pan, porque llevan varios días con Jesús y las provisiones se han agotado. ¿Dónde compraremos panes para que coma toda esta gente? Es la pregunta que surge

No hay solución, están en descampado y allí no hay donde buscar pan, además se necesitaría una cantidad grande de dinero para comprar pan para toda esta gente. ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo’. Pero no hay donde comprarlo.

Y aparece uno de los apóstoles con la noticia de que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, ‘pero ¿qué es esto para tantos?’ Pero el muchacho ha hecho desde su pobreza su aportación. Nada se reserva para él a pesar de su pobreza. El pan de cebada es el que comían los pobres que no tenían posibilidades de comprar trigo para hacer la harina. Aquí está este pequeño, pobre, con sus cinco panes y dos peces, y aunque parezca que eso no es nada para tantos, Jesús les dice que la gente se siente en el suelo, que había mucha hierba en aquel sitio – los detalles del evangelio que se fija también en los pequeños detalles – y el resto queda de manos de Jesús. ‘Solo los hombres eran unos cinco mil’, nos detalla también el evangelista. Lo de menos son los números porque lo importante es la acción de Jesús precedida por la generosidad de aquel muchacho.

El gesto es sencillo. ‘Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado’.  Y comieron todos hasta hartarse; y las sobras se recogieron, ‘llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido’. Y ya sabemos la reacción de la gente que quiere hacerle rey, porque están reconociendo que Jesús es el esperado que tenía que venir, pero no ha llegado su hora y Jesús se retira a la montaña, él solo, mientras a los apóstoles los envía en barca a la otra orilla.

Quedémonos con el gesto. El que parece que es el más pequeño y más pobre es quien es capaz de ofrecerlo todo. Y se pudo realizar la maravilla que luego tantas cosas, como signo, nos ha sugerido. Pero hoy quiero quedarme en el signo del desprendimiento y de la generosidad, en el signo de lo pequeño con lo que podemos realizar cosas grandes. ¿No decía María que el Poderoso había hecho obras grandes en ella que solo era la humilde esclava del Señor?

¿Aprenderemos los caminos de la generosidad y del desprendimiento aun desde lo pequeño e incluso lo que nos pueda parecer que no vale nada? Tu vida, mi vida, es ese pequeño grano de arena, es ese pequeño y pobre pan de cebada, pero con el que construimos el Reino de Dios. Cuánto se ha quedado sin hacer porque nos considerábamos pequeños y no dimos el paso adelante. Unos pobres pescadores de Galilea se pusieron en camino por el mundo y el evangelio ha llegado o está llegando a todos los rincones.

¿Qué gesto de desprendimiento has de realizar para que el Reino de Dios se haga más presente en el hoy de nuestro mundo?

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