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lunes, 11 de marzo de 2024

Hay que comenzar a confiar, podemos tener un mundo nuevo, hacer que las cosas cambien, vayamos hasta Jesús, podremos ensalzar al Señor nos ha librado y dado nueva vida

 


Hay que comenzar a confiar, podemos tener un mundo nuevo, hacer que las cosas cambien, vayamos hasta Jesús, podremos ensalzar al Señor nos ha librado y dado nueva vida

Isaías 65, 17-21; Salmo 29; Juan 4, 43-54

Muchas veces en la vida nos sentimos como paralizados ante la inmensidad de problemas que nos envuelven. Y no es para menos. Quienes sentimos inquietud por la marcha de nuestra sociedad no terminamos de apreciar que se van encontrando soluciones de verdad a los problemas que se van generando en el día a día de nuestro mundo. 

Nos duele la falta de paz, nos duele lo difícil que se hace muchas veces la convivencia, nos duele que no seamos capaces de entender y que quizás los que tienen que darnos ejemplo e incluso ir como guías delante de nosotros en la búsqueda de una sociedad más justa lo que hacen muchas veces es embrollar los problemas con tantas corruptelas, con tanta actuación desde unos intereses muy particulares y realmente no estemos haciendo todo lo que podamos por tener un mundo mejor, una sociedad más justa.

Nos sentimos agobiados, por otra parte, en nuestros problemas personales, porque nos cuesta crecer, ser mejores, superar muchas cosas que hay en nuestra vida y que realmente son tropiezos para nuestra maduración y crecimiento personal; y no sabemos como salir. Nos duele la pobreza, nos duele tanto sufrimiento que vemos en nuestro entorno, nos duele la falta de paz. ¿Qué hacemos? ¿Podremos tener un día un mundo mejor? ¿Hay posibilidades de un cambio de verdad en la vida, en la sociedad?

Hoy hemos escuchado un texto precioso del profeta. Unas palabras que venían a llenar de ilusión y de esperanza a un pueblo que estaba lleno de sufrimientos. Como todo profeta emplea muchas imágenes pero que son muy enriquecedoras. Un día aquellos campos resecos van a producir alimentos; un día no se va a llorar por la muerte de los niños; un día comenzará a renacer la ilusión y la esperanza del pueblo porque comprenderán que todo puede cambiar. Son hermosas las palabras del profeta y convendría releerlas mirando la situación que vivimos y que nace la esperanza en nosotros de que todo puede cambiar. ¿Cómo?

El texto del evangelio nos ayuda. Jesús ha vuelto a Galilea y anda por Caná; un hombre, un funcionario real se encuentra con un gran problema, la enfermedad de muerte de un hijo. ¿Cómo se siente un padre cuando se encuentra con una situación así y sin esperanza de solución? ¿Podremos estar viendo ahí retratada nuestra vida, la situación de nuestro mundo de la que hablábamos antes? Es así como tenemos que leer el evangelio. Su tabla de salvación está en Jesús de quien ha oído hablar que cura a los enfermos; a El acude. ‘Señor, baja antes de que se muera mi niño’, es la petición insistente de aquel hombre. Y Jesús le dice que vuelva a su casa que su hijo está curado. Lo comprobará con los criados que le salen al encuentro con la noticia y creyó aquel hombre y toda su familia, nos dice el evangelista.

Y nosotros ¿a quien acudimos? ¿Podremos encontrar en Jesús la esperanza de esa nueva vida, de ese mundo mejor? Es la Buena Nueva que precisamente nos está anunciando Jesús. Tenemos que creer, y para eso darle la vuelta a nuestra vida, y el Reino de Dios se hará presente en nosotros.

Pero creer es algo más que una palabra. Hay que ponerse en camino, hay que levantarse de nuestros agobios, hay que ir en búsqueda de la luz y no querer permanecer siempre en las tinieblas, hay que darse cuenta de que hay que dar pasos para esa conversión del corazón, de comenzar a poner actitudes nuevas en nuestra vida, de tener una mirada distinta, de creer en el cambio y comenzar a realizarlo aunque sea a partir de pequeñas cosas, hay que despertar la ilusión y la esperanza porque mientras sigan dormidas no comenzaremos a dar pasos, hay que bajarnos de los pedestales de nuestro orgullo, de nuestra autocomplacencia, de nuestra autosuficiencia en los que nos hemos subido.

Hay que comenzar a confiar. Podemos tener un mundo nuevo. Podemos hacer que las cosas cambien. Dejémonos conducir por el Espíritu de Jesús, por su Palabra. ¿Qué es lo que realmente queremos ir haciendo ahora en este camino de Cuaresma? No son solo unos días que van pasando inexorablemente en el calendario, sino un tiempo en que cada día hemos de dar un paso, hacer algo nuevo, despertar nuestra fe, escuchar a Jesús.

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