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domingo, 3 de septiembre de 2023

Dejémonos cautivar y seducir por el amor que será el que nos conducirá a caminos de vida en plenitud



 Dejémonos cautivar y seducir por el amor que será el que nos conducirá a caminos de vida en plenitud


Jeremías 20, 7-9; Sal 62; Romanos 12, 1-2; Mateo 16, 21-27


Hay ocasiones en que no queremos escuchar lo que no nos gusta; pero también hemos de decir que no nos gusta algo porque no lo hemos escuchado. No es solamente aquello de que el pez se come o no se come la cola, sino el saber escuchar para entender muy bien lo que se nos quiere decir. Pero nos ciegan los prejuicios, y damos por entendida una cosa que realmente no hemos entendido. 


Un diálogo de sordos en que vamos con una idea, y por eso no llegamos a escuchar lo que se nos quiere decir; no solo no queremos escuchar sino que nos hacemos nuestras interpretaciones particulares, desde nuestras ideas o desde nuestros criterios muy particulares. cuantas veces quizás alguien que está observando de manera imparcial nuestra conversación o nuestro no entendimiento, termina diciéndonos que estamos diciendo lo mismo aunque cada uno emplee sus propias palabras. 


Nos vale hacernos una reflexión así para que tratemos de escucharnos más, de no crearnos las guerrillas que tantas veces nos armamos sin necesidad.  Un mal entendimiento cuantas veces nos lleva a distanciamientos y a enfrentamientos innecesarios.


Lo que le pasaba a los discípulos entonces y tenemos que pensar que quizás nos sigue pasando hoy. No escuchamos, llevamos las ideas preconcebidas. Como Pedro que se había hecho una idea de lo que tenía que ser el Mesías, que por otra parte le cegaba de alguna manera el amor tan grande que sentía por Jesús. No podía pasarle nada a Jesús. Como le parecía a él, si toda la gente le quería, las multitudes le seguían, iban a escucharle allí donde estaba, se sentían maravillados de los signos y milagros que hacía, ¿cómo podía decir Jesús ahora que iba a ser entregado en manos de los gentiles y que sufriría muerte cruenta? 'Eso no puede pasarte a tí. ¡Quítatelo de la cabeza!'


Pero es Jesús el que le dice ahora que se quite de en medio, que no sea tentador para él, que cambie su manera de pensar. 'Tú solo piensas a lo humano, pero no tienes ni entiendes los pensamientos de Dios'. Jesús también un día había sentido tentaciones así. 


Cuando iba a comenzar su tarea, allá en aquellos momentos en que se retiró al desierto, le venían también esos pensamientos de éxito, de grandezas, de reconocimientos; podría parecerle que la tarea que tenía por delante podía ser fácil y exitosa, porque con los poderes que tenía, con la sabiduría de sus palabras, con los gestos extraordinarios que podía hacer delante de la gente, todo el mundo caería a sus pies. Son lo que los evangelistas nos cuentan de aquellas tentaciones en que el mismo satanás se le presentaba ofreciéndoles caminos de éxito seguro. 


Pero allí sintió Jesús lo que eran realmente los caminos de Dios, caminos que tenían que pasar por el amor y la entrega hasta los límites más insospechados; sabía que no sería comprendido, como le estaba sucediendo ahora con Pedro, con quien parecía que las tentaciones se repetían. Pero otros son los caminos del Reino de Dios.


Esos caminos que Jesús quería ofrecerles a sus discípulos, quiere ofrecernos a nosotros también, y que tanto nos cuesta comprender porque seguimos también con nuestras ideas, nuestros caminos y no nos hemos decidido a emprender los caminos de Dios. como nos decía el apóstol en la segunda lectura, 'no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto'. Tenemos que dejarnos transformar, tenemos que saber discernir muy bien lo que Jesus nos ofrece. 


Hoy nos habla de cruz, de negarnos a nosotros mismos, de ser capaces de entregar la vida porque eso no es perderla sino ganarla. No es que emprendamos un camino masoquista en que nos machaquemos y nos anulemos, ni mucho menos. Siempre el camino de Jesús es un camino a la vida y a vivirla en plenitud, es un camino que nos conduce a la felicidad y a una felicidad que nadie nos podrá arrebatar, es un camino de amor, porque solo el amor es el que salvará el mundo. Claro, cuando amamos nos damos por aquel a quien amamos, sí, seremos capaces de olvidarnos de nosotros mismos porque lo que queremos es el bien de aquel a quien amamos. Y amando así nos llenamos de vida, amando así podremos sentir las satisfacciones más hondas del corazón.


Cuando solo nos buscamos a nosotros mismos, nuestros intereses y nuestras glorias vamos como poniendo círculos a nuestro alrededor que nos aíslan, que nos parecería que nos están elevando, pero lo que están haciendo es alejarnos de los demás, por mucho poder que nosotros queramos manifestar, y al final en ese trono de gloria nos sentiremos solos y nos sentiremos vacíos. 


Los halagos que podamos recibir de los demás estarán llenos de falsedad, pero también de muchos miedos y temores que alejan, o muchas veces son palabras interesadas de las que querrán al final sacar un provecho, que si no respondemos como quieren se transformaran en odios que los pondrán en contra, no serán nunca manifestación de un amor verdadero.


Como nos enseñaba el profeta, dejémonos cautivar, seducir por el amor, será lo que nos llevará por caminos de plenitud.


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