Pongamos
nuestra fe en Jesús, creamos en su palabra y nos llenaremos de vida, sabremos
lo que no es morir para siempre
Génesis 17, 3-9; Sal 104; Juan 8, 51-59
Nadie se quiere morir, queremos vivir,
aunque en ocasiones la vida se nos haga dura, problemas, enfermedades, luchas y
contratiempos, soledades y abandonos… queremos vivir. Y sabemos de la realidad
de la muerte, un día se nos acaba, porque se debilita, se consume y se apaga,
porque nos aparece una enfermedad, porque vamos gestando esa muerte según el uso,
digámoslo así, que le damos a lo que vivimos, porque de repente un día nos
llega el final.
Pero queremos vivir, queremos prolongar
la vida, queremos disfrutar de la vida. Y ante eso hay diferentes posturas,
desde los que te dicen la vida son cuatro días, aprovecha y disfruta todo lo
que puedas y de ahí saldrán las diferentes maneras de entender ese disfrute, o
queremos que aunque la vida se nos apague dejemos una huella, una semilla, y
serán los hijos, será la familia, serán esas obras que vamos creando con
nuestro trabajo, será lo que podamos ir haciendo por ese mundo en que estamos
para que otros puedan vivir mejor. Se reflejará así la responsabilidad con que
la asumimos, o la pendiente de la superficialidad por la que nos podemos dejar
caer.
Hoy Jesús en el evangelio nos habla de
que El nos puede dar una vida que no se acaba, no verá la muerte para siempre.
Y allí están los entendidos de siempre poco menos que burlándose de Jesús y de
alguna manera lo están considerando como un iluso cuando habla de estas cosas,
porque todos tienen la experiencia de lo que es el morir. Pero es algo de lo
que Jesús nos hablará muchas veces. Es necesario confiarnos en El, es necesario
creer su palabra, es necesario vaciarnos de tantos sin sentidos con que vivimos
muchas veces para que en El descubramos el sentido hondo profundo que le quiere
dar a nuestra vida. Que no son solo las sumas de los años que podamos acumular
en nuestro calendario particular. Es algo hondo que tenemos que descubrir desde
lo más profundo de nosotros mismos.
¿Cuál es precisamente la buena nueva,
la buena noticia que El quiere transmitirnos? Nos quedamos muchas veces en
nuestros prejuicios, en lo que nosotros nos decimos que creemos desde siempre y
no terminamos de ver ese sentido nuevo que Jesús está ofreciendo a nuestra
vida. Nos preguntamos tantas veces para que vivimos, por qué vivimos. Nuestra
vida no se puede quedar en acumular cosas que un día de nada nos servirán
porque al final todo se va a quedar ahí y ni siquiera sabremos disfrutarlo bien.
¿No recordamos la parábola que un día nos propuso Jesús de aquel hombre
ambicioso que porque un día tuvo una buena cosecha que llenó sus graneros y
bodegas pensaba que ya todo lo tenía y le llegó la hora de la muerte y todo se
quedó atrás?
Son otros los valores que hemos de
sembrar en nuestro corazón que verdaderamente enriquecerán nuestra vida. Jesús
nos está enseñando que la vida no consiste en vivir para nosotros mismos; Jesús
nos abre a otros horizontes en esas personas que hacen camino a nuestro lado y
en ese mundo que tenemos de llenar de buenas cosas; Jesús nos enseña a hacer
una siembra distinta con una semilla nueva que en verdad transformará el mundo;
sembremos paz, sembremos concordia, sembremos entendimiento entre unos y otros,
sembremos de generosidad el corazón, creemos verdaderos nidos de armonía donde
todos nos sintamos valorados y queridos, hagamos regueros de justicia, de
bondad, de unidad, regalemos palabras y sonrisas de amabilidad, y estaremos llenándonos
de una vida que bien merece la pena vivir porque pondrá más felicidad en
nuestros corazones.
Pongamos nuestra fe en Jesús, creamos
en su palabra y nos llenaremos de vida, sabremos lo que no es morir para
siempre. Para eso El dio su vida por nosotros, aprendamos nosotros a dar la
vida y tendremos vida para siempre. ¿No es así como le vamos a contemplar a El
en la Pascua?
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