Abramos
los ojos lo suficiente para darnos cuenta de lo que hay de pasión en nosotros o
en nuestro entorno y llegar a convertirlo en Pascua descubriendo el paso de
Dios
Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42
Tiene que ser
duro cuando alguien con buena voluntad trata de convencer de la veracidad y de
la autenticidad de su vida a quienes no quieren aceptarlo. Expondrá mil razones
y testimonios de que lo que hace es bueno, que no hay doble intención en lo que
ofrece porque no quiere engañar a nadie, trata de justificarse por mil medios,
pero los que le escuchan no dan el brazo a torcer, lo rechazan y ya en su
interior lo tienen condenado. Lágrimas de sangre, podríamos decir que salen del
corazón ante la terquedad de los que le escuchan y o se mantendrá firme en sus
convicciones y en la misión que cree tener en aquel momento a pesar del
rechazo, o terminará marchando por otra parte donde pueda ser mejor escuchado y
aceptado.
Jesús era
consciente de su misión, se sentía enviado por el Padre y sabía también lo que
tendría que sufrir por parte de quienes no le aceptaban y rechazaban. Hoy en el
evangelio encontramos uno de esos momentos, en que Jesús apela a las obras que
realiza, porque quien hace lo que El no puede ser sino alguien venido de Dios.
Un día Nicodemo
lo reconocerá, si no vienes de Dios, si no eres un hombre de Dios, no podrías
realizar las obras que tú haces, le dice más o menos con estas palabras aquel
magistrado judío. Será quien más tarde en algún momento querrá hacer
recapacitar a sus compañeros del Sanedrín que no se puede juzgar a nadie sin
haberle escuchado y de alguna forma se pone de parte de Jesús. También va a ser
mal considerado Nicodemo por esta defensa que hace de Jesús.
Ahora les
dice Jesús que crean en las obras que El realiza. Eran los sencillos y los
humildes – a los que se revela el Padre y por eso Jesús en una ocasión da
gracias al Padre porque revela estas cosas no a los sabios y entendidos, sino a
los pequeños y a los sencillos – los que aceptaban a Jesús, glorificaban a Dios
cuando Jesús realizaba obras maravillosas, como serán los sencillos, más allá
del Jordán donde terminará retirándose Jesús, los que van a creer en El en
estos momentos. Pero en Jerusalén no quieren aceptarle.
Y a todas
estas, ¿nosotros, qué? ¿Aceptamos a Jesús y creemos en El? ¿O también pondremos
nuestras pantallas, nuestras condiciones, nuestras reservas? ¿Hasta donde somos
capaces de creer en Jesús? ¿Hasta donde seremos capaces de subir también con El
a Jerusalén para la fiesta de la Pascua? Tenemos ahora mismo la oportunidad de
decantarnos claramente por Jesús.
En las
puertas de la semana de pasión estamos, que será la semana donde vamos a
celebrar todo el misterio de la pasión y muerte de Jesús. ¿Será una verdadera
celebración lo que vamos a vivir, los pasos que vamos a dar para poder llegar a
la Pascua? Cuidado no nos pongamos simplemente a la expectativa, como muchos de
los que estaban en Jerusalén entonces, de contemplar unos espectáculos, de
contentarnos con ver desfilar delante de nuestros ojos todos esos momentos de
la pasión de Jesús. ¿No tendríamos que ponernos nosotros a hacer ese mismo
camino de pasión de Jesús?
Es cierto que
la contemplación es una actitud muy importante pero cuando lo hacemos desde el
corazón dejándonos envolver por el misterio. No puede ser algo que veamos desde
fuera o que contemplemos fuera de nosotros. Otra tiene que ser la manera,
porque tenemos que hacerlo desde la realidad de nuestra vida que también
necesita hacerse pascua, o contemplando también todos esos signos de pasión, de
dolor, de sufrimiento que hay a nuestro alrededor; no es necesario que pensemos
en otros lugares o en grandes cosas, que también están ahí como parte de la
pasión de Jesús, sino ser capaces de verlo en pequeñas cosas en las personas
que están cerca de nosotros.
Terminaremos
reconociendo, si abrimos suficientemente los ojos, que hay más pasión, más
dolor del que podemos nosotros imaginar. Y eso, ya sea en nosotros, o lo que
estamos también contemplando en nuestro entorno tenemos que convertirlo en Pascua,
porque ahí veamos el paso de Dios, y ahí al paso de Jesús nosotros demos ese
paso hacia adelante, hacia la Pascua.
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