Que no
echemos a perder a semilla de nuestra vida porque nos guardemos tanto para
nosotros porque no seamos capaces darnos hasta morir por los demás
Corintios 9, 6-10; Sal 111; Juan 12, 24-26
Estudia para
que seas un hombre y una mujer de provecho, nos inculcaron desde pequeños;
bueno eso era lo que nos decían a nuestras generaciones. Pero ser un hombre o
mujer de provecho era que pudieras tener un buen trabajo y ganar dinero, poder
situarte en la vida, ‘hacer carrera’, como se decía, para poder ser alguien
importante, que tuvieras poder económico, que fueras una persona de nombre y de
influencia en la vida. No está mal. Es bueno hacer soñar. Es bueno poner
aspiraciones en el corazón. Es bueno que lleguemos a desarrollar lo que somos y
lo que valemos, nuestras cualidades y valores, que podamos hacer con lo que
somos algo por la sociedad en la que vivimos. Es cierto, no hay que cortarle
alas a los sueños. Demasiado vemos en la vida gente dando vueltas y vueltas sin
saber a donde va, a qué dedicar su vida, que pueden hacer de provecho por ellos
mismos, pero también por esa sociedad en la que vivimos.
Lo que creo
que no podemos o no debemos hacer es solamente quedarnos en nuestras propias
complacencias y satisfacciones – aquello de guardarnos para nosotros mismos -,
llenarnos de orgullo y subirnos a pedestales para aprovecharnos de eso que
hemos alcanzado, de eso que podemos hacer, o de esos valores y cualidades que
hemos sido capaces de desarrollar. Es una tentación fácil, que se nos suba a la
cabeza lo que hemos ido logrando en la vida, y centrarlo todo en nuestro yo,
querer incluso que los demás sean adoradores de lo que somos suscitando
envidias, creando rivalidades, poniendo recelos y desconfianzas en los
corazones.
Mira por
donde Jesús de que tenemos que hacer fructificar la semilla de nuestra vida. Ya
en otros momentos del evangelio nos hablará de cómo hemos de negociar los
talentos que se han puesto en nuestras manos para darles rendimiento, y nos
habla también de la buena administración que hemos de hacer de lo que somos o
de lo que tenemos. Pero hoy nos está dando unas claves cuando habla de la
semilla que para que pueda fructificar ha de ser enterrada en tierra y morir.
Es una forma de decir que ha de germinar para que surja una nueva planta, de aquella semilla germinada no quedará nada, o mejor tenemos que decir, quedará
una nueva planta, una nueva vida, que va a producir también sus frutos.
Por eso nos
habla de morir a nosotros mismos. En otro momento empleará la expresión de negarse a sí mismo. Hoy nos dice ‘el que ama a
sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará
para la vida eterna’. No podemos centrar la vida solo en nosotros mismos,
no podemos pensar en que solo vamos a ganar para nosotros; nos está hablando de
desgastarnos, de darnos, de morir como lo hace la semilla para que germine y
surja esa nueva planta, nos está hablando del sentido del amor que le hemos de
dar a la vida.
Aquello que desarrollamos en nosotros,
esa semilla que queremos hacer germinar, esas cualidades y valores que vamos a
desarrollar, no es simplemente por buscar un nombre de prestigio, por alcanzar
unas metas de poder; no importa las altas cotas que pueda alcanzar sino aquello
en lo que yo sea capaz de servir, aquello en lo que yo pueda hacer por ese
mundo en el que vivimos, por los demás, por aquellos que me rodean.
Esa es nuestra verdadera riqueza, esa
es nuestra verdadera grandeza, ese tiene que ser el auténtico brillo que le dé
a mi vida. Ese es el grano de trigo que verdaderamente va a dar fruto, no aquel
que guardamos y almacenamos en el granero sin darle ninguna utilidad. Alguna
vez nos ha pasado que unas semillas que teníamos allá bien guardadas durante
mucho tiempo, las habíamos guardado como si fueran una pepita de oro, pero
cuando quisimos sembrarlas para que germinaran y nos dieran nuevas plantas ya
estaban inservibles, ya no fueron capaces de germinar para darnos nuevas
plantas. Que no echemos a perder así la semilla de nuestra vida.
Todo esto lo estamos reflexionando cuando estamos celebrando hoy a san Lorenzo que no solo se dejó quemar en la parrilla por el nombre de Jesús, sino que por ese nombre de Jesús se había gastado su vida por los pobres que eran la verdadera riqueza de la Iglesia.
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