Los
pobres y los humildes de corazón como Simeón y Ana serán los que podrán conocer
las maravillas del Señor y como lo hizo María que así es una candela de luz
para nosotros
Malaquías 3,1-4; Sal 23; Hebreos 2,14-18;
Lucas 2,22-40
Hace cuarenta días celebramos el
Nacimiento de Jesús, la Natividad del Hijo de Dios hecho hombre y nacido del
seno de María. Hoy la liturgia de la Iglesia, siguiendo el ritmo de los
acontecimientos de la infancia de Jesús y en observancia de lo que estaba
prescrito en la ley de Moisés, tanto para el nacimiento del primogénito varón
como los ritos de purificación de toda madre después del parto, nos ofrece esta
celebración de la Presentación de Jesús en el templo, según lo prescrito por la
ley, y la purificación de María. Es a lo que hace referencia el texto del
Evangelio, aunque en aquel momento vemos que se siguieron realizando las obras
maravillosas del Señor.
El cumplimiento del rito según lo
prescrito se desarrollaría con toda normalidad; para los sacerdotes del templo
eran un niño primogénito más que era presentado al Señor con la ofrenda, en
este caso de los pobres, de un par de tórtolas o dos pichones. Pero la cosa no
podía quedarse ahí. Allí estaban quienes inspirados por el Espíritu del Señor
reconocerían quién era aquel niño y lo que iba a significar para la historia no
solo de Israel sino para toda la humanidad.
Son dos ancianos piadosos que merodean
todos los días por el templo confundiéndose entre los creyentes que allí todos
los días acudían para la oración y para la escucha de la ley y los profetas.
Pero no son dos ancianos cualesquiera. En ellos se había hecho presente el
Señor y ahora serían portavoces de las maravillas del Señor para todos los
creyentes y para todos los que los quisieran escuchar.
Por eso aquel anciano se acerca a
aquella pareja humilde que como una más ha hecho su ofrenda y ha cumplido con
todos los ritos. Y es cuando se desborda el corazón de aquel anciano para
proclamar cuanto allí está sucediendo. El había sentido en su corazón, por la
fuerza del Espíritu del Señor, que sus ojos no se cerrarían sin haber
contemplado al que iba a ser luz de las naciones y gloria del pueblo de Israel.
Y allí lo tenemos proclamándolo y cantando las glorias del Señor.
De la misma manera aquella pobre
anciana viuda – ya aparecerán otras ancianas y viudas en el evangelio ¿por qué
será? – comenzará también a todo aquellos que esperaban la futura liberación de
Israel con la llegada del Mesías, que la hora de Dios había llegado y hablaba a
todos de aquel niño.
¿Por qué será que Jesús nos proponga
como modelo de oración perseverante la de aquella pobre viuda que insistía
permanentemente ante el juez pidiendo justicia? ¿Será un eco esta pobre anciana
y viuda que se había pasado todos los años de su vida sirviendo a Dios en el templo?
¿Por qué será que Jesús se fijará – y
nos lo ofrece como ejemplo - allí a las puerta del templo donde está el arca de
las ofrendas en los dos cuartos humildes que una anciana pobre entrega al Señor
ofreciendo cuanto tenía? Había ofrecido lo que necesitaba incluso para su
sustento, y Dios se había fijado en ella. ¿Nos estará hablando de que son los
pobres y los humildes de corazón, los que se entregan con corazón desinteresado
los que mejor podrán conocer a Dios y la revelación de todos sus misterios?
¿No dará gracias un día al Padre porque
ha revelado todos sus misterios a los pequeños y a los humildes mientras lo ha
ocultado a los que son soberbios de corazón? El evangelio no es una página o un
solo momento determinado que se nos narre, sino que el evangelio, la buena
nueva la tenemos que ver en todo el conjunto y como unos y otros hechos se
explican y se complementan mutuamente. Son evangelio para nosotros, nos está
enseñando como tenemos que ser esos hombres y mujeres sencillos y humildes de
corazón para que podamos conocer a Dios, para que podamos en verdad sentir a
Dios en nuestros corazones.
Allí a un lado y pareciendo que pasa
desapercibida está la madre, la que un día dijera que era la humilde esclava
del Señor y ofrecía la disponibilidad de su corazón para que en ella se
cumpliera la Palabra del Señor anunciada por el ángel de Nazaret. Una
disponibilidad que le iba a hacer seguir el mismo camino de su Hijo.
No es extraño que el anciano profeta le
anuncie que una espada la traspasará el alma, porque aquel niño iba a ser signo
de contradicción para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos
corazones. Es la Madre, la que le dio a luz en la pobreza de Belén, la que le
contemplará creciendo en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres en
el hogar de Nazaret como unas madres saben contemplar y comprender el
crecimiento de los hijos; pero será la madre que dará a luz unos nuevos hijos
que le van a ser confiados desde lo alto de la cruz del calvario. Lleva en su
alma el dolor de su hijo, porque a El se asociará en la obra de nuestra
redención, pero lleva en el alma el dolor y el sufrimiento de todos esos hijos
que Jesús le confiará desde lo alto de la cruz.
La llamaremos madre dolorosa y madre de
las angustias porque vemos cómo ella carga con los dolores y las angustias y de
todos los hombres, como una madre llevará siempre en su corazón el sufrimiento
de sus hijos, pero la llamaremos madre de esperanza y madre de la luz porque en
ella vemos cómo se levanta nuestra esperanza pero ella nos está ofreciendo
también la luz de su hijo.
Por eso hoy los canarios la llamamos María de Candelaria, la que lleva la luz, la portadora de la luz, la que nos trajo la luz porque fue la primera misionera de estas tierras en su imagen bendita aparecida en la playa de Chimisay. Por eso para nosotros los canarios hoy es fiesta especial, es la fiesta de la Virgen de Candelaria y con devoción acudimos a sus pies en su santuario hoy o en cualquier día del año, porque sabemos que allí está la Madre, allí está nuestra madre, las que nos hablará de corazón sencillo y humilde, la que siempre está en disponibilidad total para Dios y para sus hermanos los hombres, la que nos está enseñando a plantar la Palabra de Dios en nuestro corazón.
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