Ir a
anunciar el evangelio no es irse a otros sitios sino allí donde estamos, aunque
no nos resulte fácil, también hemos de anunciar las misericordias del Señor
Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13ª; Sal 3;
Marcos 5, 1-20
Cuando en
Cafarnaún buscaban en la mañana a Jesús les dice que han de ir a anunciar el
Reino por otros lugares. Por eso en el relato del evangelio veremos a Jesús
itinerante de un lugar para otro enseñando y manifestando las señales del Reino
de Dios que llegaba. Pero no todo va a ser fácil. Casi como una señal mientras
iban en barca hacia la otra orilla le levantó en el lago una tormenta muy
fuerte que parecía que la barca se hundía, mientras los discípulos remaban y
remaban tratando de sacar la barca de aquella tormenta. Aunque ellos temen lo peor
y al final acudirán asustados a Jesús que comía en un rincón de la barca en
medio de aquella tormenta, al final logran llegar a la otra orilla.
Pero decíamos
que era como un signo que anticipaba lo que iba a suceder. Era la región de los
gerasenos, casi fuera de las fronteras de Israel y que no mostraban mucha
sintonía con los judíos; allá hacían su vida en aquel lugar apartado. Alguien poseído
de un demonio les atormenta sin que nada puedan hacer, pero parece que casi se
han acostumbrado a aquel tormento. Este
hombre poseído por el espíritu del mal es el primero que sale al encuentro de
Jesús y sus discípulos que llegan a aquellas orillas. Ya sus palabras son de
rechazo. ‘¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por
Dios te lo pido, no me atormentes’.
Ya hemos escuchado el relato en el
evangelio, es una legión de espíritus malignos el que ha poseído a aquel
hombre, que cuando Jesús lo expulsa se meterán en la piara de cerdos – era a lo
que se dedicaban aquellas gentes, ajenas a las costumbres y leyes de Israel que
considera a un cerdo como un animal impuro que ni se podía tocar ni comer su
carne – que se arrojó ladera abajo ahogándose en las aguas del lago.
Llegan las gentes del lugar, se enteran
de lo sucedido, allá contemplan al hombre que había sido poseído por el demonio
ya curado, pero que le piden a Jesús que se marche de aquel lugar. Una actitud
que nos podría parecer incomprensible, porque agradecidos tendrían que estar
por verse liberados de aquel tormento que padecían. Pero puede convertirse
también para nosotros en un signo que algo nos quiere significar.
¿No preferimos en tantas ocasiones
seguir sometidos a nuestras rutinas, aun reconociendo su inutilidad o lo malo
que pueden significar para nuestra vida, antes que dar los pasos necesarios
para cambiar? Preferimos la comodidad de lo que siempre hemos hecho aunque no
tenga sentido ni valor al esfuerzo que tendríamos que hacer para realizar
cambios en nuestra vida. Ahí está por otra parte cuando nos cuesta arrancarnos
de lo que sabemos que es un mal en nuestra vida. Nos apegamos a cosas, nos
apegamos a costumbres, nos apegamos a nuestros defectos y parecería que no
tenemos fuerza suficiente para arrancarnos de ello y comenzar a poner otras
cosas buenas en nuestra vida.
Cuando Jesús se marchaba el que había
sido curado le pidió irse con El, pero Jesús le dice que vaya a los suyos y les
anuncie lo que el Señor ha hecho con él. Muy significativo también. Queremos
seguir a Jesús, queremos irnos con El; parece como que nos sentimos seguros;
una muestra de agradecimiento, podríamos decir, y de correspondencia a la
gracia que Dios ha tenido con él, se siente invitado en su corazón por seguir
los pasos de Jesús. Pero es Jesús el que le confía una misión, no tendrá que ir
a ninguna parte sino que allí entre los suyos tendrá que realizar ese anuncio. ‘Vete
a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha
tenido misericordia de ti’
No será tarea fácil, viendo los
antecedentes de que le pidieron a Jesús que se marchara de aquel lugar; pero en
aquel lugar, aunque sea difícil, ha de hacer su anuncio; parece en ocasiones
que buscamos lugares que nos parecen más fáciles, pero el camino no lo hemos de
escoger nosotros sino aquel que nos ha enviado. ‘En otros lugares, como recordábamos
al principio, he de ir a anunciar también el evangelio’, como decía
Jesús. Pero muchas veces ese lugar no es irse a otro sitio sino ahí donde
estamos, allí entre los nuestros, allí donde no entienden quizás que nosotros
estemos llamados a esa labor y a esa misión, allí donde podría encontrar quizás
rechazo, donde nos puede resultar más difícil es donde tenemos que hacer ese
anuncio.
¿Estará significando algo este
evangelio para esa labor que como cristiano y como Iglesia estoy llamado a
realizar?
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