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lunes, 31 de enero de 2022

Ir a anunciar el evangelio no es irse a otros sitios sino allí donde estamos, aunque no nos resulte fácil, también hemos de anunciar las misericordias del Señor

 


Ir a anunciar el evangelio no es irse a otros sitios sino allí donde estamos, aunque no nos resulte fácil, también hemos de anunciar las misericordias del Señor

Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13ª; Sal 3; Marcos 5, 1-20

Cuando en Cafarnaún buscaban en la mañana a Jesús les dice que han de ir a anunciar el Reino por otros lugares. Por eso en el relato del evangelio veremos a Jesús itinerante de un lugar para otro enseñando y manifestando las señales del Reino de Dios que llegaba. Pero no todo va a ser fácil. Casi como una señal mientras iban en barca hacia la otra orilla le levantó en el lago una tormenta muy fuerte que parecía que la barca se hundía, mientras los discípulos remaban y remaban tratando de sacar la barca de aquella tormenta. Aunque ellos temen lo peor y al final acudirán asustados a Jesús que comía en un rincón de la barca en medio de aquella tormenta, al final logran llegar a la otra orilla.

Pero decíamos que era como un signo que anticipaba lo que iba a suceder. Era la región de los gerasenos, casi fuera de las fronteras de Israel y que no mostraban mucha sintonía con los judíos; allá hacían su vida en aquel lugar apartado. Alguien poseído de un demonio les atormenta sin que nada puedan hacer, pero parece que casi se han acostumbrado a aquel tormento. Este hombre poseído por el espíritu del mal es el primero que sale al encuentro de Jesús y sus discípulos que llegan a aquellas orillas. Ya sus palabras son de rechazo. ‘¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes’.

Ya hemos escuchado el relato en el evangelio, es una legión de espíritus malignos el que ha poseído a aquel hombre, que cuando Jesús lo expulsa se meterán en la piara de cerdos – era a lo que se dedicaban aquellas gentes, ajenas a las costumbres y leyes de Israel que considera a un cerdo como un animal impuro que ni se podía tocar ni comer su carne – que se arrojó ladera abajo ahogándose en las aguas del lago.

Llegan las gentes del lugar, se enteran de lo sucedido, allá contemplan al hombre que había sido poseído por el demonio ya curado, pero que le piden a Jesús que se marche de aquel lugar. Una actitud que nos podría parecer incomprensible, porque agradecidos tendrían que estar por verse liberados de aquel tormento que padecían. Pero puede convertirse también para nosotros en un signo que algo nos quiere significar.

¿No preferimos en tantas ocasiones seguir sometidos a nuestras rutinas, aun reconociendo su inutilidad o lo malo que pueden significar para nuestra vida, antes que dar los pasos necesarios para cambiar? Preferimos la comodidad de lo que siempre hemos hecho aunque no tenga sentido ni valor al esfuerzo que tendríamos que hacer para realizar cambios en nuestra vida. Ahí está por otra parte cuando nos cuesta arrancarnos de lo que sabemos que es un mal en nuestra vida. Nos apegamos a cosas, nos apegamos a costumbres, nos apegamos a nuestros defectos y parecería que no tenemos fuerza suficiente para arrancarnos de ello y comenzar a poner otras cosas buenas en nuestra vida.

Cuando Jesús se marchaba el que había sido curado le pidió irse con El, pero Jesús le dice que vaya a los suyos y les anuncie lo que el Señor ha hecho con él. Muy significativo también. Queremos seguir a Jesús, queremos irnos con El; parece como que nos sentimos seguros; una muestra de agradecimiento, podríamos decir, y de correspondencia a la gracia que Dios ha tenido con él, se siente invitado en su corazón por seguir los pasos de Jesús. Pero es Jesús el que le confía una misión, no tendrá que ir a ninguna parte sino que allí entre los suyos tendrá que realizar ese anuncio. ‘Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti’

No será tarea fácil, viendo los antecedentes de que le pidieron a Jesús que se marchara de aquel lugar; pero en aquel lugar, aunque sea difícil, ha de hacer su anuncio; parece en ocasiones que buscamos lugares que nos parecen más fáciles, pero el camino no lo hemos de escoger nosotros sino aquel que nos ha enviado. ‘En otros lugares, como recordábamos al principio, he de ir a anunciar también el evangelio’, como decía Jesús. Pero muchas veces ese lugar no es irse a otro sitio sino ahí donde estamos, allí entre los nuestros, allí donde no entienden quizás que nosotros estemos llamados a esa labor y a esa misión, allí donde podría encontrar quizás rechazo, donde nos puede resultar más difícil es donde tenemos que hacer ese anuncio.

¿Estará significando algo este evangelio para esa labor que como cristiano y como Iglesia estoy llamado a realizar?

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