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sábado, 27 de noviembre de 2021

Vigilancia para no distraernos y oración para abrir nuestro corazón a Dios para escucharle y sentir su presencia

 


Vigilancia para no distraernos y oración para abrir nuestro corazón a Dios para escucharle y sentir su presencia

Daniel 7, 15-27; Sal.: Dn 3, 82-87; Lucas 21, 34-36

Nos podemos distraer, y hay cosas que llaman la atención y nos pueden hacer olvidar la meta final por probar aquello que ahora vemos tan apetitoso. El caminante que emprende la aventura de un viaje por un lugar desconocido tratará de tener en cuenta todas las precauciones para no errar el camino o para no estar dando vueltas y más vueltas en torno al mismo sitio sin encontrar salida.

Pasa si vamos a una ciudad grande y desconocida para nosotros cuando por nosotros mismos queremos encontrar el camino y al final nos damos cuenta que estamos dando vueltas sobre un mismo sitio; confieso que esto de la ciudad a mi me ha pasado en alguna ocasión por ser atrevido y quizás no dejarme aconsejar. Es el caminante que trata de cruzar un desierto o atravesar una cordillera de altas montañas y se proveerá de las mejores brújulas que le orienten (la brújula siempre mira al norte y nos hará descubrir la verdadera dirección del camino) y entonces no le hagan dar vueltas sobre si mismo – hoy diríamos un ‘gps’ en los avances de la vida -; todo es tan parecido y tan desconocido que nos viene la confusión.

Eso son accidentes, vamos a llamarlos geográficos que nos podemos encontrar, pero la vida misma es también un camino donde hay muchas cosas que nos llaman la atención, que nos distraen, que nos pueden hacer olvidar la meta y objetivo final que nos hemos propuesto. Es el camino humano de crecimiento que vamos realizando día a día; es el camino de nuestro espíritu en el que hemos de tratar de darle una profundidad espiritual a lo que somos y en consecuencia a lo que hacemos; es el camino que como cristianos queremos realizar en el seguimiento de Jesús y en la realización de las tareas que a los que creemos en El nos ha encomendado. ¿Verdad que vamos tropezando cada día con muchas cosas que nos impiden esa madurez de la vida, esa espiritualidad profunda y esa vivencia con toda intensidad de nuestra fe?

En estos días finales del año litúrgico, que precisamente terminamos hoy, pero también en las primeras semanas del Adviento se nos habla de los tiempos finales y de ese encuentro definitivo con el Señor, en su segunda venida como iremos escuchando. Nos vale para el verdadero sentido del adviento que mañana iniciamos en toda la amplitud que tenemos que darle, como ya iremos viendo. Jesús nos habla de vigilancia como también nos habla de oración.

Vigilancia para estar atentos a esa llegada del Señor a nuestra vida, ya sea en el momento presente en que hemos de sentir siempre esa presencia del Señor, o ya sea ante la segunda venida del Hijo del Hombre en la plenitud de los tiempos. En distintos momentos nos hablará de la vigilancia como quien está de centinela atento a lo que pueda suceder, o de quien tiene unas responsabilidades que cumplir en donde no se podrá distraer de sus obligaciones. Hoy nos habla de que en cualquier ocasión hemos de estar vigilantes y atentos no dejándonos distraer por nada.

‘Tened cuidado de vosotros, nos dice, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra’. Cuidado no se nos emboten los corazones, ya sea porque nos demos a la fiesta y al jolgorio o ya sea, nos dice también, porque los quehaceres de la vida, las inquietudes de la vida nos absorban de tal manera que no seamos capaces de darnos cuenta del día y de la hora. No nos distraigamos.

Nos tiene que hacer pensar. ¿Cuáles son esos afanes y preocupaciones que llegan a embotarnos? Siempre hemos escuchado que hay que saber hacer una escala de valores en la vida. ¿Qué es lo importante y lo primordial? No se trata de eludir responsabilidades o considerar que las cosas pequeñas y secundarias no tienen valor, sino es saber poner cada cosa en su sitio. No nos distraigamos, repito.

Vigilancia y oración, que es estar con el corazón abierto para Dios. con oración pensamos muchas veces solamente en que tenemos que pedirle muchas cosas a Dios, pero oración es mucho más, porque es también abrir nuestro corazón a Dios para escucharle, para sentir su presencia, para darnos cuenta de esa luz que es para nuestra vida dejándonos conducir por su Espíritu.

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