No
nos acobardemos ni tengamos miedo, mantengamos la firmeza y fidelidad que se
manifieste en la perseverancia y encontraremos la salvación
Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Sal.: Dn
3,62-67; Lucas 21,12-19
Mantenerse uno firme en sus convicciones no es fácil. Es más fácil acomodarnos. Es la tentación en la que todos estamos en las distintas facetas de la vida. Hoy se emplea mucho la frase de lo políticamente correcto; o sea aquello que tú tienes que pensar o decir para no ir a la contra de lo que todos dicen; porque ahora quieren mandar los que se creen en mayoría; y no hablo ahora de democracia política, sino del común sentir y hacer de la gente, de lo que todo hacemos.
Hay
corrientes de opinión y ahora todos tienen que pensar según esa corriente de
opinión dominante; y las corrientes de opinión las crean algunos que más
gritan, o más se manifiestan en la calle o en los medios de comunicación, los
que van creando influencias en los demás, en la mayoría de la gente, y a esos
hay que creerlos y seguirlos, no se puede ir a la contra. Y entonces para no
resultar molestos o incómodos, nos acomodamos (vaya con todo sentido el juego
de palabras incómodo-acomodarse). Si alguien quiere opinar distinto lo va a
tener difícil. La verdad de la vida tiene que ser algo mucho más profundo.
Por eso al
que quiere ser cristiano de verdad le va a costar, no le va a ser fácil. Porque
muchas veces tendremos que remar en contra. Nuestros valores y nuestros
principios son otros de los que el mundo o la sociedad tratan de imponer. Y nos
va a costar mucho la fidelidad. Nuestro punto de partida tiene que ser el
evangelio, esa buena nueva que Jesús nos ofrece que se convierte para nosotros
en un sentido de vida.
Las
motivaciones profundas que nosotros tenemos para nuestro trabajo por la justicia,
para la construcción de nuestro mundo desde el amor, para conseguir la
verdadera paz que nos dé una felicidad duradera y profunda tienen unas características
muy especiales que nosotros mamamos (vamos a decirlo así) en el evangelio. Y
eso choca con los intereses del mundo, eso choca con un sentido materialista de
la vida, eso choca con los egoísmos que nos asaltan y las posturas interesadas
de tanto que solo buscan sus ganancias o sus vanidades. Y nos vamos a encontrar
entonces con un mundo enfrente, al menos con muchos que no les convencen
nuestras ideas y tratarán de destruir lo que nosotros vayamos construyendo sin
importarles el destruirnos a nosotros también.
Y de eso es
de lo que nos está previniendo Jesús en el evangelio cuando nos habla de persecuciones
y de cárceles o de que nos vamos a encontrar enfrente quizás hasta los más
cercanos que tengamos a nuestra vida como pueden ser nuestros familiares o aquellos que consideramos amigos. ‘Os echarán mano,
os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos
comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre… Y hasta vuestros
padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de
vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre…’
Pero Jesús nos dice que no nos
acobardemos, que no tengamos miedo, que no estemos preocupándonos demasiado en
como hemos de hacer nuestra defensa, porque su Espíritu estará con nosotros.
‘Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en
la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré
palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún
adversario vuestro’.
Termina Jesús hablándonos de la
firmeza, de la fidelidad de nuestra vida. Firmeza y fidelidad que se ha de
manifestar en la perseverancia. Eso que nos cuesta tanto. Pronto nos cansamos.
Pronto tiramos la toalla. Pronto nos parece todo tan oscuro que perdemos las
ganas de luchar, de esforzarnos, de seguir adelante. ‘Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas’, nos dice Jesús.
Vemos a tantos en la vida, en
diferentes aspectos o en diferentes situaciones que cuando encuentran la
dificultad ya van derrotados, que podemos nosotros terminar haciendo igual.
Además muchas veces queremos que la salida sea a nuestra manera, pero Dios abre
caminos nuevos y distintos delante de nosotros. Si permanecemos fieles aun en
los momentos más oscuros veremos que al final la luz de Jesús no nos faltará.
Como nos dice hoy ‘ni un cabello de vuestra cabeza perecerá’. Confiemos
en el Señor, en su Palabra, en la fuerza de su Espíritu que estará siempre con
nosotros.
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