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martes, 22 de junio de 2021

Un camino de superación y de crecimiento que me planteará las exigencias del amor para tomar la iniciativa de hacer el bien aunque me cueste sacrificio

 


Un camino de superación y de crecimiento que me planteará las exigencias del amor para tomar la iniciativa de hacer el bien aunque me cueste sacrificio

Génesis 13, 2.5-18; Sal 14; Mateo 7,6.12-14

Tenemos carreteras, autovías, autopistas por donde podemos circular con comodidad pero aún nos quejamos y queremos todavía que sean mejores. Nos olvidamos de los caminos estrechos, de las veredas de las montañas, de las carreteras llenas de curvas que teníamos en otros tiempos. Pero es que en la vida queremos que todo sea cómodo, no queremos nada que sea un tropiezo ni tener nosotros que hacer el esfuerzo.

Pero creo que entendemos que no se trata de las vías de comunicación que tengamos que utilizar, sino que estamos hablando de la vida misma que nos exige un esfuerzo, se trata de nuestras relaciones con los demás que tenemos que cuidar, se trata de nuestro propio vivir donde siempre tiene que haber crecimiento como señal de que hay vida y eso nos obligará a ponernos en camino de superación, se trata de nuestras propias responsabilidades, familiares o en nuestra relación con la sociedad en la que vivimos, que tenemos que saber asumir.

Y el camino se nos puede volver angosto y estrecho porque parece que quisiéramos hacer siempre solamente lo que nos apetezca en el momento y el pensar que estamos rodeados de otras personas con las que convivimos o porque tenemos unas responsabilidades nos obligará a hacernos como una escala de valores para darnos cuenta lo que es más importante en cada momento y eso me puede exigir una renuncia a un capricho, un sacrificio de algo que nos gustaría placenteramente, o desprendernos de algo a lo que nos sentimos muy apegados.

Muchas veces nos confundimos y pensamos que el camino de la felicidad pasa por la satisfacción de esos caprichos personales o por la posesión de muchas cosas a las que finalmente nos sentimos tan apegados que nos convertimos en esclavos de ellas. Es hermosa la imagen que nos está proponiendo Jesús. Nos habla de una puerta estrecha, como las que había en las murallas que rodeaban las ciudades antiguas. Por esa puerta no podríamos pasar cargados con muchas pertenencias; necesitaríamos liberarnos de aquellas cosas que no nos son esenciales para poder pasar con lo justo, con lo que realmente es importante para nuestra vida.

Por eso tenemos que saber ir a lo esencial, quedarnos con lo esencial. Y claro desprendernos de muchas cosas en las que habíamos puesto toda nuestra vida como si fueran lo que nos daría la verdadera felicidad, cuesta, son desgarros del corazón, son caminos estrechos por los que en algún momento tenemos que transitar.

De eso nos está hablando Jesús hoy en el evangelio. Nos recuerda una regla importante para nuestra relación con los demás y para el trato que hemos de tener con los otros. ‘Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas’. Pedimos, sí, y exigimos que nos traten bien como si fuera una obligación que tienen los otros de atendernos y de hacer por nosotros, pero, ¿qué somos capaces de hacer por los demás? El amor no se impone, pero quien ama de verdad tiene que saber ser el primero que toma la iniciativa del bien por aquel a quien ama.

Y nos habla de esa exigencia que hemos de tener con nosotros mismos, como hemos venido diciendo para buscar siempre lo que es lo fundamental. No nos podemos confundir pensando que por el camino ancho de nuestras vanidades y superficialidades, de nuestro endiosamiento y de nuestra búsqueda de pedestales, de nuestro encerrarnos para pensar solo en nosotros mismos, vamos a ser más felices. No se trata de buscar de forma masoquista lo que es lo más duro de la vida, sino de un camino de superación que nos llevará a la mayor plenitud de la persona.

‘Entrad por la puerta estrecha, nos dice. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos’. ¿Encontraremos el verdadero camino? ¿Sabremos pasar por esa puerta estrecha? ¿Seremos capaces de desprendernos de nuestros apegos y de la superficialidad con que a veces vivimos la vida?

 

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