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domingo, 20 de junio de 2021

Estará Jesús dormido en un rincón de la barca desentendiéndose de lo que nos está pasando, llegamos a pensar ante las turbulencias de la vida

 


Estará Jesús dormido en un rincón de la barca desentendiéndose de lo que nos está pasando, llegamos a pensar ante las turbulencias de la vida

Job 38, 1. 8-11; Sal. 106; 2Corintios 5, 14-17; Marcos 4, 35-41

‘Vamos a la otra orilla’. No se lo pensaron. ‘Dejando a la gente se lo llevaron en barca como estaban’. ¿Necesitaban haber sido más previsores antes de meterse a atravesar el lago? Creían conocerlo.

En la vida muchas veces sentimos el impulso o sentimos la invitación a lanzarnos mar adentro. ¿Es la aventura de la vida? ¿Son los riesgos que hemos de asumir? ¿Son los proyectos que se nos pueden presentar que nos obliguen a dejar en lo que estamos para lanzarnos a algo nuevo? Quizás nos lo pensamos, analizamos, queremos ver pro y contra, recibir quizá otra opinión de otras personas, vemos los peligros y los riesgos, ¿nos atreveremos a arriesgarnos?

Quizá queremos tenerlo todo atado y bien atado; no queremos que nada nos falle; cuando se hacen proyectos o se lanzan planes los promotores lo estudian todo al pormenor; quien va a embarcarse en ese proyecto estudiará con todo detalle lo propuesto, viendo posibilidades, viendo capacidades porque no vamos a emprender la tarea de edificar una torre si no tenemos medios para terminarla, para no ser el hazmerreír de la gente. Aunque también los hay osados que se lanzan ciegos porque aquel proyecto le atrajo, porque en él vio la realización de sus sueños, porque aburrido de lo de siempre quería lanzarse a algo nuevo y distinto. Dicen que quien no se arriesga nunca consigue nada.

Es la travesía de la vida en la que todos andamos embarcados; cada uno irá a altura diferente según su capacidad, sus posibilidades o su saber hacer. Quisiéramos que la travesía fuera cómoda y placentera; además nos estamos mal acostumbrando en la vida y algunas veces hasta exigiendo que todo nos lo den hecho y resuelto y que nosotros no tengamos que sacrificarnos tanto. No queremos contratiempos, cosas que nos vengan en contra, pero hay ocasiones en que parece que todo se nos va de las manos, se nos va al traste, que se derrumban nuestros planes y proyectos y no sabemos a quien culpar o cómo rehacernos para salir de esa situación. Nos vemos abrumados y nos parece que estamos hundidos para siempre.

En estos momentos en nuestra sociedad estamos pasando por uno de esos trances en que nos parecía que habíamos conseguido grandes metas pero un simple virus nos ha dado la vuelta a la vida, nos ha trastocado todo y el mundo parece que se nos derrumba. No terminamos de saber cómo reaccionar, no terminamos de darnos cuenta de cuáles son las cosas verdaderamente importantes y esenciales que son las que tendrían que darle un valor más permanente a la vida.

Y podemos y tenemos que hablar también del ámbito de nuestra fe, de la vida de la Iglesia y nuestra pertenencia a la comunidad eclesial. En el horizonte también nos aparecen turbulencias que en determinados momentos se pueden convertir en fuertes tormentas que nos puede parecer que la barca se hace agua y nos hundimos. No todo es tan placentero y tan pacífico, y esto lo podríamos ver desde diferentes frentes; no todo son siempre noticias buenas y hay cosas que suceden que nos cuesta entender y hasta nos pueden escandalizar; hay quien por otra parte se siente desorientado porque o quiere anclarse en meras tradiciones que nos pueden llenar de rutinas o porque algunas veces queremos caminar tan deprisa que podemos perder el norte o perder de vista lo que es el verdadero fundamento.

No todos entendemos de la misma manera la evolución de la vida y lo que es el camino de la Iglesia y en consecuencia el camino de los cristianos en este mundo en el que estamos. Y nos encontraremos con reacciones enfrentadas dentro de la misma Iglesia. Nos da la impresión que la barca hace agua porque nuestras Iglesias se nos vacían y nos cuesta ver la asistencia del Espíritu Santo en este camino que hoy vive la Iglesia. ¿Estará Jesús dormido en un rincón de la barca desentendiéndose de lo que nos está pasando?, llegamos a pensar.

Pero el Señor está ahí y su Espíritu está presente en medio de nosotros. No es a Jesús a quien tenemos que despertar sino que somos nosotros los que tenemos que despertar para darnos cuenta de esa presencia del Espíritu de Cristo en la Iglesia y también en medio de nuestro mundo en esta situación que vivimos. Es el Espíritu quien nos inspira, quien nos abre los ojos y el corazón, quien nos hace buscar lo que es verdaderamente fundamental, quien amplía ante nosotros horizontes para despejar todos esos nubarrones que nos parecía que nos podían poner en peligro.

En toda esa travesía de la que hemos venido hablando sabemos bien quién es el que lleva el timón y que nunca nos fallará. A El es a quien tenemos que escuchar allá en lo hondo del corazón y al que tenemos que seguir porque es el que nos puede llevar a alcanzar una vida en plenitud. Con El a nuestro lado no tememos las tormentas, nos sentimos seguros porque El es nuestra verdadera fortaleza y guía de nuestra vida. En la barca con nosotros va siempre Jesús. Y no está dormido.

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