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jueves, 8 de abril de 2021

Que no nos falte la paz, que no nos falte la alegría y el entusiasmo de nuestra fe, que no nos falte la valentía para anunciar al mundo que Cristo ha resucitado

 


Que no nos falte la paz, que no nos falte la alegría y el entusiasmo de nuestra fe, que no nos falte la valentía para anunciar al mundo que Cristo ha resucitado

Hechos de los apóstoles 3, 11-26; Sal 8; Lucas 24, 35-48

La vuelta de los que se han marchado, sobre todo si tuvo algo traumático tanto para los que marchaban como los que se quedaban, siempre es bien acogida, es motivo de alegría y el reencuentro servirá para revivir experiencias, contar lo sucedido, y revisar las motivaciones por las que se había producido tal hecho doloroso.

Así andaban con la vuelta de los discípulos de Emaús; seguro que su marcha había producido en todos dolor, porque eran dos más que abandonaban, que parecía que habían perdido toda fe y toda esperanza y grande era la desilusión que llevaban en su corazón los que se habían puesto en camino. Pero todo había cambiado, Jesús les había salido al paso como ahora ellos contaban con toda serie de detalles y cuando se sentó a la mesa con ellos a la hora de partir el pan lo reconocieron y reconocieron toda la experiencia que habían vivido con su presencia en el camino.

En esas andaban contando con alegría su experiencia y me imagino que los que habían quedado en el cenáculo haciendo toda clase de preguntas. Pero no era necesario que respondieran a tantas preguntas porque ahora de nuevo Jesús estaba allí en medio de ellos. Quienes no había tenido aún la experiencia del encuentro con el Resucitado les produjo sorpresa y temor por eso las primeras palabras de Jesús será para que recobren la paz, para que serenamente disfruten de su presencia. Aún siguen incrédulos y Jesús les pedirá algo de comer a lo que ofrecen un poco de pez asado que había quedado por allí, porque los fantasmas no comen, y así se convencían de que era El.

Como había hecho con los discípulos del camino les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y fueran capaces de discernir que todo cuando había sucedido estaba anunciado en las Escrituras. Allí estaba Jesús con su Palabra; allí estaba Jesús poniendo paz en aquellos corazones aún atormentados; allí estaba Jesús con la fuerza de su Espíritu haciendo que abrieran su corazón y su mente para aceptar las Escrituras pero para reconocer que era El en persona, de lo que de ahora en adelante tienen que ser testigos.

Poco a poco va renaciendo la paz en sus corazones y ahora era la alegría lo que los embargaba; ahora se sienten con la fuerza del Espíritu para lanzarse también al mundo  a anunciar la Buena Nueva. Los contemplamos a ellos y nosotros queremos contagiarnos de esa alegría y de esa paz. Porque ahora somos nosotros los testigos. Es necesario abrir nuestro corazón, es necesario fortalecernos interiormente, es necesario que crezcamos en esa fe para que se disipen para siempre las dudas; es necesario que seamos capaces de ir con convicción profunda a los demás para hacer también el anuncio de Cristo resucitado.

No va a ser tarea fácil, porque es difícil hacer un nuevo anuncio a los que ya vienen de vuelta y no quieren creer en nada; se ha perdido el sentido cristiano de la vida aunque vivimos en un mundo rodeado de signos cristianos; vivimos con un espíritu tan materialista que lo que suene a espiritual ya parece que se quiere como descartar de antemano; la gente se siente quemada por tantos problemas que van apareciendo en la sociedad que nos hace perder la paz, pero también porque muchas veces en nuestro mundo religioso y que llamamos cristiano los problemas se acumulan y la gente ya no sabe en qué creer o en quién creer.

Es un mundo difícil pero ahí tenemos que hacer el anuncio. Hablamos de nueva evangelización y estas son algunas de las cosas con las que tenemos que contar cuando queremos llevar de nuevo el evangelio a nuestro mundo. Es la tarea que Cristo pone en nuestras manos cuando nos dice que nosotros somos testigos y tenemos que convertirnos en unos testigos veraces, porque no solo hagamos el anuncio de palabra sino con el testimonio de nuestros hechos, el testimonio de nuestra vida.

Que no nos falte la paz, que no nos falte la alegría y el entusiasmo de nuestra fe, que no nos falte la valentía para anunciar al mundo que Cristo ha resucitado.

 

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