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viernes, 24 de julio de 2020

Hay que salir a todos los terrenos a sembrar la semilla no temiendo las dificultades de acogida que podamos encontrar porque Jesús nos envió a todos sin distinción


Hay que salir a todos los terrenos a sembrar la semilla no temiendo las dificultades de acogida que podamos encontrar porque Jesús nos envió a todos sin distinción

Jeremías 3, 14-17; Sal.: Jer 31, 10. 11-12ab. 13; Mateo 13, 18-23
Al romperse el ritmo de la lectura continuada en esta semana por distintas celebraciones parece que nos queda a trasmano la explicación de la parábola del sembrador que hoy escuchamos en el evangelio. Cuando los discípulos llegaron a casa con Jesús le preguntaron por el sentido de las parábolas, por qué les hablaba en parábolas y el significado en este caso concreto de la parábola del sembrador.
Muy propio del lenguaje oriental es ser muy expresivos en sus imágenes para explicarnos cualquier cosa; incluso en el lenguaje ordinario en los saludos de los encuentros, por ejemplo, el interesarse por la familia o los seres queridos solía ir acompañado de grandes párrafos llenos de imágenes para expresar el aprecio que sentían por la familia.
De todas maneras son válidas en todos los lugares y en todos los tiempos las imágenes para expresarnos las cosas y en el mundo de comunicación en que vivimos y de medios audiovisuales de todo tipo bien sabemos como aquello que se nos presenta con unas imágenes determinadas está pensado para trasmitirnos un mensaje, para decirnos de una forma agradable o de una forma sutil muchas cosas que nos puedan interesar o ayudar. No es cuestión solo de imaginación de una riqueza del lenguaje que así quizá de manera sencilla sin embargo se hace profundo en sus contenidos que llegamos a comprender mejor.
Ya esta misma página con la que me comunico con ustedes la misma titulación ya está expresada con una imagen, la semilla que sembramos cada día (http://la-semilla-de-cada-dia.blogspot.com/), para indicar la intención y el mejor deseo de hacer que estas reflexiones sean semilla que llegue a nuestra vida y nos ayude a tener los mejores frutos de nuestra existencia y en este caso concreto de nuestro seguimiento de Jesús.
La semilla está ahí con todo su potencial, podríamos decir, en sí encierra un misterio de vida pero que tenemos que hacer germinar para que surja la nueva planta que un día nos dé los mejores frutos. Ni podemos dejar guardaba para siempre esa semilla porque podría perder su virtualidad, ni la podemos sembrar de cualquier manera si luego esa nueva planta que surge no le prestamos los necesarios cuidados para que pueda no solo brotar sino crecer y un día nos ofrezca las flores anuncio de los prometidos y ansiados frutos.
Es cierto que el sembrador de la parábola va sembrando a voleo, que es la forma habitual de sembrarla, porque quiere que llegue esa semilla a todos los campos y a todos los terrenos. Y es que la Palabra de Dios no la podemos encerrar ni podemos estar escogiendo a quien se la ofrecemos sino que su riqueza de vida es para todos y a todos se ha de ofrecer. Y aunque en la parábola nos encontramos con la dificultades de esos diversos terrenos donde ha caído la semilla que no siempre va a tener el cuidado necesario para que germine y llegue a fructificar, sin embargo ese hecho nos está también queriendo decir mucho a los cristianos de hoy a la hora de hacer esa siembra.
Quizá muy obsesionados por tener el terreno bueno y bien preparado muchas veces nos hemos quedado demasiado encerrados en los nuestros, en nuestro campo, en el recinto de nuestras iglesias o nuestros templos, esperando quizá que vengan todos deseosos de esa semilla de esa Palabra para escucharla. Que también tenemos que ser conscientes de cuáles sean las actitudes con que vienen a nuestros templos, a nuestros centros parroquiales, a nuestras catequesis, porque bien sabemos la cantidad de condicionamientos sociales que rodean muchas de nuestras acciones pastorales.
Y tenemos que darnos cuenta de que tenemos que salir a todos los campos, a todos los terrenos aunque nos encontremos con la dificultad de la acogida o no que pueda tener ese anuncio que nosotros queremos hacer. Pero Jesús nos envió al mundo, hasta los confines de la tierra, y no puso límites, ni dijo que fuéramos solo allí donde sabíamos que nos iban a escuchar.
El Papa Francisco nos lo ha estado repitiendo, como se suele decir, por activa y por pasiva, cómo tenemos que salir a las periferias, o sea tenemos que salir de nuestros lugares de siempre para llevar ese anuncio de la Buena Nueva a todo el mundo. Por muchas cosas que digamos, por muchos planes pastorales que nos hagamos, seguimos encerrados en hacer lo de siempre y el evangelio tiene que oírse con otra voz, y tiene que llegar a todos, y por todos tiene que hacerse entender.
Gastamos muchas energías hacia dentro y nos falta el impulso para ir de verdad a los de fuera. Repetimos una y otra vez las mismas cosas a los que tenemos siempre dentro de nuestras comunidades, pero no hemos encontrado la forma para saber ir a los que están más lejos y nunca vienen. Un nuevo coraje y un nuevo ardor nos faltan en el corazón. Dejemos que el Espíritu del Señor se meta dentro de nosotros y nos revuelve para hacernos despertar.


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