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lunes, 1 de junio de 2020

María, la madre que está en silencio junto a la Iglesia y nos ayuda a discernir los designios de Dios en estos concretos caminos de la historia



María, la madre que está en silencio junto a la Iglesia y nos ayuda a discernir los designios de Dios en estos concretos caminos de la historia

Génesis 3, 9-15. 20; Sal 86; Juan 19, 25-34
Cuando nos piden hablar de la madre afloran en nuestro interior los más hermosos sentimientos y aunque rebusquemos las palabras, si no tenemos el don de la poesía, nos salen torpes y no sabemos expresar debidamente las emociones que fluyen de nuestro corazón. De la madre es la que aprendimos lo que es la ternura y el amor no porque nos repitiera muchas palabras para enseñárnoslo sino porque nos sentíamos envueltos en sus brazos llenos de ternura que ahí en el contacto de la piel nos hacían sentir lo más bello del amor.
Queremos hablar del amor de la madre y nos viene al pensamiento su entrega y su sacrificio y corren por nuestra mente las imágenes de la preocupación de la madre siempre afanada en darnos lo mejor aunque algunas veces por nuestra resistencia tuviera que fruncir el ceño pero del que se escapaba sin que ella pudiera evitarlo toda la ternura del corazón.
Pero no solo estamos contemplando esos grandes momentos de emoción o de vida sacrificada sino que descubrimos también el silencio de la madre que siempre estuvo a nuestro lado, en nuestro camino, aunque no comprendiera quizá lo que estábamos haciendo pero respetando siempre nuestros pasos y asintiendo en silencio para decirnos como siempre estaba a nuestro lado pasara lo que pasara, pero que somos nosotros los que tenemos que encontrar nuestro propio camino. No discurrieron ni grandes discursos ni muchas palabras, sino que la mirada en silencio nos bastaba para saber que ella estaba ahí, que su amor nunca nos faltaría.
Me estoy haciendo estas consideraciones en torno al corazón lleno de ternura de una madre en este día, lunes siguiente a Pentecostés, en que la Iglesia nos presenta a María, sin las grandes alharacas de las grandes o populares fiestas, casi como en el silencio en que sabe estar una madre que no busca cosas extraordinarias para sentir el amor de sus hijos, en esta fiesta en que la celebramos como Madre de la Iglesia. Así la quiso proclamar san Pablo VI en una de las sesiones finales del Concilio Vaticano II cuando fue aprobada precisamente la Constitución sobre la Iglesia.
Así contemplamos a María, junto a la Iglesia, en el silencio y en el amor de una madre, como lo había estado junto a su Hijo Jesús. Nos aparece la figura de María en el Evangelio sobre todo en torno al nacimiento de Jesús y su infancia, y luego aparecerá en momentos puntuales como cuando en medio del rebullicio de la gente ella estaba allí junto a Jesús, o como la vemos al pie de la cruz también en silencio, y más tarde en el cenáculo con los apóstoles en la espera del cumplimiento de la promesa del Padre en la venida del Espíritu Santo.
Habitualmente cuando hablamos de María destacamos esos momentos en que aparece en el evangelio y ya ahí la contemplamos llena de virtudes y rebosante de amor y de esperanza como un acicate y un estímulo para nuestro camino de fe, ella que fue llamada dichosa por su fe. Pero hay muchos momentos de la vida de María y en torno a Jesús que se quedan en silencio y parece como si de ellos no supiéramos qué decir. Pero son esos momentos hermosos y profundos del silencio de María junto a Jesús. Ella que había sabido discernir lo que era la Palabra del Señor que se le manifestaba y había sabido decir Sí, en esa misma actitud y postura tenemos que verla junto a Jesús, descubriendo en su palabra y en los signos que hacía lo que era el designio de Dios que se estaba manifestando en Jesús.
Cuanto nos enseña María en este sentido en el camino de la Iglesia, en el camino de nuestra vida creyente también. Ahí está María junto a la Iglesia, no solo porque hayamos levantado grandes santuarios en su honor a lo largo y ancho del mundo y de la historia, sino porque María está ahí, en ese camino de la Iglesia, en silencio también y de ella aprendemos a ese discernir los designios de Dios, los caminos de Dios que tenemos que ir trazando o recorriendo en este mundo concreto en que vivimos, con sus luces y con sus sombras.
¿Qué se nos pide hoy? ¿Qué se nos pide en el momento presente de nuestra historia? ¿Cuál es la Palabra, la respuesta que tenemos que saber dar a esos problemas de nuestra historia? ¿Cuál es el camino de la Iglesia hoy? ¿Cuál es el camino que como creyente yo he de recorrer? Aprendamos de María a discernirlo; que María nos alcance esa gracia del Señor.

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