Poniéndonos en camino con Jesús, aunque sea subida a la
Pascua, nos llenaremos de salvación porque es paso de Dios
Isaías 66, 18-21; Sal 116; Hebreos 12,
5-7. 11-13; Lucas 13, 22-30
‘Señor,
¿serán muchos o pocos los que se salven?’, se acercan unos a preguntarle a Jesús.
Una pregunta interesante que puede indicarnos muchas cosas. Porque si algo de
fe tenemos en el fondo de lo que hacemos está más o menos ese planteamiento.
¿Lo que estamos haciendo nos hará entrar en el cupo de los que alcanzan la salvación?
Quizá sea un planteamiento que sigue latente en nosotros.
Como en la
vida cuando nos encontramos con una oferta limitada pero con muchos
demandantes. A ver si tenemos suerte, nos decimos. Y algunos se plantean algo así
como jugando con la suerte, por ejemplo, cuando quieren ganar unas
oposiciones; son tantos los demandantes
y tan escaso el numero de plazas, que ya no miramos lo que sabemos sino como en
una lotería a ver si nos cae la suerte, a ver si llegamos al cupo. Como un
currículum que tenemos que presentar y allí pondremos todos nuestros méritos,
lo que hemos hecho o los títulos que podamos tener y vamos a ver si lo
alcanzamos. Pero es en tantas cosas de la vida en las que andamos en el deseo
de alcanzar algo y no sabemos si vamos a llegar.
Claro que
el planteamiento que le hacen a Jesús es de una mayor trascendencia porque se
trata en fin alcanzar la vida eterna. Ya recordamos que alguno le vendrá a
preguntar a Jesús qué es lo que tiene que hacer para alcanzar la vida eterna.
Hacer cosas… Y en tiempos no tan lejanos así andaban muchas veces los
cristianos que se consideraban más piadosos; tenían una lista de todo lo que
habían hecho, las misas a las que habían asistido, los rosarios que habían
rezado, las peregrinaciones a santuarios que hayan realizado, una contabilidad
a ver si tenían méritos suficientes. Una vez alguien me decía que él tenia que
salvarse porque había hecho los primeros viernes no se cuantas veces, pero ahora
ya ni venía a Misa.
Es cierto
que la respuesta de Jesús en principio parece paradójica con aquello de la
puerta estrecha por la que no todos podrán entrar. Como si se tratara de un
cúmulo de dificultades que se nos ponen y tenemos que sortear. No va por ese
sentido la respuesta de Jesús. No olvidemos que El nos dice que quiere que
todos se salven y lleguen a conocimiento de la verdad.
Porque hay
una cosa que hemos de tener clara que si es salvación - y tenemos en cuenta el
mismo sentido de la palabra - es algo que se nos ofrece y que se nos regala.
Somos salvados por un Salvador; no somos nosotros los salvadores de nosotros
mismos. Viene Jesús y ofrece su vida, derrama su sangre para salvación de
muchos que dice el evangelio; es El quien nos salva, quien nos hace el regalo
de su vida divina, quien nos inunda con su Espíritu para que podamos ser hijos
de Dios, porque ya Dios nos ama como sus hijos.
Lo que necesitamos nosotros es ponernos en
camino con Jesús, seguir sus pasos para vivir su vida. Estas palabras de hoy de
Jesús las dice mientras van subiendo a Jerusalén; y Jesús sube a Jerusalén para
la Pascua, una Pascua que va a ser muy especial; no solo va a ser el recuerdo y
celebración de una pascua antigua cuando Dios los liberó de la esclavitud de
Egipto – ya entonces se tuvieron que poner en camino y atravesar un desierto para
llegar a la tierra prometida – sino que es un nuevo paso salvador de Dios para
toda la humanidad. Y tenemos que ponernos también en camino, en camino con
Jesús.
Es un
camino nuevo, es el camino que nos señala en el evangelio; es un camino de superación
y crecimiento; no es un camino que se reduce a hacer cosas, es un camino de
transformación de vida, de renovación interior; es un camino en que tenemos que
arrancarnos del hombre viejo de corrupción, de muerte y de pecado, es un camino
de libertad interior. Y eso no es fácil.
Ya vemos
cómo a muchos les costaba entender a Jesús y lo rechazan porque aquellos nuevos
caminos no los entendían, no eran capaces de seguirlo porque preferían seguir
por sus viejos y rutinarios caminos; habían entendido la religión simplemente
como el cumplimiento de unos ritualismos y cuando Jesús quiere darle
profundidad a la vida y al culto que han de darle a Dios, lo rechazan.
Seguir los
caminos nuevos de Jesús nos descoloca, es cierto, porque nos hace emprender un
nuevo estilo y un nuevo sentido, nos crea una ruptura interior. Y esos caminos
se hacían costosos, no porque no se nos ofreciera algo nuevo que iba a
llenarnos de plenitud, sino porque nos cuesta arrancarnos de los ritualismos o
las rutinas en que siempre hemos vivido. El camino se hace angosto, la puerta es
estrecha.
La salvación
no era algo mágico que se nos ofreciera a cambio quizá de unas papeletas, un
listado o una contabilidad, sino que la salvación la vamos a vivir dentro de
nosotros mismos con un nuevo sentido de plenitud de cuanto hacemos, con una
nueva libertad interior, con una nueva paz que sentimos en nosotros cuando nos
llenamos de Dios. Y en esa trascendencia de la vida esto tendría valores de
plenitud y de eternidad porque es vivir en Dios para siempre.
Finalmente
Jesús nos está diciendo que no nos valen méritos antiguos, ni méritos
acumulados en razón de decir nosotros hemos sido cristianos de siempre, porque
somos de un pueblo de cristianos o en nuestra familia siempre hemos sido muy
religiosos. Nos propone una pequeña parábola de la puerta que se cierra y
algunos no podrán entrar y se quedarán fuera, mientras verán venir de oriente y
de occidente, del norte y del sur, quienes se van a sentar en la mesa del Reino
de Dios.
¿Estaremos
dispuestos a ponernos en camino con Jesús?
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