Nos
hace falta el coraje y la valentía del Bautista para hacer frente a nuestro
mundo y para dar testimonio del evangelio
2Tesalonicenses 3,6-10.16-18; Sal 127;
Marcos 6, 17-29
Qué peligroso es meterse en un terreno
resbaladizo y que además está en pendiente. Son muchos los equilibrios que habría
que hacer, pero al final caemos por la pendiente casi sin remedio. Algunas
veces nos sucede en muchos aspectos de la vida; nos sentimos encandilados por
muchas cosas que nos atraen y llaman la atención y como los mosquitos que dan
vueltas alrededor de la luz, terminan quemándose sus alas atraídos por aquella
fuente de calor.
Todos tenemos conciencia de lo que es
bueno y lo que no es conveniente, de lo que tendríamos que apartarnos, pero nos
cegamos en la vida, tratamos de justificarnos, decimos por esta vez que ya
luego tendré cuidado pero bien sabemos que cuando nos ponemos en la pendiente
vamos a rodar sin remedio; bueno, remedio sí tenemos poniendo fuerza de
voluntad por nuestra parte, escuchando los consejos o recomendaciones que
personas buenas pueden hacernos, pero en nuestro orgullo no queremos escuchar,
en nuestra ceguera no queremos ver, y metidos en la pasión como en un
torbellino en espiral parece que más nos sentimos impulsados a hacer lo que
sabemos que no está bien.
Es lo que contemplamos hoy en negativo
en el evangelio en la figura de Herodes y de los que le rodeaban. Aparecen
situaciones incongruentes y contradictorias en las diversas posturas de
Herodes. Le gustaba escuchar a Juan pero le inquietaba; sabía que era verdad lo
que Juan le señalaba de su comportamiento lleno de vicio y de maldad, pero no
se apartaba de aquel camino; sabiendo que obraba injustamente se deja arrastrar
por la mujer con la que convivía y primero encierra a Juan en una mazmorra y
terminará por cortarle la cabeza; quiere manifestarse como hombre libre y de
principios pero se deja arrastrar por el qué dirán ante lo que se da cuenta de
que han sido promesas imprudentes y que le están conduciendo al crimen.
Brevemente podríamos resumirlo así.
Enfrente la postura valiente y
profética del Bautista para denunciar el mal invitando siempre a la conversión
y a la corrección de la vida errada; el silencio como ofrenda de justicia y de
amor al verse encerrado por decir la verdad, pero que su vida sigue siendo
elocuente testimonio ante quien quiera reconocerlo; la vida entregada hasta la
muerte por una causa, la causa de la verdad y de la justicia que se convierte
en preanuncio de lo que va a ser el sacrificio de Jesús también por nuestra salvación.
Con razón la liturgia lo llama
precursor no solo del nacimiento de Jesús sino también de su muerte; por eso en
la oración litúrgica de este día pedimos que son su intercesión seamos capaces
nosotros de entregar nuestra vida al testimonio y al servicio del evangelio.
En muchas cosas podemos ver reflejado
en nuestra vida lo que hoy contemplamos en el evangelio, para analizar por una
parte tantas cosas negativas en las que nos vemos envueltos y que como en
pendiente resbaladiza nosotros también tantas veces nos dejamos arrastrar.
Pensemos en el contra testimonio de nuestros silencios cuando por respetos
humanos tantas veces dejamos de decir la verdad, denunciar el mal, proclamar el
anuncio del evangelio.
Que seamos capaces de arrancarnos de
nuestras cobardías con las que tantas veces hasta ocultamos nuestra fe por el
qué dirán; nuestras cobardías porque no queremos nadar a contracorriente sino
que actuamos, como se suele decir hoy, solo desde lo políticamente correcto,
para no molestar y para que no nos molesten metiéndose con nosotros y con
nuestra fe. Ante cuántas cosas cerramos nuestros ojos sabiendo que no son
buenas, simplemente porque el conjunto de la gente piensa de una manera
determinada.
Nos hace falta el coraje y la valentía
del Bautista para hacer frente a nuestro mundo y para dar ese necesario
testimonio del evangelio.
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